Mi hijo vino al mundo con un “defecto” de fábrica. Fue durante su fabricación en el seno de su madre, cuando en algún momento, se produjo un error. En realidad no importa mucho el cuándo. A veces nuestros hijos hierran en edad adulta. Lo importante es que nadie, salvo la propia naturaleza, es responsable de tal error. En su caso se trata de la deleción de un trocito (microscópico) de uno de los cromosomas nº 7.
Un error tan minúsculo como fundamental para dotarlo de unas características especiales. Características que son determinantes en su personalidad y en sus circunstancias.
¿Y vosotros?. ¿Y el resto de personas qué tenemos de “diferentes”?. ¿En qué momento ocurrió algo a modo de perturbación que os hace ser diferentes?. Porque, al fin y al cabo… cada uno de nosotros somos diferentes, especiales y únicos. Va siendo hora de que seamos conscientes de ello.
Porque lo cierto es que cuando mi hijo nació, tanto su hermano como nosotros pensamos que era el ser más bonito del universo. Nos iluminó el alma y lo sigue haciendo.
Hubo momentos de mucha confusión. Es más… no teníamos claro qué hacer con el. Hoy día, sin embargo, no sabríamos qué hacer sin el.
Lo que si hemos aprendido es que si mi hijo no fuera como es… no sería el.
El es, simplemente, uno más de la familia.
Posee el don de tocarte el alma, de abrirte los ojos, de parar el tiempo. No es descabellado decir que mi hijo es un ser mágico por todo ello.
Hacer de los demás mejores personas es un don que está al alcance de muy pocos. Y él posee ese don, sin duda.
Además posee otro don. Precisamente el anhelado sueño de todo humano. Mi hijo posee el don de ser feliz. No es ninguna gilipollez ¿eh?. Todos deseamos serlo, todos buscamos la felicidad. Mi hijo no necesita buscarla porque el es feliz y se que lo será mientras viva.
No me negarán que tener un hijo que te asegura la felicidad no es un auténtico tesoro.
Y lo curioso es que irradia su felicidad. Es contagiosa como la risa.
Cierto es que tiene limitaciones. Más limitaciones que las personas que no son como el. Intentamos que esas limitaciones sean las menos posibles. En eso consiste, básicamente, nuestra tarea educadora. Tarea (como todo lo concerniente a educación) de todos. Padres, docentes y sociedad, en general.
Es curioso cómo su llegada supuso conocer de primera mano lo que es el miedo. Miedo total, miedo a lo por venir, miedo al desconocimiento, miedo a la vida. Y sin embargo ese miedo dio paso a una seguridad hasta entonces desconocida ni experimentada en mi vida. Estaremos en deuda con el eternamente. Una forma de “pagar” esa deuda es intentando que sea dueño de su destino en la mayor medida posible.
Sin duda, los padres de niños especiales, somos muy afortunados.
Su sonrisa nos llena de esperanza cada día. Dia a dia. Eso si… en mi caso, mirando el futuro a dos horas vista. No más.
En definitiva… solo el amor da sentido a nuestra existencia. El amor de ahora, de “ya”, el que se fabrica, promueve y demuestra a cada instante, el que se mantiene y crece exponencialmente y de forma proporcional a los segundos que transcurren.
Desde ese punto de vista vamos más que sobrados.
Gracias.
PD- Dedicado a todos los padres de hijos especiales.
Fdo. Diego Bueno
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