Primera interrogante… ¿Qué es el amor?.
Difícil respuesta. Cada uno de nosotros tenemos una idea de
lo que es o lo que debe ser el amor. De todas formas hay características
comunes a toda definición.
1. m. Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su
propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser.
2. m. Sentimiento hacia otra persona que
naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos
completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear.
3. m. Sentimiento de afecto, inclinación y
entrega a alguien o algo.
4. m. Tendencia a la unión sexual.
Estas son las definiciones que nos ofrece el diccionario. Sinceramente,
me sorprendí al leerlas.
Pero….¿qué implica el amor?. El amor implica entrega, implica
reciprocidad, implica compromiso.
El amor no es gratis. Implica esfuerzo. Me consta que es fácil decirlo y no tanto llevarlo a
cabo durante años pero se ha de ser consciente de que debe ser así. Son muchas
las personas que tras la conquista y los primeros años de amor se duermen en
los laureles pensando que el trabajo ya fue realizado. Enorme error que, a buen
seguro, traerá consecuencias nada agradables.
El amor no es inmóvil. Implica
evolución. Evolución de la persona y evolución de la pareja. Trazar y
recorrer un camino juntos. El amor debe hacernos sentir eso que llamamos
plenitud.
El amor debe hacer que encontremos placer en la entrega. Esta es una de las grandes claves
ya que no es fácil luchar contra el propio egoísmo personal. El amor implica
reciprocidad. Por eso no considero amor a ese que se entrega sin recibir
(¿dependencia?, ¿amor incompleto?, ¿ilusión infundada?). Llámalo como quieras
pero eso no es amor. El amor, por definición ha de ser completo y no debe
basarse en la dependencia. Sí, en cambio, en la complementación y en la
implementación.
El amor es la unión de dos seres o más respetando la libertad individual
de cada uno de los intervinientes. El amor es complementación interactiva. Por
eso considero que no puedes enamorarte de una persona demasiado distinta a ti.
No creo en eso que se dice acerca de que el hecho de que sean tan distintos
hace que cada uno se beneficie de lo que no tiene y al otro le sobra. Dos
personas demasiado distintas no pueden enamorarse. Pueden hacer un acuerdo no
escrito, ni siquiera pactado, para llevar unas vidas lo más plenas posibles
pero amor….yo no lo llamaría así. Quizás en algún momento de la vida les venga
bien la compañía del otro (de ese tan distinto) para suplir carencias
personales pero cuando esas carencias estén superadas uno de los dos miembros
de esa unión empezará a preguntarse si lo que siente y ha sentido era,
verdaderamente amor. Tarde o temprano el hecho de ver las cosas de forma tan
desigual tendrá consecuencias en forma de problemas. Problemas a nivel
individual y, como consecuencia, problemas a nivel de pareja.
Porque todos somos distintos. Cierto. Y amar es tolerar y enriquecerse
del otro. Cierto también. Pero amar es, también, compartir. Compartir ideas,
sentimientos, deseos, sueños y esperanzas. Amar es compartir aficiones, formas
de trabajo, proyectos. Y todo eso solo es posible entre personas que no sean
demasiado distintas. Los conceptos en cuanto a moralidad han de ser muy
parecidos. Amar es sentir que la persona amada es tu otro yo. De ahí la
importancia de amarse a sí mismo. Hay (y todos conocemos muchas) relaciones de
todo tipo. Incluso la mayoría pueden llegar a “funcionar” sin verdadero amor.
Tenemos ejemplos a nuestro alrededor pero… el amor es algo más. En realidad lo
es todo. Quiero decir que ha de haber de todo en una relación amorosa. Y no
hablo de esa idea romántica del amor en la que las personas pierden el sentido
de la realidad, incluso.
El amor es una mezcla de
romanticismo y pragmatismo. La realidad es demasiado bella como para tener
que sustituirla por ensoñaciones. El romanticismo es demasiado bello como para
que quede aplastado por las realidades cotidianas.
Somos lo que somos gracias a la
influencia de la persona amada, entre otras cosas.
La adaptabilidad de la que hacemos gala los humanos trasciende igualmente
a las relaciones de pareja. Incluso, a veces, somos testigos de relaciones en
que esa adaptabilidad hace que sus miembros consideren como “normal” ciertos comportamientos
a nivel de pareja que, cuanto menos, nos sorprenden.
La relación de pareja se construye como se construye un castillo. Piedra
a piedra, paso a paso. Una buena relación debe estar construida desde la
equidad, el respeto, la buena fe y debe contar con ingredientes únicos que
doten de, sobre todo, una intensa complicidad. Eso se traduce en un lenguaje
propio. Lenguaje en forma de palabras, gestos y costumbres. No debe faltar la
chispa, la sal, el pellizco.
Los años de convivencia limitan la capacidad de sorpresa por eso se hace
necesario hacer alarde de imaginación y constantes gestos de cariño, deseo y
admiración.
El amor, en realidad, no existe. Lo que existen son las pruebas de amor. Las pruebas de amor han de ser
diarias, a cada instante y se materializan en forma de respeto, paciencia,
tolerancia, caricias (caricias no solo táctiles sino también con la mirada, con
detalles, con besos, con la palabra etc.) y entrega constante. Amar es
regalarse al otro que te desea. Y todo ello sin renunciar a la individualidad.
