AZUL PASTEL:
Prosperidad, edad media- renacimiento, enrejados de balcones y ventanas, perfumes, elaboración laboriosa.
El glasto (Isatis Tinctoria) es una planta de flor amarilla, usada desde la Antigüedad por sus propiedades medicinales y por producir un tinte azul muy estable.
El cultivo y la comercialización del glasto se desarrollaron durante el Renacimiento, sobre todo en la región de Lauragais, entre Toulouse, Albi y Carcasona. Lo que se llamó el Triangulo Azul.
Entonces, el modo de elaboración era bastante largo. Las hojas del glasto se recogían, se secaban y se machacaban. Tras una fermentación se hacía con la pasta unas pelotas llamadas coques o cucañas La región de Lauragais era pues “el país de Cucaña”. Estas pelotas se machacaban después para hacerlas polvo: era el pigmento que llamaban “agranat”.
El tinte se obtiene por oxidación: cuando se sumerge el paño en el tanque con el tinte sale de color verde. En contacto con el oxígeno del aire se opera la magia y el paño se vuelve azul.
Este color indeleble es de gran calidad. Dicho pigmento se ha empleado también en pintura lo que ha ayudado al desarrollo de la región.
Este Siglo de Oro finalizó cuando dicho comercio terminó a causa de la competencia del negocio del añil, planta de propiedades tintóreas más fácil de transformar.
La gama de los productos derivados del glasto es hoy muy amplia: textil, papelería, accesorios, etc.
La planta de glasto también se utiliza en cosmética y la encontramos en varias tiendas de Toulouse y sus alrededores. Aceite, pigmentos y semillas se utilizan por sus características hidratantes y reconstituyentes como cremas y jabones. Lo encontramos en Graine de Pastel y en Terre de pastel.
VIOLETA:
La flor del amor
En una de sus canciones, Luís Mariano cantaba que el amor era “un ramito de violetas“. La violeta de Toulouse es hoy día uno de los símbolos de la Ciudad Rosa.
Una leyenda atribuye la aparición de esta flor en Toulouse a una historia de amor. Cuentan que un oficial del ejército de Napoleón III que venía de Parma, en Italia, trajo un ramillete de violetas a su novia tolosana.
En el lenguaje de las flores la violeta simboliza
el pudor, el recato. Al regalar un ramillete de violetas a alguien le
estamos diciendo “te quiero en secreto”.
Con sus hojas en
forma de flor, es ideal para deshojar margaritas.
Existen más de 300 variedades de violeta, cien de las cuales el Centro de Conservación de la Violeta presenta en los invernaderos municipales de Toulouse traídas de diferentes países.
Esta delicada planta sin semillas se cultiva mediante esquejes y en invernadero. La violeta de Toulouse es una violeta múltiple que puede tener entre 30 a 50 pétalos. Florecen durante 4 a 5 meses y se recogen entre octubre y marzo. Si la violeta no está siempre en flor se pueden encontrar todo el año productos derivados de ella: dulces, decoraciones, fragancias, ropa, cosmética, etc.
El perfume de esta flor tiene la particularidad de adormecer inmediatamente los receptores olfativos. Es decir que, cuando respiramos esta flor, no conseguimos seguir oliendo su perfume durante algún tiempo. Necesitamos esperar unos minutos para que el sea de nuevo posible.
Todos los años, el primer fin de semana de febrero se celebra en la plaza del Capitole de Toulouse, la fiesta de la violeta. Talleres para saber cambiar de maceta la violeta, exposiciones, animaciones para todos, etc. Es la “Fiesta de la violeta”.
ROSA:
Situada en el suroeste de Francia, a orillas del río Garona, Toulouse es conocida como «La Ville Rose» (La Ciudad Rosa) debido al característico color de sus edificios, construidos con ladrillos de terracota. Esta vibrante metrópoli, capital de la región de Occitania, es la cuarta ciudad más grande de Francia y alberga una rica historia, un río convertido en un oasis natural y una curiosa relación con el espacio.
En diversos lugares de Francia existe un hombre que toca con su acordéon la famosa canción “La vie en rose” de Edith Piaf. En la misma, la cantante hablaba acerca de un amante en cuyos brazos se pierde, en los que nace esa "vida en rosa". Una sensación similar nos invade cuando paseamos por las callejuelas de Toulouse, la ciudad rosa de Francia, la confidente de un río Garona que divide todos sus encantos para desplegar una sucesión de postales irresistibles: desde los pícnics a base de baguettes con crudités junto al canal du Midi hasta el grupo de tolosanos que juega a la petanca en las inmediaciones de la plaza de la Dorada.
Toulouse es la joya de Occitania, con su encanto medieval y la certeza de ver la vida a través de nuevos colores.
La ausencia de producción de piedras llevó a los habitantes a moldear sus propios ladrillos a partir de la arcilla obtenida de canteras cercanas. El color rojizo de este material procede del conocido “brique foraine” o ladrillo de tonos rojizos y rosados tan típicos de esta ciudad.
Un perfecto hilo conductor que nos guía a través de un casco antiguo prácticamente intacto -a falta de la antigua muralla- que podemos descubrir partiendo de la rue Gambetta, una de las calles más bonitas de Toulouse. Los balcones hinchados de flores, la rosada paleta cromática y los cafés típicos regalan una estampa que incita a perderse en la rica historia de la ciudad.
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