domingo, 22 de junio de 2025

¡¡HABLEMOS DEL BUEN USO DEL LENGUAJE… POR FIN!!

 



Todos nuestros logros como humanos, tanto en lo positivo como en lo negativo, han implicado la utilización del lenguaje. Como seres humanos, lo empleamos de dos formas interconectadas:

 La Doble Dimensión del Lenguaje

— Por una parte, lo que hacemos con el lenguaje es representar nuestra experiencia (percepciones, sensaciones, emociones, conclusiones, etc.) respecto a cualquier actividad. Esto supone razonar, pensar, fantasear o ensayar. Al tratarse de un sistema de representación de nuestro "yo", creamos un modelo único de nuestra propia experiencia. Este modelo del mundo, que forjamos a través del uso representativo del lenguaje, se basa en nuestra capacidad para percibir, la cual, a su vez, depende directamente de dicho modelo de representación.

— Por otra parte, usamos el lenguaje para comunicarnos. Lo que compartimos es nuestro propio modelo o nuestra particular representación del mundo. Para ello, utilizamos el lenguaje hablado o escrito. Discutimos, conferenciamos, escribimos, cantamos... las posibilidades son infinitas.

 Sembremos las Semillas del Lenguaje

Adquirir herramientas lingüísticas desde muy corta edad nos facilita el buen uso del lenguaje en ambas vertientes. De ahí que sea importantísimo, desde el punto de vista pedagógico, que niños y niñas aprendan un vocabulario lo más extenso posible, que lo comprendan, lo interioricen y lo usen. Nuestro papel como padres, madres y docentes consiste en incitar, animar y estimular todo este proceso.

Uno de los grandes objetivos vitales que tenemos los seres humanos es construir nuestra propia historia de vida, de forma que nos sintamos orgullosos de nuestra trayectoria, nuestros logros, nuestras relaciones y nuestros aprendizajes. Todo ello se edifica y toma forma mentalmente mediante el lenguaje, a través de la palabra.

 La Enorme Influencia de la Palabra

Creo, sinceramente, que a veces no somos conscientes de la profunda importancia de las palabras, de su buen o mal uso. Olvidamos la trascendencia de pensar y procesar ideas antes de elegir las palabras adecuadas que lanzaremos, o la enorme influencia que tienen en otras personas (y viceversa). La buena noticia es que nuestro cerebro posee la suficiente plasticidad como para adecuarse, adaptarse y adquirir nuevas formas de procesamiento del lenguaje. Todo es "trabajable" y mejorable.

Los padres, madres y docentes, dada nuestra decisiva influencia en nuestros educandos, tenemos la obligación de ser plenamente conscientes de esta importancia en la construcción del "yo". Las palabras son herramientas fundamentales; por tanto, pueden servir tanto de ayuda como de freno. El empleo del conocido como lenguaje positivo debería ser obligatorio en todo proceso de enseñanza-aprendizaje, entendiendo que va muchísimo más allá de reforzar simplemente las acciones e ideas de nuestros educandos.

Para ilustrar lo que digo, un ejemplo significativo: el mejor y mayor medicamento para cualquier enfermedad (demostrado) es el efecto placebo. Tanta es su importancia que absolutamente todas las investigaciones y estudios farmacológicos lo usan para comprobar cuán útil es un medicamento.

 Un Llamamiento a la Acción Lingüística

Estimulemos el lenguaje, fomentemos su buen uso, la adquisición de recursos lingüísticos y un vocabulario lo más extenso posible. Si quieres que tus hijos lean, lee tú. Incítalos a escribir y a leer. ¡Que se lo pasen bien leyendo y escribiendo! De ello depende, en gran medida, el éxito en la vida. Éxito profesional, éxito en las relaciones, éxito en la gestión de los contratiempos que se presentarán, éxito en la construcción de un "yo" fuerte, enérgico, resiliente, confiado, seguro, capaz y eficiente.

Un lenguaje rico y bien empleado hará infinitamente más fácil poseer una buena autoestima, ser más educados, cultivar mejores sentimientos, ser más auténticos, más asertivos, más tiernos, más creativos o vivir y sentir con mayor intensidad cualquier expresión de belleza con la que nos topemos.

 Fdo. Diego Bueno

viernes, 20 de junio de 2025

HABLEMOS DE ATARAXIA...¡¡POR FIN!!

 


La vida está llena de altibajos. Altibajos en las circunstancias vitales que nos toca vivir y altibajos en la forma de encararlas. Uno, a estas alturas de partido, puede ya hacer un balance de lo vivido hasta ahora y de cómo ha llevado las distintas situaciones acontecidas.

