sábado, 28 de noviembre de 2009

HABLEMOS DE FELICIDAD… POR FIN

 

Empecemos por definir el concepto de felicidad.

Difícilmente sabremos buscarla si no sabemos qué es y difícilmente tendremos conciencia de ser felices sin saber qué es eso que llamamos felicidad. Y como una de las grandes claves para ser feliz es, precisamente, ser consciente de ello….. será mejor que la definamos.

Desde el punto de vista del positivismo la felicidad, en términos generales, es el intento del hombre por no desanimarse ante el cambio del medio. Es un estado de ánimo caracterizado por dotar a la personalidad de quien la posee de un enfoque, del medio, positivo. Es definida como una condición interna de satisfacción y alegría.

Visto desde un punto de vista religioso, para la mayoría de las religiones la felicidad sólo se logra en la unión con Dios, no es posible ser feliz sin esta comunión, por ello, y dada mi condición de agnóstico, obviaré el punto de vista religioso para centrarme en el aspecto filosófico que (este sí) nos atañe a todos y no depende de creencias en lo incierto (fe).

Como muy bien queda definida… la felicidad parte del interior. Ha sido perseguida y buscada por el ser humano desde que el mundo es mundo y no existen reglas fijas. Esto es lo más desconcertante. Es lo que explica que personas con muchos menos medios que nosotros sean más felices que otras tantas con muchos más medios.

Es más…. La misma situación, en espacio y tiempo, es vista, como algo positivo o no, dependiendo, no solo de si se trata de una percepción hecha por distintas personas, sino que una misma persona reacciona de distinta forma ante situaciones iguales en función de su estado de ánimo.

El carácter de la mujer (en general) es mucho más voluble que el del hombre. Los científicos explican estas diferencias por los cambios hormonales que se producen en el cuerpo de la mujer. Los cambios estacionarios, de temperatura y de presión atmosférica también nos influyen determinantemente. Ahora en otoño, por ejemplo, se aviva la percepción de lo negativo.

La salud es, también, uno de los factores más importantes desde el punto de vista de la influencia que tiene sobre nuestra felicidad. La consecución de las metas que nos trazamos, tanto las pequeñas metas como las que son a largo plazo. La sensación de contar con amigos, pareja, hijos, familia que nos entienden, nos apoyan, nos proporcionan buenos momentos y, en definitiva, con quienes interactuamos. El viajar (viajar como sentimiento, no tanto como acto de desplazarse de un sitio a otro). El pertenecer a un o unos grupos determinados, la escala de valores, la autenticidad, el sentido moral, la educación recibida, la cultura, el entretenimiento, la calidad y cantidad de trabajo etc… Son muchos los factores que nos influyen a la hora de sentirnos o no felices pero…. La percepción parte siempre de dentro de nosotros.

Y la gran pregunta es…. ¿Qué puedo hacer para cambiar esa percepción en caso de que no sea la correcta?.

Yo opino que se puede aprender a vivir. Yo creo que hay formas de intentar ver las cosas de forma positiva. Lógicamente la felicidad no es un valor estático. Es algo cambiante y como tal tenemos derecho  a sentirnos infelices con cierta frecuencia. Probablemente necesitamos eso para luego saber valorar los buenos momentos. De la experiencia vital debemos aprender. Independientemente de las artimañas que nuestro cerebro elabore para hacernos sentir bien… hay actitudes que pueden ser aprendidas para conseguir esas artimañas sin que tenga que pagarlo nuestro ego y hay actitudes encaminadas a terminar apreciando lo que somos y cambiar aquello que no nos gusta de nosotros mismos.

Y es que el cambio… no sólo es posible, sino inevitable y necesario. La vida es cambio. Cambia el tiempo, el espacio y nosotros mismos. Por tanto cambia, también, nuestra forma de percepción y nuestra interpretación de lo percibido. Somos seres complejos. Muy complejos. Además, somos únicos, irrepetibles y, para colmo, cambiantes. Aun así… hay formas de cambiar adrede aquellos aspectos que hacen, en definitiva, que nos sintamos infelices. Creo en el poder de la autoresponsabilidad para con nuestra felicidad.

Está demostrado que una de las armas más efectivas para conseguirlo es la aceptación del yo, el enamorarse de sí mismo partiendo del autoconocimiento a través, no sólo de lo que creemos ser, sino de lo que los demás creen que somos. Y cuando se termina consiguiendo ese estado de plenitud que llamamos felicidad… he comprobado que esta no se queda para nosotros solos, sino que es irradiada a nuestro alrededor. Por eso tenemos el poder de hacer felices a los que amamos y por eso es inteligente sentirse feliz constatando que somos capaces de hacerlos felices a ellos.

