jueves, 23 de octubre de 2025

HABLEMOS DE SER UNO MISMO... ¡POR FIN!

 


La gran premisa para que podamos ser tal como realmente somos es conocernos a nosotros mismos. Esto nos permitirá vivir sin sesgos, sin prejuicios, sin exceso de condicionantes, sin tabúes que impidan, que maniaten o que limiten nuestra libertad, nuestra autonomía, nuestra autosuficiencia y nuestro desarrollo y crecimiento personal.

Desde que somos pequeños, la sociedad (la familia, la escuela, el grupo de amigos, las redes) nos ofrece un manual no escrito sobre cómo "deberíamos" ser. Nos enfrentamos constantemente a un dilema fundamental: vivir para contentar el guion ajeno o atrevernos a escribir el nuestro. Obviamente, ser uno mismo no es un destino de llegada fácil, sino un viaje, a menudo turbulento, de autoconocimiento mezclado con dosis de valentía. El primer paso, por tanto, es conocernos a nosotros mismos haciéndolo con la mayor honestidad posible, sin autoengañarnos y librándonos de las presiones socio culturales. Se trata de un paso que comienza en la preadolescencia y que, paradójicamente, requiere madurez, de ahí que no sea ni fácil ni rápido.

Por suerte, a día de hoy hay mucha más libertad y la sociedad hace gala de una heterogeneidad más acorde a la diversidad humana.

Todos los regímenes totalitarios, es decir, los que cercenan las libertades, tratan de homogeneizar las costumbres y las actitudes. Es lo que se conoce como pensamiento único u homogeneización forzada y que crea una moral social que se autorregula de forma que toda aquella persona que se salga de sus límites queda señalada y, por supuesto, marcada de por vida.

Debemos ser conscientes de que intentar ser uno mismo es una necesidad profunda. Como bien sabemos en el ámbito de la pedagogía, la autenticidad es la base sobre la que se construyen la autoestima, la resiliencia y, en última instancia, una vida con verdadero sentido. Es, por consiguiente, muy recomendable que haya autenticidad, es decir, una coherencia entre lo que sentimos, lo que pensamos y lo que hacemos.

Cuando abrazamos nuestra esencia, los beneficios son como esos dividendos incalculables que produce una buena inversión de tiempo y esfuerzo, tal como ocurre con la escritura terapéutica, por ejemplo.

Dejar de asumir un papel ajeno es una liberación, así como un antídoto contra el estrés, ya que pretender ser quien no se es requiere de un enorme esfuerzo y fatiga mental. Ser uno mismo nos permite procesar las propias emociones y gestionar nuestros miedos sin la pesada máscara de la aprobación social.

Es cierto que el camino no está libre de trampas. Ser uno mismo exige pensamiento crítico y una dosis de rebeldía, especialmente en tiempos de sobreinformación y presión social en redes.

Desde el patio del colegio hasta el foro digital, el mayor obstáculo al que nos enfrentamos si queremos acercarnos más a una versión nuestra más fiel a nuestra esencia es el miedo a ser señalados o rechazados. Nuestra necesidad evolutiva de pertenecer nos empuja a la conformidad, a la estandarización del pensamiento y a la aceptación de las consignas morales instauradas. En realidad, se trata de una versión social del "sesgo de confirmación": buscamos información (y aceptación) que refuerce lo que creemos que los demás esperan de nosotros.

Incluso cuando empezamos a ser auténticos, a veces nos asaltan las dudas, ya que se requiere la suficiente humildad para aceptar nuestras imperfecciones sin sentir que somos un fraude. Por otra parte, la autocrítica excesiva es una trampa mental.

Además, los mandatos familiares, profesionales o culturales ("una persona de tu edad debería...", "una persona de éxito hace...", “un hombre no llora en estas situaciones”, etc.) actúan como cadenas invisibles. Se requiere una labor consciente, propia de un proceso pedagógico, para desglosar, categorizar y desarticular esos mandatos y así poder ver lo que realmente queremos.

Las relaciones de todo tipo (de pareja, de amistad, laborales, etc.) se afianzan cuando aceptamos a las personas tal cuales son, de la misma forma que cuando nos aceptan tal cual somos. La paradoja es clara: para conectar de verdad, primero hay que mostrarse.

Una relación construida sobre una fachada es frágil, por eso quienes viven de la ostentación permanente o “del qué dirán” suelen tener muchos conocidos, pero pocos amigos/as de verdad y sus relaciones de pareja (las más íntimas y profundas) suelen durar menos. La autenticidad atrae a personas que valoran la persona real, no el personaje, fortaleciendo la empatía y la cooperación.

Compartir nuestro tiempo y nuestros distintos estados mentales, en el día a día, con personas que nos permiten ser nosotros mismos es un auténtico lujo, es una enorme fortuna. Es una puerta abierta de par en par a la felicidad. Si eres así de afortunado/a, cuida eso porque es oro puro.

Fdo. Diego Bueno

No hay comentarios:

Publicar un comentario

HABLEMOS DE “MI NAVIDAD” … ¡POR FIN!

El renacimiento de la Luz o el Nacimiento del Sol son celebraciones que han tenido lugar durante siglos en torno al solsticio de invierno en...