Este concepto del que me dispongo a hablar sigue siendo interpretado de formas muy distintas y a veces, incluso contrapuestas. Yo me he ido a los orígenes de la palabra en cuestión y luego he trasladado su significado original a la forma de vida de hoy día en una sociedad como la nuestra.

Ataraxia: La Inquebrantable Calma del Alma

En la búsqueda constante de la felicidad y el bienestar, la humanidad ha explorado diversas filosofías y conceptos a lo largo de la historia. Uno de los más fascinantes, a mi humilde entender, es el de la ataraxia. Proveniente del griego antiguo (ταραξία), esta palabra se traduce como "imperturbabilidad" pero también "serenidad". Lejos de ser una mera apatía o indiferencia, la ataraxia representa un estado de calma mental y emocional inquebrantable, que se consigue conscientemente a través de la razón y la comprensión profunda de la realidad, por tanto, no hablamos de ese tipo de personas que son frías, imperturbables, ajenas al dolor que les rodea o, simplemente, insensibles. No es eso.

Orígenes Filosóficos

La ataraxia fue un concepto central para varias escuelas filosóficas helenísticas, especialmente para los epicúreos, los escépticos y los estoicos, aunque cada una la abordaba desde una perspectiva ligeramente diferente:

Epicúreos: Para Epicuro, la ataraxia era el objetivo principal de la vida. Él creía que el dolor físico y la perturbación mental eran los mayores obstáculos para la felicidad. La ataraxia se alcanzaba eliminando los temores irracionales (como el miedo a la muerte o a los dioses) y buscando placeres moderados y sostenibles (como la amistad y la tranquilidad). No se trataba de una búsqueda desenfrenada del placer, sino de la ausencia de dolor y la quietud del alma.

Escépticos (Pirrónicos): Los pirrónicos, liderados por Pirrón de Elis, veían la ataraxia como el resultado natural de la suspensión del juicio (epojé) sobre cuestiones que no pueden ser conocidas con certeza. Al abstenerse de emitir juicios definitivos sobre la naturaleza última de las cosas, uno se liberaba de la ansiedad y la frustración que surgen de la búsqueda infructuosa de la verdad absoluta. Es como decir… “mejor no me meto en nada. ¿Para qué me voy a complicar?”

Estoicos: Aunque los estoicos utilizaban más el término “apatheia” (ausencia de pasiones perturbadoras), su concepto era muy similar a la ataraxia. Para ellos, la tranquilidad se lograba aceptando aquello que no se puede controlar (como los eventos externos) y centrándose en aquello que sí está bajo nuestro control (nuestras actitudes, juicios y acciones). La razón y la virtud eran las herramientas para liberarse de emociones destructivas como el miedo, la ira o el deseo desmedido.

La Ataraxia Hoy en Día

En el mundo actual, marcado por el estrés, la sobrecarga de información y la constante presión social, el concepto de ataraxia cobra una relevancia particular. Como decía, no se trata de volverse insensible o indiferente a los problemas del mundo, sino de desarrollar una resiliencia emocional que permita afrontar las adversidades sin perder la serenidad interior. Es lo que yo siempre he llamado “temple”. Ahora bien, alcanzar la ataraxia implica un proceso de autoconocimiento y disciplina mental, vamos, que hay que trabajarlo y requiere (como casi todo), además de esfuerzo, constancia, ya que hay que cambiar actitudes demasiado interiorizadas y ya sabemos que, por una parte, las actitudes pueden cambiarse y por otra, que es más fácil aprender lo nuevo que desaprender lo asumido.

Principios para Alcanzar la Ataraxia

Podemos, sin duda, identificar una serie de principios de actuación comunes que nos guían hacia esa serena calma interior que significa la ataraxia:

Gestión de Expectativas: Gran parte de nuestra perturbación proviene de expectativas no realistas o de la incapacidad de aceptar que la vida no siempre se ajusta a nuestros planes. La ataraxia nos invita a moderar nuestras expectativas y a encontrar la paz en la aceptación de lo que es, porque, muchas veces, te pongas como te pongas… ¡lo que es, es!

