lunes, 24 de agosto de 2009

HABLEMOS DE INSTINTO MATERNAL… POR FIN!!

 

Lo primero que he de aclarar (para aquellos escépticos acerca de mis artículos) es que en cada uno de ellos muestro MI opinión (son artículos de opinión) pero que estas opiniones no son gratuitas, sino que están fundamentadas, corroboradas y argumentadas.

Dicho de otra forma… Es posible (y deseable) la discrepancia respecto a mis opiniones pero no respecto a los argumentos jejejejeje.

Respecto al título de este artículo empezaré por la conclusión para, luego, esbozar mis argumentos.

La conclusión es, ni más ni menos, que el instinto maternal existe. Si. Existe. Pero dura lo que dura la lactancia y, a veces, algo más (no mucho más). Es decir, que sí existe un especial vínculo entre madre e hijo pero que, salvo los dos primeros años de vida (como mucho) ese vínculo es igual de especial que el que pueda existir entre padre e hijo (potencialmente) y que si es más especial con la madre o el padre no se debe al instinto maternal sino a factores, puramente, educacionales, culturales etc.

Y esto que acabo de decir, dista enormemente de la típica imagen de madre de adolescente abnegada y sufridora que aguarda en el sofá hasta altas horas de la madrugada, a que su hijo vuelva de la discoteca, mientras el padre permanece ajeno a tal preocupación. Lo que mueve a la madre a adoptar esa postura NO es el instinto maternal. Se trata de un temor desmedido asociado, generalmente, a la madre por problemas socioculturales en cuanto al establecimiento de roles.

Otro ejemplo sería el de la compleja situación que supone la separación padres-hijos que se produce el primer día de colegio. Es una situación antinatural desde el punto de vista biológico. Un mono y su cría reaccionarían con verdadero terror al tener que afrontar una brusca separación como esa. Y así reaccionamos la mayoría de nosotros (tanto hijos como padres y madres). Pero eso… No es instinto maternal sino instinto de protección de la cría

El otro caso es el de la sobreprotección. La prevención de accidentes fuera de una medida lógica. La típica madre que no se separa de su hijo de 5 años cuando este sube al tobogán para tirarse como hacen todos. Eso… NO es instinto maternal. En este caso la madre refleja en su hijo su inseguridad y/o falta de confianza.

El instinto maternal no es más que el especial vínculo que se establece entre madre e hijo durante el embarazo por el hecho de que este se produce dentro del cuerpo de la madre (y no más) y tras el parto por el hecho de que el acto de amamantar solo es realizado por la madre. Es cierto que la oxitocina aumenta en la mujer, es cierto que existen vínculos especiales que son confirmados a través de los 5 sentidos que quedan agudizados en la madre, pero una vez amamantada la cría no es el instinto maternal el que hace que haya mayor y, sobre todo, mejor vínculo entre madre e hijo que entre padre e hijo.

Es el instinto de protección de las crías (con el fin, biológico, de perpetuar nuestros genes) el que prevalece y ese instinto no es exclusivo de la madre.

Estoy ya hasta los cojones de oír frases claramente machistas que hacen referencia al especial papel que juega la madre para con los hijos.

 Señores!!!

 Los padres jugamos, exactamente, el mismo papel tan especial!!!.

Reivindico ese papel para los padres. Con toda la carga de responsabilidad que ello supone.

En Rusia es costumbre envolver al recién-nacido en distintas capaz de mantitas (tipo matriuska) que quedan, finalmente, amarradas y de tal forma que el pequeño no se puede mover, siquiera. Sin embargo, esto hace que el bebé deje de llorar automáticamente. El llanto del recién nacido está justificado porque tener que respirar supone un nuevo reto y esfuerzo que ha de afrontar, porque ha perdido el contacto que tenía con su madre, porque, espacialmente, queda ubicado en otro contexto que le es ajeno y nuevo, porque no cuenta con el olor y calor que, a modo de seguridad, le ofrecía el vientre materno. Sin embargo TODOS los bebés que son enrollados en mantitas dejan de llorar. Evidentemente las mantitas ejercen una labor parecida a la de su madre antes de nacer (he dicho parecida ¿eh?, que no se me confunda!!) al menos en cuanto a la sensación de seguridad y calor que le reportan las prendas pegadas a su cuerpecito.

¿Dónde queda el instinto maternal ahí?. Existir, existe, pero ni es tan fuerte, ni, por supuesto, es tan duradero.

(Y conste que todo eso me parece aberrante ya que lo ideal es mantener al bebé pegado a su madre).

Lo que explica que históricamente haya existido esa vinculación tan especial entre madres e hijos (y ya no hablo de bebés) no es mas que (y siento tener que volver a insistir en lo mismo) la cultura y educación machista imperantes desde siempre.

Por supuesto, buena parte de culpa de todo eso la tiene la iglesia (lo siento pero lo que es, es) por su papel preponderante en la fabricación de una moral concreta que define, claramente, una diferenciación (a mi juicio antinatural y, sobre todo, injusta) entre madre y padre. Las evidentes diferencias entre mujer y hombre no son solo biológicas. Eso es cierto, pero queda demostrado que la mujer debe y puede jugar un papel mucho más determinante en temas que van más allá de su rol de madre y que los hombres pueden y deben, también, asumir sus responsabilidades como padres (que también, van más allá del abastecimiento de comida y seguridad a la familia.

El rol de mujer ha consistido (durante demasiado tiempo) en parir y criar a los hijos. Ese era el objetivo vital (básicamente) de la mujer. El hecho de que seáis vosotras las que, biológicamente, estéis diseñadas para parir ha sido aprovechado por los hombres para, además, asignaros un papel secundario en el mundo, en el resto de acciones que todo ser humano tiene derecho a ejercer.

Por eso los grandes cargos han sido siempre masculinos (la mujer ha venido al mundo para parir y criar hijos), por eso la mujer no ha contado con derechos (a la educación, a la información, a la participación, al trabajo, a la independencia, al sexo…) a los que ha renunciado concienciada (manipulada desde el pensamiento moral imperante como, por ejemplo (y es uno más) el cristiano-católico) desde muy pequeñitas (recordad que sólo podíais jugar a muñecas ya que vuestro objetivo vital era encontrar un buen marido, parir y criar a los hijos y que si los niños jugábamos a muñecas éramos tachados de maricones). Por suerte toda esa basura en forma de moral impuesta ya se va diluyendo.

El exceso de protección de que hacéis gala con mucha (demasiada) frecuencia no es debido al instinto maternal sino a los vestigios de toda esa moral (a mi juicio, aberrante, injusta, machista y casposa)

Si alguien entra en mi casa y nota que está sucia pensará que mi mujer es una guarra (y no que el guarro, quizás sea yo)).

Si alguien no nota protección hacia los hijos en una mujer pensará que es una mala madre (y no se acordará del papel del padre que, posiblemente, sea peor que el de ella).

Una vez que el hijo ha dejado la lactancia materna el papel de ambos cónyuges es, potencialmente, exactamente igual. El famoso vínculo especial madre-hijo se ira diluyendo en poco tiempo, los niveles de oxitocina volverán a la normalidad y en la comunicación con el hijo entrarán en juego otros factores más determinantes que el olor corporal, por ejemplo. Lo que perdurará de por vida será el instinto de protección, el que nos hace perpetuar nuestros genes. Pero ese instinto no es exclusivo de la madre, sino que también lo tiene el padre.

Fdo. Diego Bueno

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