Las palabras son los ladrillos que construyen nuestras ideas y pensamientos. Con el lenguaje esculpimos nuestro ser y nuestra esencia. Con la construcción de frases usando un lenguaje rico, podemos expresar nuestras emociones, nuestros sentimientos o nuestras opiniones con total libertad. Toda nuestra identidad está apoyada en nuestras palabras porque con ellas, entre otras cosas, programamos nuestras acciones.
Quienes califican de "verborrea" el buen uso del lenguaje no hacen
sino demostrar de forma hiriente su impotencia por no disponer de esa virtud.
Quienes hacen apología del "hacer" anteponiéndolo al
"decir" hacen una separación (como si "decir" y
"hacer" fueran incompatibles) perversa, muy probablemente basada en su
poca capacidad para decir, sin embargo, yo, personalmente, me declaro seguidor
entusiasta de ambos, sin incompatibilidad. Decir y hacer. Esa es la cuestión.
De hecho, la autenticidad de cada persona se basa en la coherencia que hay
entre lo que piensa, lo que dice y lo que hace.
Considero una gran virtud, (a día de hoy, quizás,
vilipendiada) la capacidad para usar un lenguaje rico, eficaz y adaptado a los
contextos en los que nos situemos. Es directamente proporcional la libertad
individual a la riqueza lingüística.
Fdo. Diego Bueno
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