Muy
probablemente, al ver que este escrito es más extenso de lo que te gustaría, te
quedes con el titular y no sigas leyendo. Esa actitud forma parte de la
saturación de información que vivimos actualmente y que nos hace quedarnos solo
con los titulares.
Espero
que muchas de las personas que lean esta reflexión se sientan identificadas con
el fondo de lo que trato de plasmar con estas palabras.
Uno no
pretende “arreglar el mundo” y mucho menos valiéndome de mi nula capacidad para
influir en otras personas. Tampoco me mueve la pretensión de servir de ejemplo
de absolutamente nada. Me limito a ser un observador de unas realidades que, me
consta, mucha gente también las intuye, las percibe e incluso las padece.
No es
casualidad que en las últimas elecciones a nivel europeo se haya constatado un
auge de las derechas y más concretamente de las extremas derechas. Sí,
efectivamente ya son muchas extremas derechas en Europa y en el afán de
suavizarlas y blanquearlas cara a la galería, crean nuevas extremas derechas a
cuál más cruel y radical. De esa forma, la extrema derecha primigenia termina
pareciendo cosa de niños comparado con las “nuevas”. Aunque muchas personas con
ideología de izquierdas se vean asombradas por semejantes resultados
electorales, he de decirles que esos resultados son la consecuencia lógica de
la moral imperante a día de hoy. Habría, en principio, que definir tanto los
preceptos como las causas de esa moral.
La
revolución que supuso la llegada de internet a todos los hogares, así como el
uso masivo de dispositivos de todo tipo, fue bestial e incluso traumática en
algunas facetas dado que tenías, literalmente, el mundo en tus manos. ¡Cambió
todo! Algunos cambios para bien y otros para mal. Es lo que suele ocurrir con
las herramientas. Bien usadas son muy útiles, sin embargo, todos sabemos que un
cuchillo puede ser usado para algo más que para pelar papas. El control del
fuego por parte de la especie humana supuso toda una revolución en la evolución
de la humanidad, pero a la par nacieron pirómanos y personas que usaban el
fuego como arma de destrucción.
Por
suerte, a día de hoy, somos más libres (digan lo que digan los conspiranoicos),
sin embargo, todo tiene un precio y el precio de la libertad es elevado si no
es ejercida por una sociedad madura, sensata, con conciencia social y con
profundas raíces democráticas.
El hecho
de vivir en sociedades que hace ya mucho tiempo que tienen cubiertas,
sobradamente, las necesidades básicas (techo, familia, agua, comida, ropa,
acceso a la educación y sanidad etc.) así como la interconexión y el anonimato
que nos permiten las redes sociales, la mensajería instantánea y las webs de
todo tipo, hace que cambien bruscamente los valores, la ética personal y, en
definitiva, la moral social. Son factores comunes de nuestras sociedades; el
egoísmo, la alienación, la desnaturalización, la manipulación, el
individualismo, la radicalización y el poner en práctica la “Ley del interés
egoísta”
que no solo no es repudiada, sino que es plenamente aceptada por la gran
mayoría de personas.
Observo
una mayor falta de escrúpulos en demasiada gente.
Observo,
en paralelo, el daño de frases mal interpretadas provenientes de la cultura
estadounidense. Frases del tipo:
- “be yourself” (“se tú mismo/a”) (aunque seas un mal nacido). Los
demás deben entenderte, tolerarte y aceptarte por muy estúpido/a que seas. Son
esas personas que justifican una mala acción con el consabido “es que yo soy
así”. ¡Pues cambia, miarma!
- “A winner is a dreamer who never gives up” (“Un ganador es
un soñador que nunca se rinde”) es decir, implícitamente te está diciendo que
estás obligado a “ganar” y si no lo haces terminas frustrado/a. La gente
termina ignorando que al competir no siempre se gana. No se repara en que este
tipo de frases estimula la competición como contrapartida a la colaboración. La
competitividad crea estrés, ansiedad y frustración a mansalva cuando se
extralimita de forma obsesiva la competitividad sana.
- “If you can dream it, you can do it” (“Si puedes
soñarlo, puedes hacerlo”)
Por mucho que yo lo sueñe no voy a batir jamás el
récord de los 100 metros lisos. Frases como esta hacen mucho daño en demasiadas
personas que la interpretan como mensajes engañosos.
- “Don't worry. Be happy” (“No te
preocupes. Se feliz”) ¿Cómo no voy a preocuparme ante lo injusto? ¿Cómo vamos a
permanecer impasibles ante la falta de compasión o de empatía? ¿Dónde queda la
conciencia social o la sensibilidad hacia el prójimo?
Yo, yo y yo. El triunfo de la individualidad,
el abandono de la conciencia social supuestamente innecesaria en sociedades con
las necesidades básicas cubiertas.
