¿Es un condicionante la discapacidad?
Sin duda, sí. Lo es. Poner en duda esto me parece una
temeridad.
Para jugar al baloncesto en la NBA es un condicionante la
altura, para escalar montañas es un condicionante el peso corporal, para obtener
un cum laude en un doctorado de ingeniería física, es un condicionante la
capacidad de memorizar y procesar información de tu cerebro. Lo siento, pero
esa es la realidad.
Yo parto de la base de que el ser humano es como es. Hay
rasgos humanos que son intemporales y que nada tienen que ver con niveles
culturales o estructuras sociales. Un ejemplo
de ello es eso que llamamos amistad. A los amigos los elegimos, pero como
particularidad hay que aclarar que la elección ha de ser mutua y que la
relación de amistad ha de ser justa y equitativa. Suele haber intereses comunes,
inquietudes comunes y, nos pese a quienes nos pese, afinidades y capacidades
similares.
Las personas con discapacidad, una vez se encuentran en
edades o fases adolescentes, al igual que cualquier ser humano, necesitan
relacionarse, necesitan establecer relaciones y contactos con otras personas,
necesitan de la amistad, sin embargo, el sufrimiento para los padres y madres
radica en que ves cómo los hijos sin discapacidad de nuestros amigos van
creciendo y se van relacionando de una forma “normal” o, al menos, esperada,
mientras que nuestros hijos van a destiempo o a “desforma”. Se trata de
una realidad cuya aceptación es perfectamente compatible con la reivindicación
de inclusión. La biología y la genética es como es. Reivindicar la inclusión en
la sociedad (no ya en la escuela, donde se debe convertir en obligación por
parte de la comunidad educativa y en las leyes que la regulan y que son de
obligado cumplimiento) está muy bien, pero creo que debemos entender que
nuestros hijos con discapacidad llevan otro ritmo, tienen otros intereses y
otras necesidades y eso, nos guste o no, no solo no es lo que un chico de 14
años, sin discapacidad, necesita y quiere, sino que, además, es entendible.
Nuestros propios hijos sin discapacidad se relacionan con personas afines, no
con personas con discapacidad con las que tienen poca afinidad (a pesar de que
están bien concienciados). Es lógico y entendible
Pienso que, como siempre, el lenguaje es muy
importante porque es la forma que tenemos de interiorizar ideas, por eso es
importante llamar a las cosas por su nombre.
A mi humilde entender, se hace necesario buscar un
equilibrio entre aceptar la discapacidad y a la vez reclamar que no se
conculquen derechos fundamentales y otros ni tan siquiera fundamentales, pero
sí importantes.
Si me falta una pierna, siento deciros que no voy a poder
ser futbolista ni disfrutar de la amistad que me puede ofrecer la pertenencia a
un equipo de fútbol. No sería lógico querer forzar al equipo de fútbol para que
me incluyan en el equipo y yo pueda jugar partidos por muy concienciados que
estén con la discapacidad. Muy probablemente, si me gusta el deporte, termine
en un equipo de baloncesto en silla de ruedas donde TODOS tienen una
discapacidad parecida a la mía y puedan tener más afinidad. Ya dentro de
ese grupo entablaré una amistad más intensa y cercana con algunos miembros que
con otros.
Si mi capacidad mental es muy distinta, es normal que los
chicos y chicas sin esa diferencia de capacidad se quieran relacionar con
personas afines en vez de conmigo. Pienso que reclamar a la sociedad que los
chicos adolescentes deban relacionarse o hacer que quieran relacionarse con
otros chicos con discapacidad es tarea inútil y sin sentido. Concienciar sí,
claro que sí. Es lo que llevo haciendo durante años, pero hay que entender que
es humano, lógico y natural que los chicos y chicas deban relacionarse con
quienes les venga en gana y lógicamente, les va a venir en gana relacionarse
con aquellas personas que les son más afines.
No, no es una pena que exista el baloncesto en silla
de ruedas. No es una pena que existan asociaciones que promueven el ocio entre
personas hipoacúsicas, no es una pena que existan asociaciones para promover
las relaciones y el ocio entre personas con discapacidad. Muy al contrario, eso
es una alegría porque ofrece a nuestros chicos y chicas la posibilidad de
conocer a personas (con o sin discapacidad. Importan las personas, no su
condición) con las que probablemente tengan más afinidad. Además, por supuesto,
ni es una forma de discriminación ni es una apuesta por la no integración. Es
simplemente aceptar realidades. Las realidades están ahí. Aceptar las
realidades no es conformarse y no avanzar. Avanzar, siempre es bueno. Progresar,
luchar y reclamar es necesario siempre pero no podemos obviar lo intrínsecamente
humano. Reclamar derechos, ¡siempre!, claro que sí, pero sin olvidarnos de que
no podemos pretender que alguien como yo, con mis ciento y pico de kilos de
peso, bata el récord del mundo de salto con pértiga. No, no es verdad eso
que se dice de que “todo es posible si se trabaja”. Eso es una mentira. Hay
cosas que son posibles, pero otras no, y no solo no pasa nada por aceptarlo,
sino que además es muy necesario para no vivir en constante frustración ni
presión.
Todos/as, a lo largo de nuestra vida sufrimos las consecuencias
de sentirnos discapacitados en algunos momentos y cuando eso ocurre, lo que
queremos es no sentirnos aislados, ni abandonados, ni discriminados.
Para eso existe la familia, las amistades verdaderas, las asociaciones, las
leyes que promueven la no discriminación y los derechos de las personas. Para
eso, la sociedad en un estado de derecho responde y debe responder cada vez más
y mejor, pero si por desgracia te tienen que cortar las piernas…. No vas a
poder jugar más a fútbol con tus compañeros de equipo. Y cuanto antes
aceptes esa realidad (nada que ver con la resignación), más puertas se
te abrirán. Muchas de ellas van a ser “la hostia” de buenas y bonitas,
tanto que ni siquiera las imaginabas.
Fdo. Diego Bueno