miércoles, 10 de julio de 2024

HABLEMOS DE “LA VIDA PASA”… POR FIN!!

 


Pasa en un santiamén que se decía antes. Pasó volando. Pasa todo lo voluptuoso de la vida. Las inseguridades, lo intenso, las vivencias, los nervios a flor de piel. Todo pasa. Hasta las incertidumbres pasan. Los que nos movemos en edades que rondan los 60 años de vida… absolutamente todos tenemos la misma sensación: ¡Qué rápido pasó todo. Parece que fue ayer cuando tal y tal!

Andamos como despistados, abrumados por el paso implacable del tiempo, cohibidos a veces por su velocidad cada vez mayor. Peleamos contra la nostalgia a la vez que disfrutamos de ella en nuestro fuero interno. Ahora llega la calma, lo contemplativo, los movimientos lentos. Es como si con ello quisiéramos parar un poco el tiempo. Hacemos balance a veces y sentimos envidia por no poder disfrutar en estos momentos de nuestra juventud dadas las enormes posibilidades de que dispone la gente joven a día de hoy y sin embargo sentimos la sana nostalgia de nuestros maravillosos tiempos pasados que tan felices nos hicieron. Nos movemos en la cuerda floja buscando el equilibrio entre un estado depresivo no desmedido provocado por el declive físico/psíquico y un “gracias a la vida que me ha dado tanto”. Entre el agradecimiento por seguir vivos y la tristeza que provoca el saber que la juventud se fue y ya no volverá jamás. Entre las tinieblas del futuro en forma de muerte cada vez más cercana y la luz que nos inunda el corazón sabedores de que todavía queda mucho por hacer y sentir. Equilibrio entre valorar más que nunca cada minuto vivido y cada bocanada de aire inhalado y sentir la inevitabilidad del paso del tiempo comprobando que se van cumpliendo, poco más o menos, los pronósticos agoreros. Equilibrio entre rodearnos únicamente de personas conscientemente elegidas y sentir, a veces, la más absoluta soledad en todos los sentidos. Supongo que por eso combinamos estados de felicidad asociados al bienestar de que disfrutamos o la sensación del deber cumplido y las metas alcanzadas, en contraposición a la insoportable levedad del ser o el desasosiego que provoca la impotencia que supone comprobar que el ser humano no tiene remedio. Reconfortante felicidad por la suerte de haber nacido y vivido en época y lugar inmejorables en comparación con otros tiempos y lugares y la desazón de saber que el mundo seguirá su curso sin nosotros como si nada a la vez que somos conscientes de que está abocado a la extinción de la humanidad.

Fdo. Diego Bueno


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