Difícil equilibrio en cuyos extremos se encuentran los celos desmesurados y la
dejadez total. Se hace necesario que resulte placentero dar pruebas de amor. Si
no es placentero se convertirá en una losa y terminarán por no llevarse a cabo
dichas pruebas de amor. Es necesario amar para dar muestras de amor constantes.
Es necesario amarse para ello.
Solo puede sentirse ese cosquilleo en el estómago ante el amor
correspondido. Y solo con la correspondencia es posible saborear el dulce placer
de la ceguera que provoca el amor en sus primeras etapas.
Solo te puede hacer alcanzar un alto nivel de plenitud el amor que se
siente tras la entrega sin condiciones. No hay amor sin lealtad.
El amor es colaboración. Para ello ha de conocerse muy bien a la otra persona. Sin máscaras. El
desenmascaramiento, el descubrimiento del otro es parte del encanto del amor. A
diferencia de las demás personas, la persona amada resurge a cada ventana
abierta en su alma. Sus puntos débiles y sus grandes virtudes terminan en
nuestras manos y nos desnudan ante el otro. Bendito poder que nos embadurna de
una gran responsabilidad que afrontamos sin miedos. Es el tiempo y el trabajo
tenaz el que permite destapar el alma del otro. El amor necesita de la
dedicación y, con el tiempo, la dedicación se regenera con la imaginación.
El amor nace y crece a través
de la admiración. Cuando dejes de admirar al ser amado ve pensando en que,
quizás, el amor empieza a acabarse o, siquiera, necesita de un zarandeo. Es una
apertura de puertas constantes, es un descubrir qué se esconde tras las
distintas máscaras (sociales o personales) atraídos por un presentimiento, un
estímulo o por puro instinto. Es convertir en certeza ese presentimiento. Por
tanto el amor es descubrir y/o redescubrir constantemente.
Los zarandeos y tirones de orejas son parte del juego del amor. Gracias a
ellos el otro vuelve a retomar el rumbo. Gracias a ellos damos a conocer
nuestras necesidades. Gracias a ellos podemos evolucionar en todos los
sentidos. Las llamadas de atención son tan desagradables como necesarias. Son
parte del precio del amor.
Amor es dejar el mejor trozo de tarta a tu pareja sin que esta, siquiera,
se de cuenta de lo que has hecho.
Amor es desear la felicidad del otro, buscarla, acentuarla, estimularla,
favorecerla e, incluso, crearla. De la forma que sea. Amor y egoísmo no se
llevan demasiado bien. Sin embargo es el egoísmo el que hace que podamos
expresar al otro lo que necesitamos. Es el egoísmo el que nos refleja en el
otro.
Dicen que uno se enamora de un sueño, de un ideal de persona que dista de
la verdadera forma de ser del ser amado. Y no niego esa afirmación pero…..ha de
tratarse de conseguir que ese ideal no sea radicalmente opuesto a la persona
que tenemos a nuestro lado.
¿Se debe hacer cambiar al otro para que se adapte a nuestro ideal?
Por supuesto que si. Es más….es nuestra obligación. Evidentemente es
imposible cambiar al otro por completo (de ahí que sea aconsejable que su forma
de ser, actuar, pensar y ver las cosas sea semejante a la nuestra). Somos lo
que somos y quienes somos gracias a la influencia que el ser amado ha ejercido
en nosotros a lo largo del tiempo. Hemos llegado a donde hemos llegado gracias
al camino recorrido juntos. Pretender cambiar al otro no significa dejar de respetarlo.
Significa aunar criterios, debatir, enriquecerse y enriquecer, analizar y
llegar a conclusiones. Significa ver las cosas desde el punto de vista del ser
amado y admirado. Si hay amor se llegará a un consenso que será la consecuencia
del cambio aceptado. En cualquier caso, cualquier cambio destinado a la mejora
personal repercutirá directamente en la relación.
Evidentemente hay personas más influenciables y otras más influyentes. Si
existe un gran desequilibrio entre ambos (si uno es demasiado influenciable y
el otro demasiado influyente) será necesario escudriñar los subterfugios de la
mente para, probablemente, llegar a conclusiones freudianas en cuanto a
posibles complejos de Edipo y sadomasoquismos llevados a la práctica diaria. La
mujer, por ejemplo, busca, de forma inconsciente, una comparación con la figura
del padre cuando se decide a elegir o no a su pareja. Ese es un hecho
demostrado.
Hay parejas que funcionan, incluso
así, pero, siendo amor, yo opino que en esos casos es más una cuestión de
dependencia que de verdadero amor. El amor requiere equidad, a mi entender.
Otro motivo más para que ambos se parezcan también en esto.
Uno de los grandes retos del amor es mantenerlo con el paso del tiempo.
En esas estáis la mayoría de los que leáis este artículo y, por tanto, a ello
dedico mi esfuerzo en forma de opinión.
¿Cómo se hace para mantener viva la llama del amor?