A partir de esta maniobra que casi todos ejecutamos un poco por puro instinto… he llegado a ver de todo. Desde quienes se engañan a sí mismos y/o se autoconvencen de que han percibido o dejado al descubierto lo que no es, hasta los que convierten el “sufrimiento” en forma de vida, pasando por quienes distorsionan adrede las realidades o quienes, por ejemplo, tienen tendencia a convertir en problema aquello que, no sólo no lo es, sino que se supone que eso sería motivo de alegría.

Señoras y señores!!!!!!!! Usemos nuestras armas pero…

1º- sepamos qué armas usar (no se deben matar moscas a cañonazos)

2º. Sepamos cómo usarlas (en tiempo y forma)

3º- Conozcamos todas las armas de que disponemos

*       La vida no es justa, pero aún así es buena.

*       La vida es demasiada corta para perder el tiempo odiando a alguien.

*       Tu trabajo no te cuidará cuando estés enfermo. Tus amigos y familia sí. Mantente en contacto..

*       No tienes que ganar cada discusión. Debes estar de acuerdo en no estar de acuerdo.

*       Llora con alguien. Alivia más que llorar solo.

*       Cuando se trata de chocolate, la resistencia es inútil.

*       Haz las paces con tu pasado para que no arruine el presente.

*       No compares tu vida con la de otros. No tienes ni idea de cómo es su travesía.

*       Respira profundamente. Eso calma la mente.

*       Elimina todo lo que no sea útil, hermoso o alegre.

*       Lo que no te mata, en realidad te hace más fuerte.

*       Nunca es demasiado tarde para tener una niñez feliz. Pero la segunda sólo depende de ti.

*       Cuando se trata de perseguir aquello que amas en la vida, no aceptes un "no" por respuesta.

*       Enciende las velas, utiliza las sábanas bonitas, ponte la lencería cara. No la guardes para una ocasión
especial. Hoy es especial.

*       Sé excéntrico ahora. No esperes a ser viejo para serlo.

*       El órgano sexual más importante es el cerebro.

*       Nadie es responsable de tu felicidad, sólo tú.

*       Enmarca todo supuesto "desastre" con estas palabras: "En cinco años, ¿esto importará?"

*       Perdónale todo a todos.

*       Lo que las otras personas piensen de ti, no te incumbe.

*       El tiempo sana casi todo. Dale tiempo al tiempo.

*       Por más buena o mala que sea una situación, algún día cambiará.

*       No te tomes tan en serio. Nadie más lo hace.

*       No cuestiones la vida. Sólo vívela y aprovéchala al máximo hoy.

*       Llegar a viejo es mejor que la alternativa.....morir joven.

*       Todo lo que verdaderamente importa, al final, es que hayas amado.

*       Sal todos los días. Los milagros están esperando en todas partes.

*       Si juntáramos nuestros problemas y viéramos los montones de los demás, querríamos los nuestros.

*       La envidia es una pérdida de tiempo. Tú ya tienes todo lo que necesitas..

*       Lo mejor está aún por llegar.

*       No importa cómo te sientas... arréglate y preséntate.

*       Cede.

*       La vida no está envuelta con un lazo pero sigue siendo un regalo.

Fdo. Diego Bueno

lunes, 16 de noviembre de 2009

HABLEMOS DEL FUTURO… POR FIN!!

 

Lo que está por venir. Eso se supone que es el futuro. Pero para ello hay que tener en cuenta el factor tiempo.

Siempre he dicho que la gran fórmula de la física es la de la velocidad= espacio/tiempo.

Tenemos la obligación de dominar nuestro espacio y nuestro tiempo. Y eso, traducido a nuestra cotidianeidad, a nuestra vida diaria supone velocidad. Es importante la velocidad ya que ella hace que dos personas que mueren a la misma edad no hayan vivido lo mismo. No confundir velocidad con rapidez. No hablo de la velocidad del viaje sino de la de la percepción. Hay personas que mueren a los 80 años y han vivido menos que otros que mueren mucho más jóvenes. Y aclaro que vivir más no supone tener más cantidad de experiencias vitales sino, sobre todo, más calidad de dichas experiencias.

