Han existido desde
que las personas vivimos en comunidad y formamos sociedades.
Manipular a las
personas para conducirlas hacia intereses particulares es algo tan viejo casi
como el propio ser humano.
En la actualidad, la
pregunta es: ¿Qué pueden hacer ciertos estratos sociales cuando son conscientes
de que, siendo una minoría, necesitan de una mayoría para gobernar en
democracia?
Es evidente que, o
se manipula a la gente para que les voten, o no conseguirán el poder político.
También es evidente que hay sectores de la sociedad que no están dispuestos a
renunciar al poder político aunque ya posean el poder económico.
Existen diversos
métodos de manipulación (léase a Noam
Chomsky).
Uno de esos métodos
es la invención y manipulación de noticias. Las llamadas “fake news” o, en castellano, noticias
falsas.
Existe un sector de
población minoritario formado por empresarios, aristócratas y gente acaudalada
en general, que no desea que se produzcan cambios en su estatus social o que
desean, incluso, la regresión hacia estados anteriores. Hablamos, concretamente,
de la derecha reaccionaria que, por
definición, trata de que la sociedad no solo no evolucione, sino de que
involucione. El motivo es evidente. Por una parte no perder su condición de
privilegiados y por otra, recuperar unos privilegios perdidos.
El problema para ese
tipo de pensamiento (los reaccionarios) es que hoy día hay democracias que,
igualmente por definición, se basan en la obtención del poder gracias a las
mayorías.
Gracias a las “fake news”, en el siglo XVI, los
poderosos de la época consiguieron tripulación para los barcos que iban a
América a expoliar tierras y riquezas a los indígenas que vivían allí. Así
inventaron el mito de “El dorado” que los incautos se creyeron y que hizo que
muchos hombres se embarcaran en esa peligrosísima aventura para riqueza y
regocijo de unos cuantos.
Otro ejemplo
clarísimo de éxito de las “fake news”
ocurrió cuando la burguesía romana, ante la amenaza de una nueva religión que
ponía en peligro su estatus, lanzó la idea de que los cristianos eran caníbales
y otras noticias de ese estilo, lo cual dio lugar a la persecución y ejecución
de los cristianos de la época.
La historia está
llena de fake news lanzadas, casi siempre, desde el mismo sitio.
¿No os habéis
preguntado cómo es posible que gobernantes como Hitler, Bolsonaro, Berlusconi o
Donald Trump hayan alcanzado el poder de forma “legítima”?
Una de las
respuestas a esa pregunta es, ¡gracias a las fake news!.
Hasta hace no
muchos años, quienes dominaban los medios de comunicación eran quienes tenían
el poder. Por eso la iglesia católica inventó hace mucho la intermediación con
Dios por parte de los sacerdotes con objeto de que la gente les informara de
sus pecados mediante la confesión, por eso en todas las dictaduras se han
manipulado desde siempre la prensa y las emisoras de radio y televisión y por
eso, aun en la actualidad, las cadenas de televisión públicas son usadas por
los políticos para manipular a las personas.
(Y sí. A ti también
te manipulan aunque pienses que a ti no. A ti, a mí y a todos y todas. Eso si…
a unos/as más que a otros/as.)
Sin embargo, en
cuanto surgió el fenómeno globalizador de internet, se le dio a cada ciudadano
la posibilidad de informarse por su cuenta.
Hemos pasado de
disponer solo de unas cuantas fuentes de información a disponer en la
actualidad de tantas fuentes que es imposible asimilar ese exceso de
información.
La batalla por el
control de la información se centra ahora en lanzar titulares (pocas personas
leen las noticias completas porque es una tarea demasiado ardua) que con
mensajes directos distorsionan la realidad o, simplemente, la inventan.
Voy a tratar de explicarlo mediante
ejemplos.
·
El
mecanismo de las fake news
La idea es la
siguiente. Se trata de jugar con el miedo o con la ilusión de la gente. Se
trata de dominar sus emociones, de conducirlas hacia donde me interesa.
