Ayer fuimos víctimas de un incidente en el parque.
Sergio vino, corriendo, asustado y con lágrimas aflorando en
sus ojos, a donde estábamos Eva y yo sentados tomando una cerveza para
avisarnos de que había unos niños acosando, humillando y riéndose de David.
Fuimos corriendo a ver qué pasaba y, al parecer, lo habían engañado dándole una
de esas botellitas de refresco de limón para que se la bebiera. El matiz es que
previamente la habían llenado con orina. No se si David llegó a beber. Lo que
sí se es que esos niños se reían mucho. Luego, al parecer, jugaban con una
pelota (y ahí es donde Sergio se percató) a darle pelotazos a David.
Lógicamente acudí furioso y descargué mi ira sobre esos
niños. El problema es que son niños y como tales… te das cuenta de que no
puedes hacer nada. Ya estaba hecho el daño y por mucho que yo me empeñe
volverán a hacer daño y David volverá a recibirlo.
David no… David no es consciente de nada de eso. David no
entiende que haya personas que hagan daño gratuitamente. Puedo decir que a
Sergio le pasa igual pero Sergio, al menos, cuenta con la suficiente
inteligencia para esquivar ese tipo de situaciones. David no tiene armas. David
sólo nos tiene a nosotros.
Intento dar vueltas en mi mente. Intento pensar los “por
qués”.
Lo que más me dolió fue ver la angustia de Sergio, su
impotencia para poder parar aquello y por no haber estado antes. Me dolió su
pena. A David no le afecta, o al menos, no le afecta como a nosotros. Es lo
bueno de la inconsciencia.
Luego, tras el incidente… seguimos sentados pero… tanto Eva
como yo no estábamos en la conversación. Tanto ella como yo nos sentíamos mal.
Muy mal. Observas cómo la gente acepta de forma impasible ese tipo de
situaciones cuando no se trata de sus hijos.
Actualmente la bondad no es un valor en alza, precisamente.
La gente acepta de forma automática que las relaciones entre personas es una
guerra para la que hay que estar preparados con armas. Armas, supuestamente, de
defensa que luego usan para atacar, invadir y humillar. La especie humana es
tan “animal” que necesita de la humillación del prójimo para destacar sus
supuestas virtudes.
En definitiva nos comportamos como lo que somos. Animales.
Somos una especie animal más, solo que para adueñarnos del medio contamos con
un arma con la que no cuenta el león. La “inteligencia”. Por desgracia somos
así de beligerantes. Gracias a esa violencia extrema nos hemos adueñado del
planeta. Lo hemos conquistado, lo hemos transformado, hemos extinguido muchas
especies animales y vegetales y, actualmente somos el animal que reina en el
planeta. Lo que no pensamos es que nuestra extinción (auto extinción) está asegurada a corto plazo y tendremos el
triste honor de extinguirnos habiendo durado, como especie, menos que los
dinosaurios, por ejemplo. La diferencia es que antes nos habremos llevado por
delante a miles de especies y que, probablemente, no dejemos nada vivo en este
planeta.
Es cierto que en España hay una moral imperante que detesta
las buenas formas, la EDUCACIÓN, el respeto a los demás, la tolerancia y la
solución de problemas por la vía pacífica. Es cierto que esa moral imperante
destaca el individualismo, el egoísmo, el “yo” “mi” “mío” del que hablaban los
Beatles en una canción, el “vivir” el presente aun a costa de destruirlo, la
inmediatez de los placeres, la ostentación de bienes materiales, la
satisfacción de “necesidades” cuanto antes a costa de lo que sea.
Es cierto todo eso pero… el uso de la inteligencia como
arma, el ataque a los débiles como artimaña para alcanzar plenitud inmediata y
la humillación del prójimo como prueba de poder…. No es una cuestión de la
moral imperante en España, sino de la condición de la especie humana.
Todos somos conscientes de que debemos preparar a nuestros
hijos para la guerra. Todos intentamos inculcarles toda esa basura acerca de la
maldad humana.
Pero…. Qué ocurre cuando te topas con un ser que ve las
cosas de otra forma?
Ya sea por su educación o, simplemente, por sus “carencias”,
en cuanto a aptitudes, que los demás sí poseen.
Y, sobre todo…. ¿Qué hacemos si uno de esos seres es tu
propio hijo?
Es triste. Muy triste, porque se que nadie que tenga hijos
“normales” puede ver todo esto. Nadie es capaz de entender al 100% todo esto
que digo.
Qué hacer?. Ir contracorriente?, ¿Montarnos en ese carro que
sabemos que no es el correcto?.
Veo en los medios de comunicación a 1000 fantoches egoístas
que son verdaderos iconos. Ídolos de masas. Veo cómo la gente se preocupa del
precio de los pantalones en rebajas, de no se qué crema que deja la piel suave,
de no se qué aparato que sirve para esto o aquello. Y mientras todos estamos
ocupados en gilipolleces como esas vemos, igualmente, cómo hay personas que
mueren desnutridas, atacadas por enfermedades perfectamente curables, vemos a
gente que se juega la vida por pertenecer a nuestro círculo privilegiado, vemos
cómo se encumbra a belenes Esteban, a Cristianos Ronaldos o a Arturos de gran
hermano.
Así es esta especie. Eso es lo que somos. Ni podemos ni
queremos cambiar. Ya sólo es cuestión de tener más o menos suerte de que te
toque un papel u otro en la vida.
Se ve que a nosotros nos tocó el papel que tenemos y que
debemos aceptar, porque lo verdaderamente penoso de todo es que, aun así,
debemos dar gracias por haber nacido.
Hay momentos en que uno odia al ser humano por ser como es.
Lo malo es que eso supone odiarme a mi mismo porque supongo que yo también soy
uno de “ellos”.
Tengo tanto que aprender de él….
Y quiero que Sergio siga por donde va. Quiero que cuente con
armas para la guerra pero que sean armas suficientes (y no más) para sólo
defenderse al ser atacado. Quiero que se olvide de cómo somos los humanos para
que no vea la vida como una guerra que hay que afrontar cabreado. Quiero
dotarlo de armas para la detección de belleza, para la creación de belleza.
Desde la bondad. Sin necesitar atraer la atención de los demás humillando al
más débil o siendo protagonista de cada capítulo colectivo.
Me gusta que no se ria de las desgracias ajenas, que no
utilice a otras personas para conseguir la aprobación de los demás, que no
necesite ser el protagonista para conseguir esa aprobación. Me gusta que
necesite únicamente, la aprobación de su conciencia. Una conciencia que estamos
forjando entre todos, incluida la enorme influencia de David.
Me siento orgullosísimo de su bondad, de su sencillez, de su
humildad, de su discreción, de su adaptabilidad, de su sensibilidad, de su
falta de egoísmo. Es verlo a él y sentir que estamos haciendo bien las cosas. En
cuanto a David he de decir que no soy más que un afortunado por poder olerlo
mientras me recuesto junto a el en el sofá.
Fdo. Diego Bueno
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