A día de hoy, desde mi perspectiva de quincuagenario, puedo permitirme ya dar una serie de consejos a las generaciones futuras.
Las relaciones interpersonales han sufrido una
transformación brusca en los últimos 20 años. Ya no nos comunicamos únicamente
de la forma tradicional sino que se han incorporado a nuestra vida diaria
formas de comunicación y de relacionarnos que requieren, como poco, de ciertas
pautas a tener en cuenta.
Las redes sociales y la mensajería instantánea son parte
cotidiana de nuestra forma de interaccionar con las demás personas, lo cual,
unido al hecho de tener más que cubiertas nuestras necesidades primarias nos
induce, en muchos casos, al individualismo y el egoísmo (al egocentrismo).
Recordaréis, quienes superéis los treinta y tantos, que fue
en la calle, en las relaciones en vivo, donde aprendimos a convivir. Hoy día,
como decía, las cosas han cambiado. En algunos aspectos a mejor y en otros, sin
duda, hemos involucionado. Términos tan nuestros como “la pandilla” están incluso desapareciendo del glosario de palabras
de los/las adolescentes, lo cual es significativo de que las relaciones entre
personas ya no son como antaño.
Buena parte de lo que aprendimos (lo bueno y lo malo) lo
aprendimos en la calle, en el “búscate la
vida”, en “la ley del más fuerte” en el llanto, las
risas o el cabreo en vivo. Esa
particularidad nos embruteció en algunos aspectos pero también nos dotó de
mayor resiliencia emocional y mejores herramientas a la hora de relacionarnos.
Nos hizo más fuertes y nos enriqueció. Ahí aprendimos muchos de nosotros a ser
más asertivos. Aprendimos a identificar y valorar los sentimientos y emociones
de los demás a través de la gestualidad,
los tonos y los volúmenes de voz. Nos dimos cuenta de que la amabilidad,
más allá de la cortesía o las buenas formas, puede abrir muchas puertas,
facilita la comunicación y acerca a las personas. Todo ese compendio de
aprendizajes está, a día de hoy, más alejado de la realidad de las comunicaciones
entre gente joven.
La amabilidad, su secreto, su capacidad para acercar
corazones, limar asperezas y conciliar, no se fundamenta tanto en la riqueza del
vocabulario que emplees como en el tono de voz y la gestualidad. Eso explica
que en las comunicaciones en las que no hay ni tonos ni gestos, sea más difícil
encontrarla, expresarla y exhibirla y, a la vez, es la explicación de por qué empleamos
emoticonos.
¡Se amable!
Trata a las personas con amabilidad y a quienes tienes
cariño, trátalas además con cariño.
Se trata de una actitud vital. Como decía el admirado
“Chiquito de la Calzada”: “Una mala tarde
la tiene cualquiera” pero no es lo mismo tener malos momentos en una vida
plena y rebosante de amabilidad, que tener buenos momentos en una vida
enfurruñada, distante o recelosa.
¡Apuesta por el consenso, por la distensión!
¡Busca tener un carácter
conciliador!
¡Bromea, sonríe!
Es perfectamente compatible bromear, distender, apaciguar y
sonreír con ser un gran profesional, ser responsable, ser cumplidor, ser leal o
ser honesto, de hecho, está más que demostrado que con una buena actitud
aumenta la productividad en el trabajo, es más fácil el trabajo en equipo y hay
más y mejor acercamiento entre las personas, lo cual facilita el entendimiento
y la tolerancia.
Es perfectamente compatible decir “NO” con ser amable e
incluso cariñoso/a.
De la misma forma, es también perfectamente compatible,
posicionarse firmemente sin necesidad de mostrarte vehemente, desconsiderado o
intolerante.
Además, todo esto es aplicable a todo tipo de relaciones.
Relaciones profesionales, amistades, relaciones con
desconocidos/as, con los hijos e hijas, familia y por supuesto en el amor.
Ser amable es gratis y solo aporta beneficios a uno mismo y
a quienes nos rodean.
A veces las personas pueden estar inmersas en un mal
momento, puede, incluso, que tengan una mala actitud vital y vivan en la
desconfianza o el recelo como norma. Ser amables suaviza el trato con ese tipo
de personas, provoca acercamiento y comunicación.
Una buena actitud vital no tiene que ser forzada pero sin
embargo puede ser aprendida. Basta con tenerlo en mente y repetirlo
constantemente para que se convierta en hábito. Hay personas a las que les sale
solo y otras, en cambio, han de trabajarlo.
¡Sea como sea promuévelo, estimúlalo!
Se cariñoso/a con las personas por las que sientes cosas
buenas y/o bonitas.
Muestra el cariño. Acaricia. Con la mirada, con las
palabras, con el tono, con los gestos, con el tacto… ¡Nada acerca más, nada une
más, nada te hace sentir mejor!
Bromear es un evidente signo de inteligencia. Procura saber
cuándo, cómo y a quien bromear y hazlo. Tenlo en mente. Agudiza tu ingenio, se
creativo/a, fomenta el sentido del humor.
Realiza actividades creativas que estimulen ese tipo de
expresiones. Da igual cual sea tu hobby, ¡apasiónate!, ¡se creativo/a!, ¡trabaja
y pon empeño!, ¡se tenaz! pero no dejes de bromear, de ser amable, educado/a y
cariñoso/a.
Se trata de un bien tanto social como personal. Tod@s
disponemos de ese potencial.
Si lo tienes que estimular, hazlo. Merece la pena el
esfuerzo. Por ti, por aquellas personas con las que te relacionas, por aquellas
personas a las que amas o por las que sientes algo bello.
Se agradecido/a y generoso/a. Eso no quiere decir que no
veas las realidades o la maldad de ciertas acciones. Lo que quiere decir es que
estás muy por encima del rencor y que no malgastas esfuerzos ni tiempo.
Piensa, decide, elige, discierne, no permitas que te tomen
por tonto/a, reclama, ponte serio/a si es necesario, se contundente cuando la
situación lo requiera pero hazlo todo con la mayor amabilidad y verás
resultados extraordinarios. Mira de frente, emplea el tono adecuado, gesticula,
pero hazlo todo… con el alma limpia de quien es amable.
Debes ser consciente de que tu positividad se contagia
porque se irradia.
La amabilidad es posible incluso cuando las cosas no te van
del todo bien.
Se amable contigo mismo/a porque si no, será imposible que
lo puedas ser con los demás.
Procura no tomarte las cosas en lo personal, piensa en la parte
buena del discurso del otro.
Cuando tengas que elegir entre pensar mal o pensar bien del
otro, elige pensar bien. De las decepciones se aprende y se crece. Todas las
personas hemos decepcionado y nos han decepcionado. Así son las relaciones, así
somos los humanos. Pero si todo lo que te tenga que ocurrir va adornado de
amabilidad, te aseguro que absolutamente todo irá muchísimo mejor.