lunes, 21 de noviembre de 2022

Hablemos de "decir" y "hacer"... por fin!!

 


Las palabras son los ladrillos que construyen nuestras ideas y pensamientos. Con el lenguaje esculpimos nuestro ser y nuestra esencia. Con la construcción de frases usando un lenguaje rico, podemos expresar nuestras emociones, nuestros sentimientos o nuestras opiniones con total libertad. Toda nuestra identidad está apoyada en nuestras palabras porque con ellas, entre otras cosas, programamos nuestras acciones. 

Quienes califican de "verborrea" el buen uso del lenguaje no hacen sino demostrar de forma hiriente su impotencia por no disponer de esa virtud. Quienes hacen apología del "hacer" anteponiéndolo al "decir" hacen una separación (como si "decir" y "hacer" fueran incompatibles) perversa, muy probablemente basada en su poca capacidad para decir, sin embargo, yo, personalmente, me declaro seguidor entusiasta de ambos, sin incompatibilidad. Decir y hacer. Esa es la cuestión. De hecho, la autenticidad de cada persona se basa en la coherencia que hay entre lo que piensa, lo que dice y lo que hace.

Considero una gran virtud, (a día de hoy, quizás, vilipendiada) la capacidad para usar un lenguaje rico, eficaz y adaptado a los contextos en los que nos situemos. Es directamente proporcional la libertad individual a la riqueza lingüística.

Fdo. Diego Bueno


martes, 1 de noviembre de 2022

¡¡HABLEMOS DE: “EL MANUAL DE INSTRUCCIONES QUE NO TE DIERON PARA EDUCAR A TUS HIJOS Y/O HIJAS ENSEÑÁNDOLES A PENSAR” … POR FIN¡!

 


   Partimos de la base de que ambas tareas (educar y enseñar a pensar) deberían ir de la mano siempre y son difíciles de llevar a cabo ya que requieren de esfuerzo, dedicación, constancia, tenacidad y tener claras las pautas principales a seguir. En la mayoría de casos no nos enseñaron de pequeños y, por tanto, es lógico tener dudas acerca de cómo hacerlo con nuestros hijos e hijas, así como con nuestro alumnado.

   Para enseñar a pensar, ante todo debemos tener claro que nuestros hijos e hijas son capaces de hacerlo. Y es que, a pesar de que su cerebro está en constante crecimiento y en proceso de maduración, tienen capacidad para empezar a desarrollar su propia lógica, su razonamiento y sus estrategias, tan necesarias para la vida desde muy temprana edad. Aprenden pronto a tomar decisiones salvo que nosotros obstaculicemos esa tendencia innata cuyo origen radica en la supervivencia.

Pretender la obediencia no es educativo

   Muy al contrario de lo que mucha gente opina, obedecer no educa, solo nos sirve para generar sumisión y asegurarnos de que todo estará bajo nuestro control cuando consigamos que nos obedezcan nuestros pequeños.

   Obedecer se le puede pedir a una mascota, ya que no piensa y su adiestramiento pasa porque obedezca a cambio de un premio. Sin embargo, nuestros hijos, como seres humanos, aunque sean pequeños, tienen la capacidad de pensar, de entender, de razonar y de tomar decisiones. Y por supuesto, tienen el derecho a ser ellos mismos, con sus ideas, convicciones y razonamientos, incluso sin que estemos de acuerdo.

“La educación consiste en ayudar a un niño a llevar a la realidad sus aptitudes”

-Erich Fromm-

¡Educar sin sumisión es más difícil!

   Sin duda alguna, visto desde la perspectiva del educador adulto, es mucho más difícil educar sin pedir obediencia, haciéndolo a través del respeto, valorando y enseñando a pensar a nuestros pequeños.

  Durante la infancia, como humanos que somos, tenemos la capacidad de absorber todo lo que nos rodea gracias a los estímulos e ir haciéndonos una idea del mundo en función de nuestra edad, de nuestras circunstancias y de nuestro contexto. Esto significa que, si enseñamos a los niños y niñas a obedecer, estaremos coartando esa capacidad de absorción para pasar a centrarnos en lo cómodo (en lo egoísta, más bien). Y es que para el educador es cómodo exigir obediencia, de la misma forma que para el niño o la niña que están acostumbrados a obedecer, también es cómodo hacer lo que le mandan. El problema es que, de esa forma, el pequeño aprenderá que no es importante para el mundo y eso hará que se sienta inseguro y que se llene de miedos. Es muy evidente que la libertad tiene como precio tener que emplear un mayor esfuerzo, estimulación y tiempo. El premio es: personas que piensan, que comprenden, que sacan sus propias conclusiones y que son capaces de reflexionar y, por consiguiente, de tomar más y mejores decisiones. Toda esa batería de ventajas tendrá como consecuencia su buena autoestima, su crecimiento personal, su mayor plenitud y, por consiguiente, más y mejores herramientas para sentirse bien.

