martes, 12 de enero de 2021

HABLEMOS DE LA INCERTIDUMBRE... POR FIN!!

 



Trabajo, amor, salud, dinero…

Todos aspiramos a tener todo eso y a sentirnos seguros. Es algo de lo más humano. Sin embargo, a lo largo de la vida, siempre habrá algunos de esos parámetros (o incluso todos) que no tengamos lo suficientemente claros o a nuestro gusto. Simplemente es imposible que todo esté bien siempre. Ya que los cambios son intrínsecos e inevitables, enfoquémoslos hacia nuestro beneficio interior.

Generalmente prestamos más atención a lo que nos falta que a lo que tenemos. Prestamos más atención a lo que deseamos conseguir que a lo que ya hemos conseguido. Craso error, porque pasamos de sentirnos agradecidos y, por tanto, felices y plenos, a instalarnos en la queja y por consiguiente, a sentirnos desdichados e incluso frustrados o incompletos.

Muchas personas, para combatir la incertidumbre, se ponen en manos de dioses y religiones basadas en la fe, o lo que es lo mismo, en encontrar certezas sin una base racional y empírica. Otras personas recurren a “adivinos”, echadores de cartas y demás aprovechados. Todos ellos saben muy bien que la certidumbre es una necesidad humana. Sin embargo, siento decirte que los dioses son creados a imagen y semejanza de las necesidades humanas y no al revés y que los “adivinos” y los mesías se aprovechan del conjunto formado por tus carencias y tus necesidades.

Quiero hacer hincapié en el término “carencias” para aclarar que no lo menciono en tono peyorativo ni mucho menos. La educación recibida, la falta de tratamiento de la inteligencia emocional en los currículos escolares, en el entorno socio-económico o en la propia moral social imperante, delimitan y asfixian nuestra capacidad para desarrollar herramientas que nos permitan, primero, aceptar que la incertidumbre es intrínseca a la propia existencia y segundo, que hay formas de conseguir que no nos convirtamos en náufragos a la deriva en un mar de miedos, porque una de las principales consecuencias de no aceptar la incertidumbre son los miedos y, como consecuencia, la parálisis que implican.

Asimismo, la incertidumbre mezclada con la necesidad de seguridad, suele conllevar una búsqueda, a veces obsesiva, de esa seguridad deseada. Tal deseo insatisfecho es sinónimo de frustración, de ansiedad, de queja y de sufrimiento.

Incertidumbre= miedos= parálisis= no crecimiento= infelicidad

Incertidumbre= búsqueda de certidumbre= frustración, = desesperanza= infelicidad

Una vez que nuestras necesidades básicas para la subsistencia (techo, agua, comida…) están cubiertas, todo lo demás es susceptible de ser interpretado subjetivamente, es decir, podemos centrarnos en agradecer lo que poseemos o, en cambio, añorar y quejarnos de lo que nos falta. No se trata de convertirnos en conformistas, sino más bien de buscar un equilibrio entre la mejora constante y a la vez no dejar de lado la autocomplacencia por lo que hemos conseguido, porque los objetivos y los bienes materiales, para que puedan ser valorados en su justa medida, han de ser conseguidos. Estamos inmersos en una sociedad en la que, para obtener beneficio económico con la venta de productos, se crean necesidades ficticias a cada minuto. Bien, pues esa misma filosofía, sin apenas darnos cuenta, se aplica también a las necesidades no tangibles (afecto, compañía, muestras de cariño o admiración, amor, sexo, necesidad de ser entendidos y aceptados…), es decir, a veces, creamos necesidades innecesarias.

El nivel de incertidumbre aceptado, tiene que ver con los logros, con la magnitud de los objetivos fijados, con la autoestima, con la voluntad, la firmeza, la constancia y la tenacidad de nuestro esfuerzo y nuestras convicciones, en definitiva, tiene que ver con lo que somos , con cómo somos capaces de ver el mundo desde una perspectiva positivista, con nuestra resiliencia, con nuestra capacidad para emocionarnos o apasionarnos, con nuestra tolerancia para con nosotros mismos, con nuestra capacidad para comunicarnos, de interrelacionarnos, de abrir nuestros corazones, de empatizar, de ayudar y hacer el bien. Resumiendo, tiene que ver con nuestra inteligencia emocional. Todo eso, como decía, no solo es trabajable y mejorable en cualquier momento, sino que debería ser tenido en cuenta y estimulado desde la primera bocanada de aire, en las familias, en los centros educativos, por las administraciones y hasta en la moral social, sin dejar de lado, obviamente, la responsabilidad individual a la que hay que apelar en cualquier momento de nuestra existencia.

Se trata de construir nuestro propio bucle en el que el patrón a seguir sea:

Me conozco (virtudes y defectos) me esfuerzo para mejorar → mejoro me acepto → me quiero → me siento pleno, seguro y con fuerzas para afrontar la incertidumbre → la asumo.

Paradójicamente, la incertidumbre es de las pocas certezas que tenemos. Aceptarla requiere de esfuerzo y constancia, pero el premio es descomprimirnos y consiste en librarnos de miedos infundados y frustraciones innecesarias que empobrecen nuestra vida. Nuestra única vida mientras no se demuestre lo contrario. Merece la pena, sin duda.

Fdo. Diego Bueno


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