Si consigues que toda la belleza que nos rodea no pase desapercibida, si consigues que la palabra aburrimiento no forme parte de tu diccionario personal, si consigues sacar partido a tus experiencias y ser capaz de procesar correctamente más información… estarás ganando velocidad. Es como vivir varias vidas en una. Hay personas que andan casi muertas en vida. Eso me parece una irreverencia, una desfachatez. Me indignan las personas que, pudiendo dar más de sí mismas, se limitan a cumplir con sus escasas necesidades vitales. Y todo por miedo. Quien no arriesga no tiene opciones de ganar. El miedo a perder nos aburguesa, nos acomoda. La búsqueda de seguridad nos automatiza y nos deshumaniza.

Hace ya tiempo que aprendí que el futuro es eso que te va a ocurrir dentro de dos minutos. Supongo que es mi armadura que me autodefiende de mis miedos al futuro. Cada cual busca y usa sus recursos para vencer sus miedos. Puede que sea una forma de esconder bajo la alfombra la basura de los malos augurios. El problema de esa táctica radica en que a veces los acontecimientos levantan la alfombra y sale a flote toda esa basura en forma de miedos al futuro. Es como que te obligan a pensar en algo más allá de esos dos minutos. Con lo a gusto que yo me sentía pensando en esos dos minutitos….

Hay ciertos hechos que nos hacen recapacitar. Hay hechos que superan lo admisible en lo que, comúnmente, se entiende como “problema”.

Los problemas cotidianos forman parte de nuestra existencia. No llegar a fin de mes, problemas en el trabajo, alguna crisis de pareja, incluso crisis existenciales forman parte de eso que llamamos… problemas cotidianos.

Pero a veces…. Surge ese problema que te da la ostia de frente y en la cara. Choca de bruces contra tu seguridad y la convierte en insegura. Remueve los pilares de todo lo que has construido. Y…. te obliga a pensar en el futuro. Ese futuro sobre el que no tienes potestad. El que no manejas ni decides. El que te supera. El que sólo es cuestión de tiempo. El que temes y escondes.

Lógicamente, cuando eso ocurre…. Todo se mueve como sacudido por un terremoto que, por definición, es incontrolable.

Terminas por sentirte impotente, inseguro, temeroso, abatido, cansado, solo, desesperanzado. Todo lo pone en juego. Cualquier planteamiento anterior se vuelve inestable. No sólo no puedes hacer nada sino que hace que tengas que mirar a la cara a ese futuro que, por momentos, deja de ser incierto.

Lo bueno de todo (y también en esto hay algo muy bueno) es que hace que todo se coloque en su sitio. Aprendes a relativizarlo todo. Llega hasta el punto de que la desidia con la que afrontas los problemas cotidianos te hace fuerte ante ellos. Parecen tal minuencia que  se terminan solucionando sin mayor problema.

Y colocas tu corazón, también, donde debe estar. Es curioso porque… te vuelves fuerte y a la vez sensible. Terminas sabiendo desgranar ante qué debes estar fuerte y ante qué, sensible.

También es digno de mención todo lo que se gana en cuanto a ubicación. Dominas el espacio, en ese sentido. Sabes donde estás, con quien y por qué.

Por supuesto que el precio que se paga por todo ello es demasiado alto. Pero también es cierto que ganas en velocidad porque dominas el tiempo y el espacio. Dicho de otra forma…. Ganas vida. Maldita paradoja!.

La geografía te sitúa en el mundo, en tu continente, en tu país, en tu comunidad, en tu ciudad, en tu barrio.

La historia te contextualiza en tu época a través de la comparación con  otras anteriores.

La medicina y la filosofía hacen que nos conozcamos por dentro y conozcamos a los demás.

Las matemáticas y la física razonan y explican, con su particular lenguaje, por qué lo que es, es.

La lengua hace que interactuemos los unos con los otros.

Las ciencias naturales nos descubren el mundo en el que vivimos.

Dominar todos esos campos nos hace estar en disposición de conocer y manejar nuestro espacio y nuestro tiempo. En definitiva…. Nos da vida ya que al ganar en velocidad podemos llegar a vivir más de una vida.

Pero el futuro es incierto. Llegada una edad… te das cuenta de que cualquier cosa podía haber pasado. Es más…. Somos los que somos gracias a nuestra experiencia vital.

En mi caso… quiero olvidarme del futuro. Es cierto, por muy paradójica que suene la frase.