Es el mismísimo concepto de felicidad
el que está sesgado, el que está siendo adulterado. Se confunde la felicidad
con el placer hasta convertir el hedonismo en religión. En nuestra sociedad altamente tecnológica, los individuos se
han convertido en seres cortoplacistas, disfrutadores del momento, consumidores
voraces y compulsivos buscadores del placer instantáneo. El resultado son egos
inflamados a modo de enfermedad que se manifiesta en la búsqueda desmedida del
placer, confundiendo el desarrollo personal con la explotación de uno mismo. El
individuo se consume a sí mismo en un movimiento auto expansivo, sin ser
consciente de que está perdiendo su individualidad y carácter. Se desatan
comportamientos narcisistas y exhibicionistas con caldo de cultivo en las redes
sociales que sirven de estímulo a quienes empiezan a abrirse al mundo
(adolescentes). La gente quiere ser “youtuber”, “influencer”, “tiktoker”, etc.
Son el paradigma del éxito y nadie entra en un análisis reflexivo y profundo
sobre la autenticidad de esas vidas de “felicidad” permanente. El usar y tirar
se aplica a las personas sin miramientos, sin escrúpulos.
Por otra parte, las grandes palabras
están siendo manipuladas, mal usadas. Sabemos que los humanos pensamos y
procesamos la información usando palabras. El pensamiento abstracto en lo más
profundo de nuestro cerebro se manifiesta en base al empleo de palabras que dan
nombre a sentimientos, deseos, emociones etc. La palabra “amor”, mal usada,
banalizada, hace que su significado devalúe su esencia. Deja de ser eso que
todo lo mueve, que todo lo guía, que nos hace sentir humanos. Se llama amor a
cualquier cosa. Se lanzan “te quiero” y “te amo” a las primeras de cambio.
Pierden valor los besos o los abrazos que se dan con la misma grandilocuencia
que falsedad. Nos encontramos, igualmente, a personas que han interiorizado la
risa permanente como parte de su comportamiento o su actitud vital sabedoras de
que eso puede facilitarles las relaciones de todo tipo. Como si una risa
permanente fuera real o posible. La palabra “libertad” pasa a convertirse en la
capacidad para decidir si me tomo una cerveza o tres.
Observo que dejan de existir los
grandes amores de verdad, los grandes amigos/as de verdad, los grandes
compañeros/as de verdad. La gente va a lo suyo. Saturados de información,
buscamos la inmediatez en todo. Nos quedamos en los titulares con lo que eso
implica para ser fácilmente manipulados mediante noticias falseadas y cuando en
ciertos momentos paramos y analizamos, buscamos remedios inmediatos contra la
inmediatez. Nos apuntamos a yoga de 6 a 7 de la tarde, damos paseos por el
campo o la playa durante tres horas un sábado y poco más. Sin embargo, aunque
todo eso está bien, no es el remedio a lo que estamos viviendo. Yo no sé cuál
es el remedio. Esto es tarea para las personas especialistas en sociología,
psicología, filosofía e incluso teología. Lo que sí sé es que hay un deterioro
de lo social, de lo humanista, entendiendo el humanismo como una actitud vital
que concibe de forma integrada los valores humanos. Los más significativos de
esos valores, en clara decadencia a mi modo de ver, son:
- La tolerancia. La gente cada vez
tolera menos. Es cierto que nadie tiene por qué aguantar conductas que dañan
(sobre todo si se prolongan en el tiempo) pero igualmente es cierto que las
relaciones humanas deben tener como base la tolerancia dada la premisa que dice
que todos somos imperfectos. Nos encontramos con relaciones de pareja que duran
lo que dura la fase de enamoramiento sin permitir llegar al verdadero amor.
Amistades, relaciones entre compañeros/as, vecinos/as, usuarios de transportes
públicos etc. La gente aguanta poco. O tienen la piel muy fina o son crueles y
denotan falta de sensibilidad. Son esas personas que llaman gordo/a a quien
está gordo/a (como si no existieran los espejos), los que insultan públicamente
a quienes opinan distinto, los que se burlan de otras personas sin reparar en
el daño que causan, etc.
- La compasión. Observo que el
individualismo y el egoísmo tienen como consecuencia la falta de compasión, la
crueldad, la falta de escrúpulos. Cada vez veo a más personas que no se ponen
en la piel de los más débiles, que desconfían y eso les hace ser crueles. La
violencia y la crueldad tienen su origen en la falta de confianza en uno mismo
y por tanto en el resto, así como en la idea de que no me importa lo que le
ocurra al prójimo si yo estoy bien y cumplo mis objetivos.
- La amabilidad. Cada vez hay más
personas a las que les cuesta sonreír, ser amables, educadas. Ya no les da
vergüenza no decir buenos días o pedir las cosas por favor. Ya no se
avergüenzan de no mirar a los ojos al interlocutor. Ya no tratan de crear un
ambiente agradable a su alrededor. Van a lo suyo y lo demás y las demás
personas les importan poco.
