jueves, 23 de abril de 2020

HABLEMOS DE "EN POLÍTICA ECONÓMICA TODO TIENE UN PRECIO TAMBIÉN"... POR FIN!!

 

Hay personas que viven en la pobreza, personas en situación de desempleo, personas con adicciones, hay personas inmigrantes que están siendo explotadas, hay demasiados trabajadores pobres, hay personas que desarrollan su vida en ambientes marginales, en familias desestructuradas, hay vagabundos, personas con enfermedades mentales sin tratar, personas mayores que ya no pueden trabajar, personas que no han cotizado a pesar de haber estado toda su vida trabajando, camareros/as que han perdido su empleo, madres solteras o separadas que sacan adelante a sus hijos con ingresos indignos, gente que trabajaba en hoteles y va a tardar mucho tiempo hasta que vuelvan a recuperar su trabajo, prostitutas, empleadas de hogar que han sido despedidas, personas enfermas que sobreviven con pensiones ridículas y/o que requieren de ayuda doméstica, gente que trabajaba sin contratos, etc etc etc.

Imagínense como va a ser la crisis económica del coronavirus para todas esas personas. Me es muy difícil entender que haya quienes consideren que ayudar económicamente a todos esos colectivos (con unos míseros cuatrocientos y pico de euros por familia), en un país del primer mundo como España y en pleno siglo XXI, es un exceso que no nos podemos permitir o que traerá ruina, desgracia o calamidades a la economía. Considero que no es de recibo desde un punto de vista ético. Me parece, asimismo, una falta de asertividad propia de un estado capitalista, individualista y egoísta, porque además, dichas ayudas no son excluyentes, es decir, es posible no abandonar a los más necesitados y a la vez reactivar la economía.

No encuentro mejor motivo para que el estado se endeude que garantizar derechos esenciales a tantos y tantos conciudadanos que se ven y se van a ver en la ruina más absoluta. De hecho, esa es la labor principal que debe asumir todo gobernante de un país: Garantizar esos derechos fundamentales de las personas al alimento, a la vivienda, a los medicamentos, a la sanidad, a la educación, al agua, a la electricidad y a la dignidad. No es indigno quien necesita cobrar una cantidad de dinero mínimo para poder comer o tener electricidad, sino que volvemos indignos y “ciudadanos de segunda” a quienes abocamos a tener que rebuscar en contenedores de basura.

¿Que todo eso tiene un precio? Pues claro. Nada es gratis. Seguramente habrá muchos “aprovechados” que o bien se servirán de esa prestación para no tener que trabajar, o bien trabajarán de forma clandestina y a la vez cobrarán esa ayuda. Claro que sí. Sin embargo, la “opción B” sería repetir las consecuencias de la crisis de 2008, es decir, desahucios, gente sin vivienda, pobreza, trabajos mal pagados y, en definitiva, mayor número de ricos aún más ricos y por contrapartida, un número inaceptable de familias pobres aún más pobres.

Todo tiene un precio, pero puestos a elegir, elijo, por motivos éticos y de justicia social, garantizar unos mínimos a todo el conjunto de la población que lo necesite.

Lo que se debe exigir a los distintos gobiernos es que las ayudas (tanto a los ciudadanos de a pie como a los empresarios, sean las justas, las adecuadas y se que controlen. Opino que si se multiplicara por 10 el número de inspectores y, como parte de su sueldo, recibieran algún tipo de comisión por fraudes detectados unido a multas ejemplares a quienes cometan fraude (sean quienes sean y proporcionales al fraude cometido), todo funcionaría mejor, pero la solución no es no ayudar a quienes lo necesitan, sino gestionar bien las ayudas.

Los sectores reaccionarios, conservadores, liberales, fascistas o de derechas de España están acostumbrados a trasladar mensajes en un sentido muy concreto (producto del egoísmo que les lleva a obtener unas ganancias desorbitadas en relación a los sueldos de los trabajadores y a empatizar poco con personas que por circunstancias, lo pasan mal económicamente). Dichos mensajes se podrían resumir en:

“Si algo del pueblo que nos perjudica, no funciona bien o se detecta algún caso poco ético, trasladamos la idea de que hay que eliminarlo, que seguro que habrá gente comparta el mensaje”

“Hay que eliminar lo que nos perjudica o no nos beneficia, entiéndase; Sindicatos, educación y sanidad públicas, rentas mínimas, prestaciones por desempleo, sueldos mínimos etc.”

No mencionarán nunca la corrupción empresarial, los desfalcos, las ayudas a empresas, los empresarios “aprovechados”, el dinero negro en las contabilidades empresariales, los paraísos fiscales, las puertas giratorias, las ayudas a los bancos etc. (Y eso que comparativamente “no hay color”) ni acusarán de no dar un palo al agua a quienes viven de la renta (no básica) que les deja un piso o un local en alquiler.

Lo realmente curioso es que hay demasiada gente que se deja engañar por sus consignas, generalmente bañadas de patriotismo de barra de bar (tipo “sujétame el cubata que…”) y la supuesta eficacia económica de la derecha basada en mensajes tan burdos como demostradamente falsos como por ejemplo: “No es bueno tener un pueblo subvencionado porque eso hace que la gente se acomode y no quiera trabajar” (En todos los lugares y colectivos en que se ha probado la renta mínima no ha ocurrido esto) o el consabido “Dar ayudas a la gente implica cautivar el voto”. ¡Pues claro! Cuando consideras que un gobierno hace bien las cosas y te favorece, ¡tú lo votas! Si eso es “voto cautivo” pues bienvenido sea. Por eso quienes votaron al anterior gobierno volvieron a votarlo en las últimas elecciones. Por lo bien que lo hicieron. Voto cautivo ¿no?

Fdo. Diego Bueno

 

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