Discriminación de lo Controlable: Aprender a diferenciar entre lo que podemos controlar y lo que no, es fundamental. Preocuparse por lo incontrolable solo genera ansiedad. La ataraxia se cultiva al enfocarnos en nuestras respuestas y acciones internas. Básicamente se trata de que asumamos la responsabilidad de nuestros actos y soltemos la carga emocional de aquello que no está en nuestras manos. Nuestros juicios, nuestras actitudes, nuestras decisiones, nuestras acciones y cómo reaccionamos ante los eventos. Esto es el verdadero dominio de nuestra esfera de influencia. Por el contrario, no podemos controlar el clima, las opiniones de los demás, el pasado, las enfermedades, la muerte, la mayoría de las acciones ajenas. Debemos aprender a resistirnos a la tentación de preocuparnos o luchar contra estas realidades ineludibles. La aceptación no es resignación pasiva, sino una liberación de la carga de lo imposible.

Reducción de Miedos Irracionales: Es aconsejable examinar nuestros miedos más profundos: Al fracaso, al rechazo, a la soledad… y cuestionar su validez y su impacto en nuestra tranquilidad.

Muchos de nuestros tormentos internos provienen de miedos irracionales y deseos desmedidos.

Examinemos nuestros miedos. ¿Son fundados? ¿Qué es lo peor que podría pasar y cómo lo afrontaríamos? Los epicúreos, por ejemplo, argumentaban que el miedo a la muerte era irracional, ya que "cuando existimos, la muerte no está presente, y cuando la muerte está presente, no existimos nosotros".

Moderemos nuestros deseos. El deseo insaciable de lo que no tenemos, es una fuente constante de insatisfacción. Aprender a estar contento con lo suficiente, y con lo que se tiene, es liberador.

Práctica de la Moderación: Ya sea en el consumo material, en la búsqueda de placeres o en la reactividad emocional, la moderación es una vía hacia la ataraxia. El exceso suele conducir a la dependencia y, en cualquier caso, a la perturbación.

Evitemos el exceso y la dependencia: Los placeres intensos y fugaces a menudo nos conducen a un dolor mayor a largo plazo (resacas, adicciones o frustración cuando no los obtenemos).

Prioricemos la ausencia de dolor: La verdadera felicidad radica más en la ausencia de malestar físico y perturbación mental que en la búsqueda constante de euforia.

Cultivemos placeres naturales y necesarios: La amistad, la conversación significativa, la alimentación sencilla, el descanso, el aprendizaje. Estos son placeres que no acarrean dolor posterior y contribuyen a una calma duradera.

Suspensión del Juicio y Cuestionamiento de las Percepciones

Cuestionemos nuestras suposiciones. A menudo, no son los eventos en sí los que nos perturban, sino la interpretación que hacemos de ellos. "¿Es realmente tan malo como pensamos?" "¿Hay otra forma de ver esto?"

Suspendamos el juicio definitivo. En situaciones donde el conocimiento sea incierto o la verdad sea difusa, deberíamos abstenernos de emitir un juicio rotundo. Esta forma de actuar nos liberará de una gran cantidad de ansiedad. Reconozcamos los límites de nuestro propio conocimiento. Humildad, ante todo.

Tomemos distancia de nuestras emociones. Observemos nuestros pensamientos y emociones sin apegarnos a ellos. Es importante que reconozcamos que son fenómenos pasajeros y no necesariamente verdades absolutas.

Enfoque en el Presente

El pasado ya no existe y el futuro es incierto. La mente que reside constantemente en el arrepentimiento o la preocupación rara vez encuentra la paz.

Vivamos en el aquí y el ahora: Prestemos atención plena a lo que estemos haciendo, a la persona con la que estemos, al momento presente.

Aceptemos la “impermanencia”. Todo cambia. Aferrarse a lo que fue o esperar que algo dure para siempre es una receta para la desilusión. Reconocer la naturaleza transitoria de todo nos va a proporcionar una profunda calma.

Cultivo de la Virtud y la Razón

Actuemos con sabiduría, justicia, coraje y templanza. Alinear nuestras acciones con estos principios nos dará una conciencia tranquila con menos conflictos internos.

Usemos la razón como nuestra guía, como nuestra capacidad para evaluar situaciones, tomar decisiones y gestionar nuestras emociones, en lugar de ser arrastrados por impulsos o pasiones.

La Ataraxia Como Meta Alcanzable

La ataraxia, vista como un ideal al que aspirar y una práctica continua, nos ayuda para minimizar la turbación y maximizar la paz interior.

