martes, 5 de agosto de 2025

HABLEMOS DE ¿QUÉ SIGNIFICA SER UN BUEN PROFESOR O PROFESORA?… ¡POR FIN!

 

Imposible no mencionar a mi admirado D. Paulo Freire

   Todos tenemos en nuestro recuerdo a ese buen profesor o esa buena profesora que llevamos con nosotros para toda la vida. Imagina que hiciéramos una encuesta cuya pregunta fuera: ¿Cuál fue tu mejor profesor o profesora en el instituto y por qué?

   Estoy seguro de que decidiste elegir a ese/a profesional de la educación por su capacidad para inspirar, motivar y conectar contigo a nivel personal y académico. Más allá de la mera transmisión de conocimientos, esta persona seguro que poseía cualidades como la empatía, la pasión por enseñar, la capacidad de crear un ambiente de aprendizaje positivo y la habilidad de adaptarse a las necesidades individuales de cada estudiante. 

   El buen docente no nace, se hace a través de un duro trabajo personal. Nuestra profesión es una de las más complejas. Los procesos educativos de enseñanza- aprendizaje requieren de muchas cualidades. No basta la vocación. Se necesitan habilidades sociales, inteligencia emocional, capacidad de liderazgo, infinita paciencia y conocimientos expertos en cómo funciona la mente humana para motivar y facilitar la adquisición de conocimientos, habilidades y destrezas.

   Todos, en algún momento de nuestra vida, hemos sido estudiantes y durante esa etapa nos hemos encontrado con profesorado de todo tipo. ¿Verdad que sí? Desde siempre, la pedagogía ha tratado de resolver el enigma: ¿Qué cualidades debe tener alguien a quien consideraríamos un buen docente? Porque también es cierto que hay muchos alumnos o alumnas que, en su inmadurez, consideran buen docente a quien no lo es tanto, simplemente porque ofrece un trato cercano o porque hace que el alumnado apruebe sin demasiado esfuerzo, sin embargo, además de que tal actitud me parece un acto de irresponsabilidad, es evidente que no es ese el papel que debemos asumir.

   A continuación, paso a detallaros las conclusiones a las que se ha llegado a nivel mundial y que son aceptadas, contrastadas, consensuadas y ratificadas por los más reputados expertos en pedagogía, didáctica y metodología educativa.

   Los estudios han demostrado que la calidad educativa aumenta cuando el profesor o profesora cumple con los siguientes aspectos:

Competencia en la materia

   Es tan obvio como esencial que el profesorado tenga un buen dominio de la materia que va a impartir/enseñar. Por supuesto, este conocimiento supone conocer más que los términos, los hechos o los conceptos. También es necesario una buena organización e interrelación de las ideas. Es imprescindible, por ejemplo, que el profesor o profesora sea capaz de debatir sobre todos los aspectos de la materia y extrapolar los conocimientos a otras áreas, incluido, por supuesto, la vida real en su contexto sociocultural.

Estrategias de enseñanza

   Para lograr una buena instrucción hay que aplicar las estrategias apropiadas. Hoy en día se considera que las más óptimas son las de carácter constructivista. El constructivismo es una corriente pedagógica y filosófica que postula que el conocimiento no se recibe de forma pasiva, sino que se construye activamente por el propio individuo a través de la experiencia y la interacción con su entorno. Busca empoderar al estudiante para que se convierta en un constructor activo de su propio aprendizaje. Por lo tanto, la estrategia a seguir es estimular al alumnado para que explore, descubra el conocimiento y piense con sentido crítico. Debo citar obligatoriamente a los padres del constructivismo que son Piaget y Vygotski a los cuales todos los docentes interesados en el arte de transmitir conocimientos hemos estudiado en algún momento.

   Para que todo el mundo me entienda… ¡No puedes ni debes aprender a multiplicar si antes no has aprendido a sumar! (esto es “aprendizaje significativo” y forma parte del constructivismo)

Establecimiento de objetivos y planificación educativa

   Los profesores y profesoras eficaces no improvisamos las clases. Establecemos objetivos complejos para la enseñanza y creamos planes para lograrlos. Una buena programación implica un enorme trabajo y mucho tiempo, pero gracias a esto se logra convertir el aprendizaje en un reto y una actividad interesante. Se programa “al milímetro” relacionando objetivos, contenidos, normativa, resultados de aprendizaje, cualificaciones, unidades, bloques, contenidos transversales, evaluación, calificación, recuperaciones, actividades extraescolares, normas… Absolutamente toda actividad docente debe estar “preprogramada” (perdón por la redundancia pero la programación debe estar realizada con cuanta más antelación, mejor) con una planificación diseñada a conciencia y con la posibilidad de ir siendo adaptada a las necesidades y características del grupo clase.

Actividades adecuadas al desarrollo madurativo

   Los estudiantes van creciendo, van madurando, van cambiando incluso a velocidades vertiginosas propias de la adolescencia o la post adolescencia. Es importante que los docentes conozcamos las distintas etapas del desarrollo y sus características con objeto de que el material usado sea acorde a las características de nuestro alumnado.