Quiero volver a esconder bajo la alfombra mis miedos al futuro. Y seguiré intentando sacar provecho a los grandes problemas no cotidianos. Esos que lo remueven todo. Esos que establecen el baremo de lo importante y lo intrascendente.

Me alegro de creer que dios no existe (¿veis cómo soy creyente?) porque de existir me llevaría mal con él. De existir tendría a quien culpabilizar de las grandes injusticias.

Creo que cuanto mayor sea el contexto, más cíclico se vuelve. Es decir… tras la muerte (y no podemos obviar que ese es el único futuro conocido) habrá lo que había antes de nacer. La vida no es más que una casualidad. Tan extremadamente rara que es delito pasar de soslayo ante tanta belleza y fortuna por haber nacido.

Envidio a los creyentes porque ellos ponen su futuro en manos de un dios al que aman y en el que confían. Sin embargo, en el fondo, pienso que esa es su alfombra para esquivar y esconder las realidades del futuro. ¿Qué mas da la táctica utilizada?. Al final, lo que prevalece es la debilidad humana para entender ciertos hechos.

Cuando tienes la suerte de conocer e incluso convivir con seres que merecerían el indulto y, por el contrario, lo que reciben es un mayor castigo…. Cualquier táctica sirve mientras consiga eludir la cruel realidad. Que para más INRI… va tomando forma con el paso del tiempo y te va matando lentamente.

Por supuesto que todo este artículo conlleva, de forma inherente, un estado de ánimo actual, mío y personal que, evidentemente, está marcado por acontecimientos presentes que marcan y marcarán mi futuro.

Y lo curioso es que todo sigue igual. La gente tiene las mismas preocupaciones y el sol sale cada mañana.

A todos aquellos que os preguntéis qué es el futuro y/u os sintáis abatidos por vuestros problemas cotidianos, os llevaría a pasar una semana a cualquier ala de oncología o cardiología de cualquier hospital infantil. Probablemente cambiéis vuestra forma de entender y actuar en el presente y el futuro. Y no lo digo mirando desde arriba, sino desde los infiernos que subyacen tras la corrosiva injusticia de la que creo que soy víctima, que me embarga, me impregna y me imposibilita para pensar en un futuro mayor que el de los dos minutos.

Bueno, en dos minutos estaré dormido. Ese es, exactamente, mi futuro.

Se que me lloverán críticas por este artículo pero… por desgracia también es posible encontrar belleza en el dolor si algún zarandeo nos hace recapacitar, al menos.

Fdo. Diego Bueno

domingo, 20 de septiembre de 2009

HABLEMOS DE SEPTIEMBRE… POR FIN!!

 

Ya llegó. Con lo lejano que se veía. Quizás no queríamos mirar.

Ya llegará (decíamos a mediados de agosto como vano intento de esquivarlo) de momento es verano.

Pues llegó. Con su carga de realidades. Llegó como viento que despeja humos de sueños. Y nos trae cotidianeidad, nos trae un nuevo comienzo, un nuevo final.

Uno no sabe si limpiar la mesa de una brazada y arrojarlo todo al suelo para, luego, reordenar y reubicar… o, quizás, parchear la pared agrietada.

En cualquier caso… algo hay que hacer porque septiembre nos reclama seguridad ante nuestra desidia, nos reclama acción ante nuestra quietud, concentración ante nuestro abandono.

Y sin embargo hoy, parece verano. Sólo me llegan los ojos limpios y azules. Las caricias, blancas y suaves. La voz, que susurra sonidos que no significan nada. Hoy es la mañana ancha y limpia. Hoy lo absoluto no existe. Ni las musas, ni los profetas, ni la verdad exacta, ni la elección concreta. Hoy, la vida sigue siendo poesía. Hoy, miro hacia arriba, le entrego mi cuello al cielo. La patria de todos los sueños. Hay quien teme al día, yo hoy confío en él. Que nadie ni nada me ahogue ni me muerda.

De momento siguen siendo los sonidos y no la luz los que me avisan de que debo despertarme.

Estos días, el tiempo engaña como engañamos todos. El viento decide resquebrajar cualquier labio hambriento que espera en cualquier esquina ser entretenido por un hipócrita cualquiera. Estos días, lo compartimos todo de manera intermitente. Lo más largo y lo más tierno, se queda corto. Cada vez más gente por las calles y cada vez más sensación de vacío en la muchedumbre.

Si. Sigue siendo verano pero… ya está aquí septiembre.