Requisitos: Dedicación, tiempo y estimulación 

   Enseñar a pensar supone dedicación, tiempo, paciencia y una buena metodología. Saber cómo hacerlo, utilizando las estrategias adecuadas. Para ello, se necesita una actitud reflexiva, respetuosa, motivadora, entusiasta y por supuesto, desde el amor y la ternura para que la estimulación nos conduzca a obtener buenos resultados.

   Por supuesto, esos resultados, significan permitir al niño que crezca sano emocionalmente, que se sienta querido, respetado y escuchado. Por tanto, el pequeño crecerá seguro de sí mismo y fuerte para afrontar, cuando sea adulto, las adversidades de la vida, sabiendo reflexionar sobre ellas y tomando las mejores decisiones. Se trata de buscar un difícil equilibrio para no caer en la tentación de darle a nuestro hijo o hija más espacio del que le corresponde por su papel ya que de hacerlo, podría resultar contraproducente. Todos y todas conocemos a ese tipo de niños y niñas que son egoístas, prepotentes, malcriados e incluso déspotas.

¿Cómo podemos enseñar a pensar?

   Para enseñar a pensar es importante tener en cuenta una serie de estrategias a nivel educativo que permitirán al pequeño crecer, definiéndose él mismo ante la vida y ante nosotros, aprendiendo y entendiendo el mundo y lo que es más beneficioso para él y para su camino en la vida, contando siempre con nuestro amor, apoyo y cercanía. Estas estrategias son:

·         En primer lugar, mostrar y expresar a nuestro hijo y/o hija que él/ella es lo más importante para nosotros en la vida, transmitiéndole el cariño, el amor y el reconocimiento que merece por su superación, aprendizaje y crecimiento, pero ese reconocimiento ha de ir en consonancia con los logros.

·         Darle la oportunidad de hacer su propio camino, es decir, no darle las cosas hechas, solucionadas o terminadas, sino que, desde el apoyo y el acompañamiento, permitirle que lo haga, aún a riesgo de que se equivoque y aunque ello suponga tener que rectificar más adelante. Esto requiere paciencia y tiempo. Merece la pena emplearlos.

·         La comunicación y el lenguaje son fundamentales. Con ello, nos referimos al verbal, al no verbal y al emocional. Es muy importante hablarle de manera clara, sencilla y cariñosa. Es muy importante usar un vocabulario rico que defina con exactitud lo que queremos transmitir.

·         Ante sus razonamientos y pequeñas decisiones, conviene escuchar, darle tiempo, respetar sus tiempos, explicar las consecuencias de lo que concluye, y en algunos casos, dejarle experimentar esas consecuencias de sus propias convicciones, para que, desde la experiencia, saque sus propias reflexiones y su propio aprendizaje. Al igual que en todo, se requiere igualmente, tiempo y paciencia.

·         Debemos reforzar, ser positivos con ellos en sus pequeños logros y descubrimientos y motivarles hacia lo que consideramos que es importante que aprenda, por ejemplo: hábitos de higiene, estudio, comportamientos, etc.

·         El buen humor, la positividad y la ilusión SIEMPRE ayudan a crear buenos ambientes en los que los niños y niñas pueden desarrollarse como personas libres, pensantes y autónomas.

·         Una buena estrategia a usar es la de invitarles a que nos expliquen las cosas. Nada mejor para aprender, que enseñar.

Olvidar las imposiciones

   Es muy importante llegar a acuerdos, a consecuencias consensuadas, para que, desde la comunicación, el entendimiento y la negociación, los pequeños formen parte de las decisiones, de las normas y de los valores que queremos enseñarles y, en resumen, de su propia vida, pensando por ellos mismos lo que más les motiva e ilusiona.

“No les evitéis a vuestros hijos las dificultades de la vida, enseñadles más bien a superarlas”

-Louis Pasteur-

De esta forma nuestros hijos e hijas crecerán sanos/as emocionalmente, seguros/as de sí mismos/as y capaces de tomar sus propias decisiones en la vida.

Una buena estrategia para combatir esos miedos incapacitantes y que nos impiden crecer, es aprender a superar dificultades. Acumular un bagaje de resolución de problemas nos hace sentir seguros y nos aumenta la autoestima. Y todo esto se debe poder producir desde la más temprana edad. El niño o la niña que recoge el yogur que se la ha caído al suelo, procurará evitar que se le vuelva a caer a la vez que aprende a limpiar lo sucio. Por supuesto que hay riesgos. Vivir es ya, de por sí, un riesgo. Somos los adultos quienes debemos valorar los riesgos en su justa medida, pero a sabiendas de que la sobreprotección tiene también consecuencias muy negativas a largo plazo.

Fdo. Diego Bueno


HABLEMOS DE: "EL MAL EN INTERNET"… POR FIN!!

  HABLEMOS DE "EL MAL EN INTERNET"… POR FIN!!    Internet, en general y las redes sociales, en particular, nos han acercado tanto...