Adoptar los principios de la ataraxia conduce a una vida más plena y menos ansiosa, donde las circunstancias externas tienen menos poder para dictar nuestro estado emocional. Es una invitación a cultivar una fortaleza interna que nos permita navegar por las vicisitudes de la vida con una calma serena y una mente clara. Se consigue mediante un trabajo constante de introspección y reeducación mental. No es indiferencia, sino una libertad emocional lograda al alinear nuestra mente con la realidad, gestionando nuestras expectativas, controlando nuestras reacciones y viviendo de forma consciente y moderada. Es la búsqueda activa de una serenidad que no depende de las circunstancias externas, sino de nuestra fortaleza y claridad internas.

Fdo. Diego Bueno


sábado, 14 de junio de 2025

HABLEMOS DE SINCERICIDIO… ¡POR FIN!

 


HABLEMOS DE SINCERICIDIO… ¡POR FIN!

Lo primero, por supuesto, es definirlo. El "sincericidio" hace referencia a una sinceridad desmedida y sin límites que termina resultando hiriente para quien recibe el mensaje. Evidentemente, las personas "sincericidas" carecen de un mínimo de empatía. Debemos comprender que la sinceridad sin empatía se convierte en una forma de crueldad. Hablamos de esas personas que suelen soltar frases como: "Yo siempre digo lo que pienso", "Yo es que soy muy sincero/a", "La verdad ofende", "Yo no soy falso/a", etc. La verdad, o más bien, tu verdad, siempre debe considerar el posible impacto que tendrá en la otra persona. Una excelente opción es callar si lo que vas a decir no mejora el silencio. Llamar gorda a una persona gorda carece de sentido, salvo que el deseo sea causar un daño gratuito, ya que, por suerte, todos disponemos de espejos y básculas en casa. Las personas sincericidas suelen tener un control deficiente de sus emociones y lanzan sus dardos "a botepronto", a menudo sin siquiera tamizar su comentario con un mínimo análisis. Generalmente, carecen de inteligencia social, lo cual les juega malas pasadas en sus relaciones, incluidas las laborales. Dicen lo que piensan (muchas veces de forma equivocada, ya que no han meditado antes de hablar), pero no piensan bien lo que dicen.

Cuando queremos comunicar algo que, intuimos, puede herir a otra persona, debemos valorar si es realmente necesario decirlo. En caso de que lo sea, es crucial elegir el momento y la forma adecuados. No, no se trata de no decir la verdad. No, no se trata de ser falsos. Las personas sincericidas, al igual que las personas radicales, tienden a simplificar. No suelen ser lo suficientemente humildes como para reconocer su error (al menos en el instante en que se produce) y defienden su postura con frases como: "¿Entonces, para no herir, hay que mentir?". La realidad no es tan simple como reducirlo todo a decir la verdad o mentir. A veces, una verdad no servirá para nada o, peor aún, empeorará la situación.

Lo más constructivo que podemos hacer es comunicar aquello que deseamos expresar, pero con sensibilidad, buscando el momento y el contexto adecuados, o encontrando la mejor manera de hacerlo. La falta de sensibilidad y empatía es el común denominador en las personas sincericidas. Sin embargo, existe una variante que, además, carece de la riqueza lingüística suficiente como para poder contemplar otras opciones en sus diálogos. Son esas personas que siguen llamando "minusválidos/as" a las personas con discapacidad, por ejemplo. A menudo son víctimas de una educación deficiente que, como siempre, tiende a simplificar: "Cáncer = muerte", "Discapacidad = carga", "obesidad = vagancia", "gay = promiscuo", "promiscua = puta", y un largo etcétera. No solo reducen lo complejo, sino que le añaden una carga peyorativa. Es lógico que estas personas tarden poco en sentirse solas y en estarlo realmente, ya que suelen mantener relaciones contaminadas por su toxicidad. Intentarán presumir de su supuesta sinceridad como contrapartida a la falsedad, mientras que su falta de humildad les impedirá aprender, crecer y mejorar. Suelen vivir con la peor de las condenas: tener que soportarse a sí mismas durante toda la vida.

Por supuesto que, a veces, hay que ser directos. Por supuesto que, en ocasiones, el daño con nuestras palabras es inevitable. Pero adquirir hábitos que nos lleven a pensar en la otra persona y usar recursos para no causar daño gratuitamente nos dignifica como seres humanos y nos aleja de la bajeza moral que supone el sincericidio.

Fdo. Diego Bueno


¡¡HABLEMOS DEL BUEN USO DEL LENGUAJE… POR FIN!!

  Todos nuestros logros como humanos, tanto en lo positivo como en lo negativo, han implicado la utilización del lenguaje . Como seres human...