Y pesa. Septiembre cae sobre nosotros, nos zarandea, nos pone en nuestro sitio, nos empuja.

No es necesario haber estado inmerso en un gran trajín viajero en agosto. Es la imaginación la que nos hace ser viajeros, aventureros y pecadores. ¿O ha sido real?.

Qué más da!. Ya está aquí septiembre para ponerlo todo en su sitio, para aclarar ideas, para bañar de plata los sueños de colores.

Ya empezarán a llegar días grises para que seamos conscientes de la enorme gama de colores que hay entre el negro y el blanco.

Pero hoy no. Hoy para mí… sigue siendo verano.

Buenos días septiembre!

Fdo. Diego Bueno

lunes, 24 de agosto de 2009

HABLEMOS DE INSTINTO MATERNAL… POR FIN!!

 

Lo primero que he de aclarar (para aquellos escépticos acerca de mis artículos) es que en cada uno de ellos muestro MI opinión (son artículos de opinión) pero que estas opiniones no son gratuitas, sino que están fundamentadas, corroboradas y argumentadas.

Dicho de otra forma… Es posible (y deseable) la discrepancia respecto a mis opiniones pero no respecto a los argumentos jejejejeje.

Respecto al título de este artículo empezaré por la conclusión para, luego, esbozar mis argumentos.

La conclusión es, ni más ni menos, que el instinto maternal existe. Si. Existe. Pero dura lo que dura la lactancia y, a veces, algo más (no mucho más). Es decir, que sí existe un especial vínculo entre madre e hijo pero que, salvo los dos primeros años de vida (como mucho) ese vínculo es igual de especial que el que pueda existir entre padre e hijo (potencialmente) y que si es más especial con la madre o el padre no se debe al instinto maternal sino a factores, puramente, educacionales, culturales etc.

Y esto que acabo de decir, dista enormemente de la típica imagen de madre de adolescente abnegada y sufridora que aguarda en el sofá hasta altas horas de la madrugada, a que su hijo vuelva de la discoteca, mientras el padre permanece ajeno a tal preocupación. Lo que mueve a la madre a adoptar esa postura NO es el instinto maternal. Se trata de un temor desmedido asociado, generalmente, a la madre por problemas socioculturales en cuanto al establecimiento de roles.

Otro ejemplo sería el de la compleja situación que supone la separación padres-hijos que se produce el primer día de colegio. Es una situación antinatural desde el punto de vista biológico. Un mono y su cría reaccionarían con verdadero terror al tener que afrontar una brusca separación como esa. Y así reaccionamos la mayoría de nosotros (tanto hijos como padres y madres). Pero eso… No es instinto maternal sino instinto de protección de la cría

El otro caso es el de la sobreprotección. La prevención de accidentes fuera de una medida lógica. La típica madre que no se separa de su hijo de 5 años cuando este sube al tobogán para tirarse como hacen todos. Eso… NO es instinto maternal. En este caso la madre refleja en su hijo su inseguridad y/o falta de confianza.

El instinto maternal no es más que el especial vínculo que se establece entre madre e hijo durante el embarazo por el hecho de que este se produce dentro del cuerpo de la madre (y no más) y tras el parto por el hecho de que el acto de amamantar solo es realizado por la madre. Es cierto que la oxitocina aumenta en la mujer, es cierto que existen vínculos especiales que son confirmados a través de los 5 sentidos que quedan agudizados en la madre, pero una vez amamantada la cría no es el instinto maternal el que hace que haya mayor y, sobre todo, mejor vínculo entre madre e hijo que entre padre e hijo.

Es el instinto de protección de las crías (con el fin, biológico, de perpetuar nuestros genes) el que prevalece y ese instinto no es exclusivo de la madre.

Estoy ya hasta los cojones de oír frases claramente machistas que hacen referencia al especial papel que juega la madre para con los hijos.

 Señores!!!

 Los padres jugamos, exactamente, el mismo papel tan especial!!!.

Reivindico ese papel para los padres. Con toda la carga de responsabilidad que ello supone.