- La honestidad. Cada vez hay más personas deshonestas.
Es la consecuencia del “todo vale por servir a mis intereses”. No importa
traicionar a amigos ni hacer gala de una doble moral ni contradecirse según el
foro en el que se habla. Si sirvo a mis intereses personales es lícito todo
eso. Es el entorno adecuado para los trepas, los lameculos, los descastados,
los traidores y traicioneros. No importa engañar, mentir, coaccionar,
chantajear etc. No hay escrúpulos ni cargos de conciencia.
- La empatía. Ponerse en el lugar del
otro para tratar de entenderlo/a implica un esfuerzo y requiere una educación.
Demasiada gente va a lo suyo y cada vez les cuesta menos escuchar a la otra
persona y tratar de sentirse como esa persona se siente. Observo que a los
niños y niñas se les enseña a mirar por y para sí mismos. Faltan límites, se
les deja actuar a su libre albedrío y ya sabemos que los niños y niñas son
egoístas por naturaleza tal y como corresponde a cerebros inmaduros. Buscan el
camino fácil para obtener lo que necesitan y una de esas necesidades consiste
en que sus padres les pongan límites. Si nadie les corrige esas conductas se
convertirán en personas sin herramientas ante la frustración y en adultos
egoístas, individualistas, hedonistas y solitarios/as.
Esos conductores de coches BMW, Audi o
mercedes, principalmente, que no usan los intermitentes, que se cuelan para no
esperar colas o que usan un modo de conducción agresiva… no son votantes de
partidos de izquierdas.
Esa gente que en pleno siglo XXI sigue
defendiendo la innegable crueldad de la “fiesta” de los toros… No son votantes
de partidos de izquierdas
Los negacionistas, los “trumpistas” y
los conspiranoicos… no son votantes de partidos de izquierdas
Los empresarios, en general (muy
poquitos se salvan), esos que tratan de explotar a trabajadores y se quejan,
pero eso sí, con el Mercedes en la puerta y su chalet en la costa… no son
votantes de partidos de izquierdas.
Los trabajadores analfabetos y por
tanto manipulables fácilmente con consignas propias de niños de 4 años (aunque
ellos jamás aceptarán eso), esos que escupen hacia arriba… no son votantes de
partidos de izquierdas.
Los ultra patrióticos no votan a
partidos de izquierdas
Esa gente que defiende el liberalismo
económico a pesar de ejercer en organismos y centros públicos… no votan a
partidos de izquierdas
Las fuerzas de seguridad del estado y
los ejércitos, es decir, la gente que usa armas… no suelen votar a partidos de
izquierdas
Los católicos y sobre todo los ultra
católicos, en su intento de mantener poder y privilegios… no votan a partidos
de izquierdas.
Los del ojo por ojo, los que entienden
la justicia como venganza, los de los castigos a los niños incluso con
violencia física… no votan a partidos de izquierdas
Los hombres y mujeres machistas y los
violadores en manada… no votan a partidos de izquierdas
Los políticos del pelotazo y todos sus
cuñados, “amigos/as” y agregados… no votan a partidos de izquierdas.
La gente ostentosa no vota a la
izquierda
La gran mayoría de abogados y jueces…
no votan a partidos de izquierdas
Los ladrones de guante blanco… no votan
a partidos de izquierdas
Los monárquicos... no votan a partidos
de izquierdas
Quienes se creen tocados por la varita
de dios y en su prepotencia se creen mejores que el resto… no votan a partidos
de izquierdas
La gente superficial que dedica
demasiado tiempo, esfuerzo y dinero a la estética, a la imagen, a las marcas de
ropa, etc… no vota a partidos de izquierdas.
Observo que estamos en pleno retroceso
respecto a normas básicas de convivencia y abogo por la reposición de aquel
programa infantil que veíamos de pequeños. Me refiero obviamente a “Barrio
Sésamo”. Creo que se necesitan consignas claras, nítidas, concisas y concretas
del tipo: “Matar o robar está mal”, “Cuando el semáforo está de color rojo hay
que parar y esperar a que se ponga de color verde para poder continuar nuestro
camino”, “Las cosas se piden por favor” “Ser amables es bueno para todo el
mundo” etc.
Para que la sociedad sea más justa y
equitativa, para construir espacios de convivencia agradables y sanos y para
que las relaciones (amorosas, laborales y de todo tipo) entre personas sean más
auténticas, honestas, colaborativas, empáticas y tolerantes se hace
necesario revisar la moral social y combatir desde la EDUCACIÓN todo lo que nos deshumaniza. Mientras
eso no se lleve a cabo seguirán en auge los partidos políticos de extrema
derecha aupados por una sociedad radicalizada.
Fdo. Diego Bueno