ENTRE
BURLAS Y BROMAS
Ambos conceptos
pertenecen a la categoría genérica de lo que solemos conocer como “humor”.
No, no todo vale en el
humor y no todo vale en nombre de la libertad de expresión, sobre todo cuando
se busca hacer daño (por menor que este sea) de forma intencionada.
Cuando la broma se
convierte en sarcasmo desaparece el humor. Como mucho, puede convertirse en un
producto del ingenio o la creatividad, incluso puede tener otras funciones
(reivindicativas, repercusivas etc.)
En la burla existe una componente
de poder, una posición de superioridad de quien hace la burla hacia quien es
víctima de ella. No quiere decir que esa superioridad sea real sino que es más
bien una pretensión, generalmente basada, precisamente, en problemas de autoestima.
Es decir, quien se burla de alguien por cualquier aspecto (ya sea físico o
conductual) pretende reforzar un “yo” generalmente dañado o necesitado de “cariño”.
La burla es, por tanto,
un recurso común en personas histriónicas lo cual no implica que haya que serlo
para usar la burla como mecanismo de comportamiento.
La broma, en cambio, es
inocente, no deja de ser un pellizco que nos distiende, un acercamiento a lo
emocional, una buena intención, una forma de hacer la vida agradable a las
personas. Es, por consiguiente, algo que nace de personas que pretenden que los
ambientes sean más agradables, más cercanos, más distendidos, más saludables y,
por consiguiente, se ejecutan de igual a igual. Prima el ingenio y la
creatividad. Incluye la ironía que no es sarcástica y la consecuencia debe ser,
en todo caso, la sonrisa o, directamente, la risa de todos y todas sin que haya
daños colaterales.
El éxito de la broma o el
chiste se mide en número y calidad de sonrisas y risas. El supuesto éxito de la
burla, se mide, en cambio, en nivel de daño producido, nivel de desquiciamiento
provocado y nivel de seguimiento y/o seguidores.
Para que la burla consiga
su objetivo, es necesario que la víctima o sus seguidores estén presentes de la
forma que sea.
Muchas veces, la diferencia entre burla y
broma, ante un mismo mensaje, radica en la presencia o no de las víctimas y/o
sus seguidores. La burla suele ser repetitiva, reiterativa. Quienes la usan suelen abusar de ella a pesar
de que la víctima muestre claramente su malestar. Es ahí cuando ya hablamos de
acoso. La finalidad del acoso suele ser herir,
humillar, avergonzar, incomodar o intimidar y suele divertir
a quien la hace (y sus seguidores), pero no a quien la
recibe.
Tanto la burla como la broma
definen ciertos aspectos fundamentales de la ética personal de quienes la
llevan a cabo. Como se suele decir… cada cual queda retratado por su intención,
independientemente del efecto causado.
El acto de cobardía y la
falta de compasión que supone burlarse de personas pertenecientes a colectivos
marginados y, por consiguiente, necesitados de ayuda, nos indica el tipo de
sociedad en la que estamos inmersos, la moral imperante y la calidad de la
ética personal de esas personas. Por suerte, en nuestro país, hemos avanzado
mucho en concienciación a pesar de que todavía nos queda mucho por mejorar.
Fdo. Diego Bueno
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