En Rusia es costumbre envolver al recién-nacido en distintas capaz de mantitas (tipo matriuska) que quedan, finalmente, amarradas y de tal forma que el pequeño no se puede mover, siquiera. Sin embargo, esto hace que el bebé deje de llorar automáticamente. El llanto del recién nacido está justificado porque tener que respirar supone un nuevo reto y esfuerzo que ha de afrontar, porque ha perdido el contacto que tenía con su madre, porque, espacialmente, queda ubicado en otro contexto que le es ajeno y nuevo, porque no cuenta con el olor y calor que, a modo de seguridad, le ofrecía el vientre materno. Sin embargo TODOS los bebés que son enrollados en mantitas dejan de llorar. Evidentemente las mantitas ejercen una labor parecida a la de su madre antes de nacer (he dicho parecida ¿eh?, que no se me confunda!!) al menos en cuanto a la sensación de seguridad y calor que le reportan las prendas pegadas a su cuerpecito.

¿Dónde queda el instinto maternal ahí?. Existir, existe, pero ni es tan fuerte, ni, por supuesto, es tan duradero.

(Y conste que todo eso me parece aberrante ya que lo ideal es mantener al bebé pegado a su madre).

Lo que explica que históricamente haya existido esa vinculación tan especial entre madres e hijos (y ya no hablo de bebés) no es mas que (y siento tener que volver a insistir en lo mismo) la cultura y educación machista imperantes desde siempre.

Por supuesto, buena parte de culpa de todo eso la tiene la iglesia (lo siento pero lo que es, es) por su papel preponderante en la fabricación de una moral concreta que define, claramente, una diferenciación (a mi juicio antinatural y, sobre todo, injusta) entre madre y padre. Las evidentes diferencias entre mujer y hombre no son solo biológicas. Eso es cierto, pero queda demostrado que la mujer debe y puede jugar un papel mucho más determinante en temas que van más allá de su rol de madre y que los hombres pueden y deben, también, asumir sus responsabilidades como padres (que también, van más allá del abastecimiento de comida y seguridad a la familia.

El rol de mujer ha consistido (durante demasiado tiempo) en parir y criar a los hijos. Ese era el objetivo vital (básicamente) de la mujer. El hecho de que seáis vosotras las que, biológicamente, estéis diseñadas para parir ha sido aprovechado por los hombres para, además, asignaros un papel secundario en el mundo, en el resto de acciones que todo ser humano tiene derecho a ejercer.

Por eso los grandes cargos han sido siempre masculinos (la mujer ha venido al mundo para parir y criar hijos), por eso la mujer no ha contado con derechos (a la educación, a la información, a la participación, al trabajo, a la independencia, al sexo…) a los que ha renunciado concienciada (manipulada desde el pensamiento moral imperante como, por ejemplo (y es uno más) el cristiano-católico) desde muy pequeñitas (recordad que sólo podíais jugar a muñecas ya que vuestro objetivo vital era encontrar un buen marido, parir y criar a los hijos y que si los niños jugábamos a muñecas éramos tachados de maricones). Por suerte toda esa basura en forma de moral impuesta ya se va diluyendo.

El exceso de protección de que hacéis gala con mucha (demasiada) frecuencia no es debido al instinto maternal sino a los vestigios de toda esa moral (a mi juicio, aberrante, injusta, machista y casposa)

Si alguien entra en mi casa y nota que está sucia pensará que mi mujer es una guarra (y no que el guarro, quizás sea yo)).

Si alguien no nota protección hacia los hijos en una mujer pensará que es una mala madre (y no se acordará del papel del padre que, posiblemente, sea peor que el de ella).

Una vez que el hijo ha dejado la lactancia materna el papel de ambos cónyuges es, potencialmente, exactamente igual. El famoso vínculo especial madre-hijo se ira diluyendo en poco tiempo, los niveles de oxitocina volverán a la normalidad y en la comunicación con el hijo entrarán en juego otros factores más determinantes que el olor corporal, por ejemplo. Lo que perdurará de por vida será el instinto de protección, el que nos hace perpetuar nuestros genes. Pero ese instinto no es exclusivo de la madre, sino que también lo tiene el padre.

Fdo. Diego Bueno

martes, 21 de julio de 2009

HABLEMOS DE ¿SE PUEDE CAMBIAR AL OTRO?... POR FIN!!

 

Para empezar he de decir que reconozco que a veces me cuesta tener que explicar obviedades. No, no son obviedades sólo para mí. Lo son para cualquier persona sensata.

Primera obviedad: Todos cambiamos. Precisamente la existencia humana implica ya, intrínsecamente, cambios. Adaptación, evolución…. Cambios, en definitiva. Negar esto es negar lo evidente.

Segunda obviedad: Absolutamente a todos nos molestan ciertas actitudes de los demás. Incluso nos molestan ciertas actitudes de aquellos a los que más queremos probablemente porque la cercanía nos hace más víctimas de esas actitudes.

