Con un siglo de historia, el grito “Viva Andalucía libre” ha
ido adquiriendo muy distintos significados en función del momento político y
social. A día de hoy, y en consonancia con el exceso de información existente y
proveniente de tan variadas fuentes, cada cual da su propio sentido a la
mencionada frase que, más que frase, ha supuesto siempre un grito lanzado a
modo de reivindicación.
Yo, en el momento en que estamos, tengo mi propia construcción
y argumentación para este grito tan nuestro, tan reconocible, tan asociado a la
transición, tan histórico.
Si. ¡Viva Andalucía libre! Libre de explotadores, libre de
ladrones, libre de gente falsa, libre de engañabobos, de agoreros, de
negacionistas, libre de fascismo, libre de populismos de barras de bar, libre
de vagos y maleantes, libre de gente insolidaria, egoísta y ecpática, libre de
apáticos y distópicos. En definitiva, “Libre de gilipollas” que ni comen ni
dejan comer.
Sigo creyendo que existe una Andalucía solidaria y empática
que lo único que quiere es poder trabajar, prosperar, ganarse la vida honradamente
y respetar las libertades individuales y colectivas que no atenten contra
derechos fundamentales de las personas.
Ya está bien de incultura, de servilismo y de ser el “hazmerreir”
del resto de España, ya está bien de tanto complejo y ya está bien de tanto
atraso (sobre todo mental) por mantener ciertas tradiciones por el simple hecho
de que lo sean, reivindicándolas como “lo nuestro”, como si el hecho de que
fuera “nuestro” hiciera que fueran mejores o respetables. Los tiempos cambian y
el equilibrio entre mantener las raíces de aquello que nos identifica y a la
vez, tener la capacidad de adaptarnos a esos nuevos tiempos, es lo que hace que
los pueblos estén dotados de herramientas para que sus ciudadanos vivan mejor y
sean más felices.
Así que con estos matices, me reitero en lo dicho… ¡VIVA
ANDALUCÍA LIBRE!
Fdo. Diego Bueno
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