Dicen que la rutina es el mayor enemigo. Estoy de acuerdo. Todos estamos
de acuerdo ¿verdad? Pero….¿de quien es la responsabilidad de tomar las
distintas iniciativas encaminadas a vencer la rutina?.
Veamos un ejemplo:
A todos nos encanta que nos den un masaje (terapéutico o sensual) alguna
vez pero… ¿quién lo da?, ¿Quién lo recibe?. ¿Hay equidad?. ¿Hay verdadera
dedicación?.
A veces… tendemos a dejar en manos
del otro esa responsabilidad. Somos conscientes de que hay que vencer la
rutina, somos conscientes de que hay que tener iniciativas ( idearlas,
proponerlas y llevarlas a cabo) pero….aun así hay muchos miembros de parejas
que no lo hacen.
Por qué?. Yo me preguntaría si el amor sigue vivo. El aburguesamiento, el
acostumbrarse a “lo bueno”, la pereza o, simplemente, la costumbre hace que no
movamos un dedo en ese sentido.
Una cena romántica, un viaje, un plan para ver una película, siquiera.
Los detalles importan. Y mucho. Los detalles son pruebas de amor. Como ya dije
antes….no existe el amor, sino las pruebas de amor.
Observad frases como estas, por favor:
“Te amo pero no me atrae el sexo contigo”
“Te amo pero tengo mis aficiones y tú las tuyas. Cada uno por su lado”.
“Te amo pero pasan dos días sin un beso de verdad.”
“Te amo pero no te miro a los ojos.”
“Te amo pero no te lo digo”.
“Te amo pero discuto contigo a menudo”
“Te amo pero no te admiro”
“Te amo pero no converso contigo”
“Te amo pero no me río contigo”
“Te amo pero solo te presto atención cuando te veo mal”
“Te amo pero no quiero que tengas vida propia con tus amig@s”
No nos engañemos. Eso no es amor.
El amor se desarrolla cada día. Con pequeños y grandes detalles.
Otra frase típica (respecto al amor) y, no por ello, menos cierta es que si
no te quieres a ti mismo no puedes amar a otro.
Es una pura verdad. Quererse a sí mismo es lograr el equilibrio necesario
para aceptarse tal como se es sin renunciar a la mejora personal. Para ello es
fundamental conocerse a sí mismo, claro. Una forma de conocernos y aceptarnos a
nosotros mismos es descubrirnos a través
del ser amado. Nuestro reflejo y proyección en el otro nos complementa. No por
lo que nos falta, sino por lo que aprendemos de nosotros mismos, por lo que
podemos llegar a ser junto al otro.
Sólo puedo saber qué quiero, qué espero, qué puedo dar etc… si me acepto,
si me conozco y si, a pesar de todo, me amo. Es eso que llamamos plenitud.
Imposible amar sin sentirnos plenos.
Debemos amarnos a nosotros mismos. Nadie da al otro lo que no estaríamos
dispuestos a darnos. Ni siquiera por amor. Nadie puede dar lo que no tiene. Y
viceversa. En amor… cuanto más se da… más se tiene.
Es necesario sentirse bien con uno mismo. Se debe intentar que nuestro
estado general sea de buen humor, con carácter positivo, tolerante, abierto,
receptivo, conciliador. Es necesario amar a la vida y tener deseos de vivirla.
Solo en ese terreno puede nacer y crecer el amor verdadero.
La superación conjunta de cada uno de los obstáculos, que la vida nos
ponga a nuestro paso, hará que el amor evolucione, se fortifique y estreche
vínculos inseparables.
Solo pueden amar de verdad las personas auténticas. Es decir, las
personas cuyos actos, palabras e ideas no difieren en exceso. Soy auténtico si
lo que creo de mi se parece a lo que los demás creen de mi. Soy auténtico si
soy leal a mis expectativas y no a lo que los demás esperan de mí.
Y sin embargo, esa autenticidad debe estar más cerca de la modestia y la humildad
que de la soberbia o la prepotencia. Solo así es posible darse al ser amado.
El amor requiere paciencia, tolerancia y deseo del bien para con el otro. Todo en su justa medida. En un
equilibrio harmónico.
El amor requiere egoísmo, exigencia y esperanza. También en su justa medida.
Imposible amar de verdad sin ese sentido del equilibrio. Equilibrio en
cuanto a estar lo suficientemente loco como para cometer alguna locura (prueba
de amor necesaria a veces) y lo suficientemente cuerdo como para actuar con
sentido común y de forma razonable.
Hay que estar muy loco como para pretender ser un cuerdo total.
Como veis… soy bastante exigente en cuanto a amor se refiere.
Pero me reitero
en que el verdadero amor es muy difícil de encontrar. Hay sucedáneos de amor,
hay amores efímeros y hay otros sentimientos que yo no calificaría como amor.
Pero amor….AMOR con mayúsculas….. Eso es, realmente, difícil. Quien lo conoce…
lo aprecia en su justa medida.
Básicamente esta
es mi idea del amor. Exigente, completa, compleja pero preciosa y, sobre todo…
factible.
GRACIAS
Fdo. Diego Bueno.
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