Tercera obviedad: A todos nos gustaría que los demás rectificaran esas actitudes que nos molestan, que no nos gustan, que nos cabrean o, simplemente, que no son las que nosotros consideramos correctas.

Cuarta obviedad: TODOS intentamos hacer cambiar al otro. Todos ejercemos cierta influencia en los demás (en unos más que en otros y unos más que otros). Aprovechar esa influencia para hacer que el otro cambie y, por tanto, rectifique esas actitudes que consideramos nocivas… no sólo es humano e inevitable, sino, bajo mi punto de vista, deseable.

Se perfectamente que los que habéis llegado a leer hasta aquí os estáis tirando a mi cuello ahora mismo. Por eso voy a argumentar esto que acabo de decir.

Las personas nacemos (con esto quiero decir que llevamos ya una carga genética que nos determina en rasgos muy generales) pero, sobre todo, las personas nos hacemos. Nos fabricamos. ¿Cómo?. Pues a través de la educación recibida (educación en el sentido más amplio del término), a través de nuestras experiencias vitales y de cómo hemos vivido tales experiencia, a través de lo aprendido gracias a esas experiencias, nos fabricamos, también, gracias al entorno, es decir, nacer donde hemos nacido influye en que seamos como somos. También nos moldeamos gracias a nuestras creencias religiosas y gracias a nuestro sentido moral y, por supuesto, también nos creamos gracias a la influencia que ejercen sobre nosotros las personas que tenemos a nuestro alrededor.

Cuando se da la circunstancia de que con una de esas personas dormimos cada noche, el poder de influencia puede llegar a ser muy elevado. La vida en pareja es, entre otras cosas, una continua adecuación al otro. Y esa adecuación es, en sí, un cambio. Cambio en actitudes, cambio en forma de ver las cosas, cambios de comportamientos etc. Dicho de otra forma. En buena medida, somos lo que somos y como somos gracias a la influencia que nuestra pareja ejerce sobre nosotros. Y todo eso ocurre gracias a la complementación e implementación que, en el caso del amor, es más marcada.

La convivencia en pareja es difícil ¿verdad?. Hay que hacer alardes de paciencia, tolerancia, transigencia….etc. En eso consiste el amor. Pero la convivencia en pareja no es sólo “soportar” o disfrutar todo lo del otro. La convivencia en pareja también es (y así debe ser) pedir, exigir lo que queremos. Difícilmente nos darán lo que queremos si no lo pedimos abiertamente. Jugar a las adivinanzas no suele ser buena norma porque puede dar lugar a equívocos (infinidad de parejas viven descubriendo equívocos y eso no solo trae como consecuencia una gran carga de frustración y decepción, sino de impotencia y sentido del fracaso personal con la consiguiente bajada de autoestima y los trágicos (en muchos casos) desenlaces).

Lo correcto, lo deseable, lo esperable, bajo mi punto de vista, es hablar abiertamente de nuestras necesidades. Lo primero, para que sean atendidas, es darlas a conocer.

Si hay actitudes, comportamientos, formas de pensar etc, que no me gustan en mi pareja, he de expresárselo abiertamente. ¿Para qué?. Para llegar a un acuerdo. Lo deseable es que quien no actúe correctamente, intente cambiar dicha actitud. Eso es la pareja quien debe decidirlo. Debe decidir quien dice lo correcto, quien espera lo correcto y quien ha de cambiar. Pero, en cualquier caso….eso… no es más que un intento (exitoso en muuuuchos casos) de hacer cambiar al otro. O cambio yo, teniendo más paciencia, siendo más tolerante o más transigente…. O cambia el otro rectificando esa forma de actuar que nos molesta. El caso es que de ese “conflicto” SIEMPRE surge un cambio.

Como podéis comprobar….el cambio es posible y deseable.

Por lo tanto es lícito, correcto, humano y posible querer hacer cambiar al otro.

De hecho….repito que somos lo que somos gracias a la influencia del otro en nosotros mismos.

Dando por entendida mi argumentación paso a hablar acerca del cambio en nosotros mismos.

¿Qué ocurre cuando reconocemos nuestros defectos?

Todos (unos más que otros) terminamos conociéndonos y sabiendo qué actitudes nuestras no son correctas o deseables o, simplemente, nos causan problemas en nuestras relaciones.

