jueves, 30 de noviembre de 2023

¡¡HABLEMOS DEL COLECTIVO DE EMPRESARIOS ESPAÑOLES... POR FIN!!


 

En estos casi cuarenta y cinco años de democracia en España son muchos los avances sociales que se han venido produciendo, acelerados, en parte, por el excesivo retraso que arrastrábamos respecto a otros países europeos con mayor historial democrático. Hablamos de avances sociales, económicos, morales o legislativos. Avances respecto a la igualdad de derechos entre mujeres y hombres, respecto a la sensibilidad, protección y empatía hacia colectivos históricamente marginados etc.

En este contexto es, cuanto menos, curioso que haya un colectivo en la sociedad cuyos avances, o bien no se han producido, o han sido escasos. Me refiero a los empresarios.

El mundo empresarial en España, en demasiados casos, sigue anclado en los años del franquismo. Años en los que había unos roles claramente establecidos con una marcada diferenciación entre clases sociales. Una de las clarísimas divisiones de la sociedad era la que clasificaba a los individuos en función de si eran empresarios o trabajadores por cuenta ajena. Cada uno de esos colectivos poseía unos derechos y unos deberes tan marcados como diferentes. Se velaba por mantener esos roles a toda costa, aunque ello supusiera discriminación o maltrato hacia los trabajadores.

A día de hoy, por desgracia, la mayoría de empresarios sigue pensando que deben ocupar un estatus social más alto que sus empleados, siguen sin tener claro en qué consiste trabajar en equipo, siguen desconfiando de sus subordinados y siguen queriendo considerarlos como inferiores, ciudadanos de segunda, potenciales ladrones o básicamente, “chusma”.

El empresario sigue tratando de aprovecharse del estatus que le sigue otorgando poder sobre sus empleados. Sigue contaminando la palabra “libertad” dado que las personas no somos ni debemos ser libres para lo inmoral, lo dañino o lo ilegal.

El empresario, aun sin capacitación, (o incluso con ella) sigue usando el “ordeno y mando”, sigue creyéndose más y mejor que el resto de mortales, sigue haciendo ostentación de bienes y de supuestas capacidades y sigue alardeando de trabajar mucho y bien de tal forma que la buena marcha de su empresa siempre será mérito suyo y en cambio, la mala marcha será culpa de sus trabajadores, del gobierno de turno, de las circunstancias macro o microeconómicas o del mismísimo San Pancracio.

Al empresario le sigue costando un mundo delegar, sigue queriendo obtener beneficios desproporcionados respecto a sus trabajadores (que se note bien la diferencia), sigue pensando que eso de pagar impuestos altos (como corresponde a ingresos altos) es un robo a “su trabajo”.

El empresario sigue defraudando al estado con facturas falsas, con trabajadores contratados que no cotizan, con dinero negro que se maneja como si tal cosa. Las grandes empresas siguen usando paraísos fiscales para engañar al estado a la vez que los miembros de los consejos de administración presumen públicamente, de llevar pulseritas con la banderita de España.

El empresario sigue mirando mal a aquel trabajador que se niega a trabajar horas extras sin cobrarlas o a aquel que exige que se cumplan normas de seguridad. Sigue pensando que el trabajador “debe” ganarse su puesto regalándole su tiempo, su esfuerzo o su seguridad.

Por aprovecharse aun más, quieren incluso, ahorrarse el coste del aprendizaje de sus propios trabajadores y por eso abogan por integrar en sus empresas a alumnos de formación profesional que les hagan el trabajo gratis, ahorrándose no solo dicho coste, sino también la contratación y por tanto el sueldo de trabajadores. Todo ello con el beneplácito, la aquiescencia y el complot del propio sistema educativo y de los centros de formación profesional que publicitan supuestas bonanzas de la formación dual para manipular y engañar al alumnado y sus familias con la falsa promesa de un puesto de trabajo.

Los empresarios, en demasiados casos, siguen tratando a los trabajadores como simples objetos numerados a su servicio. Siguen extorsionando, usando artes mafiosas o estrategias de división entre los propios trabajadores. Siguen intentando manipularlos o engañarlos y siguen ejerciendo bullying en demasiados casos. Siguen sin cumplir normas básicas de protección ambiental, de seguridad o de ética profesional.

Los empresarios continúan vendiendo el humo de que crean empleo para contribuir a la sociedad, cuando en realidad tratan de crear el menor empleo posible (algo lógico y lícito, por supuesto).

Al empresario sigue sentándole mal que los trabajadores tengan vacaciones o que puedan darse de baja por enfermedad o que tengan reducción por cuidado de hijos o por personas a su cargo o por embarazo etc.

Siguen queriendo (y consiguiendo en muchos casos) engañar a la sociedad exportando mensajes falsos que, por desgracia, mucha gente se cree. Incluso cuando el trabajador es explotado, acusan al propio trabajador por firmar contratos estando de acuerdo con esa explotación. El colmo del cinismo.

Toda esa línea de pensamiento la siguen manteniendo a pesar, incluso, de que a veces va en contra de sus propios intereses. Se trata, obviamente, de una cuestión social, de guerra de clases o de añoranza de “tiempos mejores”.

Como puede observarse… se trata de un colectivo que ha evolucionado muy poco en cuanto a mentalidad. Un colectivo que no explota más a sus trabajadores y subordinados, simplemente, porque no pueden, porque vivimos en un estado de derecho y la ley no les permite abusar aún más, pero no por falta de ganas de cometer más abusos (tal como queda demostrado a lo largo de toda la historia de la humanidad).

Me parece significativo ese estancamiento en la mentalidad empresarial. No tiene parangón si lo comparamos con otros colectivos en España. En lo que se refiere a nuestros empresarios, seguimos estando a demasiada distancia de los países europeos más avanzados.

Si alguien que lea esto tiene dudas acerca de la veracidad de mis afirmaciones, les conmino a que hablen con trabajadores de pequeñas y medianas empresas. Y conste que, por desgracia, hay demasiados trabajadores que hablan demasiado bien de sus explotadores (algo muy español y muy andaluz incluso a día de hoy). Siguen existiendo las marmotas y el “servilismo mamón” del que hablaba el fallecido D. Juan Carlos Aragón en su chirigota “Los Yesterday”.

Fdo. Diego Bueno

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