Imagínense por un
momento que yo, junto con un equipo de personas afines y, dada mi situación de
pertenencia a clase social alta, fundo un partido político de derechas.
Es evidente que
solo con los votos de los empresarios y adinerados no voy a ganar unas
elecciones. Se hace necesario el voto de personas que necesito manipular para
que, incluso voten algo que les perjudique. El plan es maquiavélico pero lo
curioso es que da resultado.
Necesito algo que
levante pasiones, que enerve, que suscite emociones tales que haga olvidar a la
gente que, en realidad, solo velo por mis intereses. Ese algo puede ser, por
ejemplo, la patria, la banderita, el nacionalismo exacerbado, las tradiciones o
la religión.
No obstante no me
voy a conformar con eso. Aunque tenga un buen número de votantes fieles,
necesito jugar todas mis cartas para asegurarme el éxito.
Lo siguiente que
haré será intentar que la gente de izquierdas no vote. Para ello nada mejor que
desprestigiar a la política en sí. Mensajes como “Todos los políticos son iguales” o “Todos los políticos van a lo suyo” junto con el “Yo robo pero tú también” suelen calar
fácilmente entre el pueblo que, desconcertado y desilusionado termina por ser
víctima del desencanto que, finalmente, le hace no votar.
La otra estrategia
que usaré será la invención de noticias o la manipulación de noticias
verdaderas.
Si, por ejemplo (y
este es un ejemplo real) lanzo la noticia de que Pedro Sánchez va a cerrar los colegios de educación especial, solo
puedo obtener resultados positivos.
Ante una noticia
así hay dos tipos de reacciones. La gente que se la cree y la gente que no se
la cree.
Quienes no se lo
creen seguirán su camino y no cambiarán su voto sea cual sea.
Quienes sí se lo
creen serán víctimas del miedo. Nada mejor que el miedo para conseguir
manipular a las personas.
Desde el punto de
vista electoral existen dos tipos de miedos. El miedo fundado y basado en
hechos pasados y el miedo infundado basado en posibles hechos futuros. El
primero está fundado en que ya conocemos lo que ocurrió anteriormente, es
decir, por ejemplo, si voto a quienes me robaron con anterioridad, existen
muchas posibilidades de que me vuelvan a robar. El segundo miedo es infundado
ya que está basado en hechos que podrían ocurrir en un futuro, es decir, por
ejemplo, si voto a un partido que promete algo tan noble como subir el SMI es
probable que la economía del país se resienta.
Yo, con mi partido
de derechas trataré de infundir miedo a la ciudadanía para que las cosas no
cambien (esta es la esencia de los partidos “conservadores” que, por
definición, tratan de conservar lo que ya existe). Para ello haré uso de la
invención y manipulación de noticias porque, en cualquier caso, solo obtengo
beneficios. Serán muchos o pocos beneficios pero jamás perderé nada por ello.
Así que,
aprovechando las declaraciones de alguien de izquierdas en el sentido de que
van a tratar de llegar a la plena inclusión (una idea, sin duda muy noble),
tergiverso la noticia y traduzco esas palabras añadiendo el matiz de que van a
cerrar los colegios de educación especial. Quienes se crean la noticia y no
quieran que se cierren esos colegios, van a ser víctimas del miedo, del segundo
de los miedos, del que tiene que ver con el futuro, y ante ese miedo cambiarán
su voto o afianzarán el que ya tenían pensado hacia mí o, simplemente, el
desencanto ante la incertidumbre les hará no votar.
Como puede
observarse, solo obtengo beneficios con esa noticia falsa. El famoso dicho de “difama que algo queda” adquiere en
estos casos su máxima expresión y efectividad.
Dicho de otra
forma… considero que, como ciudadanos debemos adquirir y tener la máxima
capacidad de desgranar, de contrastar noticias, de buscar información desde
distintas fuentes y, finalmente, de hacernos una idea, lo más cercana posible,
de la realidad.
Difícil tarea que
en muchos casos resolvemos con la llamada “credibilidad” que nos aporte el
lugar de donde nos venga la noticia.
Fdo. Diego Bueno
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