Observo que todo el
mundo aboga por fomentar el espíritu crítico. Es, al parecer, la panacea de la
educación, es lo que queremos para nuestros hijos y además, todos consideramos
que lo poseemos, que somos libres, que nuestras verdades son absolutas porque haciendo
uso de esa libertad y esa independencia llegamos a conclusiones acertadas.
En estos tiempos en
que todo el mundo tiene acceso a más información (incluso mucha más de la que
somos capaces de procesar), era de suponer que quedarían erradicadas las supersticiones
o las creencias irracionales, sin embargo, observo que no solo no han
desaparecido sino que, gracias a las redes sociales e “influencers” o
“tiktokers”, han aumentado. Temas que deberían haber sido superados en pleno
siglo XXI, como la videncia, la astrología o la homeopatía permanecen más en
boga que nunca, así, nos vemos rodeados de terraplanistas, negacionistas,
seguidores de dietas milagro o gente anti-vacunas, por ejemplo.
En pos del supuesto
espíritu crítico, se pone en duda absolutamente todo, incluso el conocimiento
más afianzado, pero resulta que en eso no consiste el espíritu crítico, no.
Cierto es que se
necesita de la duda, pero dudar de todo y de todos crea desorientación, te hace
llegar a conclusiones erróneas y en muchas ocasiones, te empuja a apostar por
lo irracional, p or lo que no tienen fundamento, por las opiniones de una
mayoría, por opciones incongruentes o contradictorias.
El espíritu crítico
necesita de la duda, pero a su vez, necesita de la confirmación de unos
mínimos. No se puede dudar, por ejemplo, de que la tierra sea redonda o de las
leyes de la física y, en cualquier caso, no todo el mundo es biólogo o físico
como para dudar razonablemente de todo eso.
El espíritu crítico
necesita que se conozcan distintas fuentes de información, pero no todas las
fuentes tienen el mismo valor. No puede tener el mismo valor la información que
ofrece una persona que firma con pseudónimo que la de un medio oficial
contrastado. No puede valer igual la opinión de un médico que la de un curandero.
Lo mejor es buscar distintas fuentes con cierto prestigio o credibilidad y
contrastar la noticia o la afirmación.
Sin embargo, la tarea
más ardua que conlleva tener un espíritu crítico no es la duda o la búsqueda de
información fidedigna sino la capacidad de análisis que se posea. Ahí es donde
no llega la mayoría de personas que presumen de disponer de un espíritu
crítico, simplemente, porque analizar la información implica un sobreesfuerzo
que no todo el mundo está dispuesto a realizar o, directamente, no todo el
mundo sabe cómo hacerlo.
Es por eso que nos
encontramos con gente que termina dejándose llevar por lo que escucha a su
alrededor en su búsqueda, fácil e inmediata, de una solución, sin esfuerzo, a
su desorientación. Todo ello como consecuencia de sus dudas permanentes que
terminan convirtiéndose en desconfianza. Terminan por creer en lo inmediato y
lo cercano.
Ese es el motivo por
el que las opiniones de barra de bar tienen éxito y por eso la gente que llega
a conclusiones absurdas o incongruentes, tienen la desfachatez de presumir de
espíritu crítico asociando este a la duda permanente sobre casi todo.
Nos encontramos con
inmigrantes latinos que votan a Donald Trump, trabajadores explotados
seguidores de VOX, gente que sale a la calle a manifestarse, pervirtiendo la
palabra libertad…
Para poder disponer de
un espíritu crítico es necesario tener claras unas bases sobre las cuales
sustentar las dudas y esas bases se forman, primero, a través de fuentes de
información distintas pero fidedignas pero, ante todo, gracias a una capacidad
de análisis que se fomenta y se estimula desde la niñez, porque si no es así,
se corre el riesgo de convertirse en personas que cambian sus opiniones de un
día para otro entrando en completa contradicción, guiados por su
desorientación. Terminan, no por dudar de todo y todos, sino por desconfiar de
todo y todos. Son, precisamente, ese tipo de personas, las más manipulables y,
por tanto, las primeras víctimas de las “fake news”.
Más que de mantener
una postura en la que se lleva la contraria a todo, el espíritu crítico
requiere de racionalidad, de coherencia, de capacidad de análisis y
procesamiento de la información y, en mi opinión, todo eso debería estar más
fomentado en las escuelas y en las familias. Oponerse a todo no te hace
poseedor de un espíritu crítico, simplemente te convierte en exaltado o
desorientado o en buscador de un protagonismo típico de la adolescencia, en que
se busca la identidad personal, por eso, esa actitud es propia de mentes
inmaduras y/o poco formadas.
Fdo. Diego Bueno
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