Habilidades de control de aula

   Nuestra tarea no es solo tener un grupo de individuos, sino lograr que el aula sea un conjunto cohesionado. Para ello, necesitamos habilidades como definir reglas, organizar equipos, supervisar tareas y manejar la mala conducta, siempre personalizando la atención. Un control demasiado estricto o demasiado laxo es perjudicial siempre. El objetivo es crear un ambiente democrático y equilibrado, donde se fomente la participación y el pensamiento crítico, pero siempre respetando las normas de convivencia.

Habilidades de motivación

   Sin la motivación adecuada, el aprendizaje es limitado. Para ser eficaces, debemos transformar las tareas educativas en actividades creativas y estimulantes. Por ejemplo, la gamificación —el uso de juegos en el aula— es una excelente manera de incentivar la participación activa de nuestro alumnado. Toda actividad humana que provoca emociones positivas, empezando por la alegría y sus expresiones en forma de risa, estimula zonas cerebrales que facilitan el aprendizaje y lo afianza en la memoria. Con esto queda todo dicho respecto al ambiente de trabajo en el aula.

Habilidades de comunicación

   Ser docente implica ser una buena o un buen orador y saber adaptar el nivel de expresión a las características de las personas receptoras. Nuestra comunicación no solo se dirige al alumnado, sino a toda la comunidad educativa. Es un lazo que une a la persona educadora y a la persona educanda. Debemos encontrar el equilibrio entre usar un lenguaje atractivo e inteligible para el alumnado y, al mismo tiempo, introducir vocabulario técnico y nuevas formas de expresión.

Reconocimiento de las diferencias individuales

   Cada estudiante es único, con sus propias cualidades y su perfil de aprendizaje. Ser una buena profesora o un buen profesor significa reconocer y valorar esas diferencias, y adecuar la forma de enseñar de manera individualizada. Esto incluye tener en cuenta las posibles necesidades educativas especiales de cada estudiante, lo que requiere un contacto permanente y cercano con las familias y los equipos de orientación. Obviamente esto requiere de tiempo, paciencia, empatía y esfuerzo, de ahí que sea importantísimo que las ratios (número de alumnos/as por profesor/a) no sean altas. Como es obvio, la calidad de la educación viene determinada, en gran medida, por esta relación, además de por contar con los/las profesionales adecuados en función de las necesidades de cada alumno y alumna, simplemente para que no sea necesario hablar de “inclusión” sino de “no exclusión” de nadie por ningún motivo. La heterogeneidad en el aula no solo es un reflejo de la sociedad, sino también una riqueza que toda persona merece experimentar.

Trabajo eficaz con contextos culturales diversos

   Hoy en día, es común encontrar aulas culturalmente muy diversas. Es nuestra responsabilidad conocer las particularidades de nuestro alumnado para fomentar relaciones positivas y evitar estigmatizaciones.

Mentalidad abierta e inclusiva

   La educación de calidad va más allá de la brecha cultural. Temas como la identidad de género, la orientación sexual o las neurodivergencias deben ser normalizados e incluidos en el aula. Nuestra labor es crucial: debemos formar a personas tolerantes, abiertas y empáticas, que construyan una sociedad más justa.

Habilidades de evaluación

   Como docentes, debemos ser conscientes del nivel de aprendizaje de cada alumna y alumno en todo momento. La evaluación, más allá de ser un simple método de calificación, debe ser una herramienta para conocer los puntos fuertes y débiles de nuestro alumnado y, así, poder orientar su enseñanza. Su objetivo principal es asegurar que adquieran los conocimientos mínimos exigidos y desarrollen habilidades sociales e individuales para la vida.

Habilidades tecnológicas

   Las herramientas tecnológicas, si son utilizadas correctamente, suponen un aumento de la calidad educativa. Por esto, los buenos profesores y profesoras tienen conocimientos y están al día de las nuevas tecnologías que fomentan el ambiente educativo. También es importante que nos encarguemos de familiarizar a nuestro alumnado con dichas tecnologías.

Conclusiones

   Como puedes ver, las exigencias para ser una buena profesora o un buen profesor son muchas. Puede parecer casi imposible reunir todos estos requisitos, pero nuestra profesión es de una gran responsabilidad y no podemos permitirnos no dar la talla. El riesgo es alto e implica que una parte del alumnado no desarrolle todo su potencial.

   El sistema educativo actual proviene de una forma de evaluar y educar en masa para seleccionar a la persona más válida para un puesto de trabajo. Se trata de un sistema “taylorista” que proviene de la Revolución Industrial. Los tiempos, por suerte, han cambiado y ahora se busca el crecimiento personal y profesional de las personas tratando de que se sientan felices desarrollando todo su potencial.

   Las profesoras y los profesores debemos estar en formación continua y, sobre todo, con una alta motivación. Aunque parezca contradictorio y sea, en cualquier caso, paradójico; ¡Debemos usar la tecnología para humanizarnos más! Nuestra vocación debe servirnos, entre otras cosas, para inculcar en nuestro alumnado el placer de aprender. La educación es un derecho, es un bien público al que debe tener acceso cualquier persona que forme parte de una sociedad, sin ningún tipo de sesgo, por tanto, no debe tener condicionantes religiosos, ni de clase social, ni de capacidad económica. Una sociedad mejora cuando mejora la educación de los individuos que la componen. Queda claro que la inversión en educación es, sin duda, la mejor inversión de futuro que puede realizar una sociedad.

   Fdo. Diego Bueno

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