No dejamos de evolucionar y no dejamos de conocernos a nosotros mismos. A medida que crecemos la vida nos plantea situaciones que, en función de cómo actuemos en cada una hace que nos conozcamos un poco más. Lógicamente se parte de la base de que todos (unos más y otros menos) somos capaces de discernir acerca de si lo que hacemos, decimos y pensamos entra dentro de nuestras ideas morales.

En otras palabras… se trata de que seamos lo que queremos ser. Para ello es fundamental saber detectar qué es lo que los demás ven en nosotros.

Hay muchos casos en que las personas nos creemos que los demás nos ven de cierta forma y resulta que estamos equivocados. Por eso nos importa tanto (entre otras cosas) lo que los demás piensan de nosotros mismos. Porque esas opiniones nos sirven  para saber en qué medida somos eso que solemos llamar… auténticos.

¿Qué es ser auténtico?. Para mí, ser auténtico es mostrarse tal cual se es sin dañar. Es decir…. Hacer que haya coherencia entre lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos. Y, por otra parte, tener autenticidad es que no haya una idea demasiado disociada entre lo que los demás creen que somos y lo que nosotros creemos ser.

Así que si reconocemos defectos en nuestro carácter y/o en nuestras actitudes, es porque no son (dichas actitudes) lo que quisiéramos que fueran (por eso las tildamos de “defectos”).

Y si reconocemos tales defectos quiere decir que tenemos un gran objetivo que cumplir.

Ese objetivo no es sino el de rectificar esos defectos.

Tenemos la obligación de intentar cambiarlos. Tenemos la obligación de mejorar cada día (en eso consiste buena parte del crecimiento personal. Objetivo vital.).

Todo ese deseo de cambiar lo que reconocemos como defecto podría convertirse en obsesión. Pues no te obsesiones, coño!. Podría convertirse en frustración si no se consigue. Pues no te frustres, carajo!!.

Y dónde dejamos eso que está tan de moda que consiste en decir… “me acepto tal como soy. A quién le guste vale y a quién no… que le den”.

Vamos a ver.

La clave, como en todo, está en el equilibrio. Difícil equilibrio entre querer cambiar lo que reconocemos como defecto y aceptarse tal cual se es. Hay que querer cambiar lo malo sin por ello dejar de aceptarse. Lo que no vale es decir eso de…. “es que soy así”.

No, no vale. ¿Y sabéis por qué no vale?. Pues porque, ante todo, esa actitud no es más que un engaño a sí mismo. Es una defensa cerebral ante la impotencia de cambiar.

Yo soy consciente de que no todo se puede cambiar. Soy consciente de que hay rasgos generales de la personalidad que son inmutables. Estamos condenados a vivir con uno mismo, a soportarse a sí mismo. Por eso, ante la impotencia del cambio se termina argumentando que el cambio no es posible y, por tanto, quien me quiera que me acepte tal cual soy. Incluso muchas personas aluden a la imposibilidad de cambiar (en términos generales) para quedar exentas de la responsabilidad (y el riesgo emocional) que supone la obligación de cambiar. Son personas que necesitan de la constante afirmación externa de sus actos, personas que buscan la comprensión constante y, en definitiva, personas inseguras.

Es posible cambiarse a sí mismo. Es deseable cambiarse a sí mismo. Es cierto que la gran mayoría de cambios vienen dados de fuera, por las circunstancias y con el paso del tiempo, pero también hay una responsabilidad en nosotros mismos que no podemos eludir. Si quiero cambiar ciertas actitudes… puedo hacerlo. No hay varitas mágicas. No hay panaceas. Pero es posible si somos lo suficientemente exigentes con nosotros mismos (más que con los demás) y, además, nos sentimos plenos siendo como somos (sin cargas en forma de frustración u obsesión).

Todos reconocemos que la felicidad parte de uno mismo.

Ese egoísmo o egocentrismo tiene razón de ser desde el momento en que queda confirmada nuestra autoconciencia de nuestra propia existencia.

Por eso tienen sentido frases como las de…”difícil amar a otro si no te amas a ti mismo” y, en el caso del artículo que ya termino…. “difícil que el otro acepte los cambios propuestos si no estamos dispuestos a cambiar nuestros propios defectos”.

Y todo ello debe estar complementado de la idea de aceptar al otro tal cual es.

La vida en pareja es recorrer un camino, juntos. Ya no somos la persona que éramos cuando teníamos 20 años ni nuestra pareja tampoco. Hemos evolucionado y seguimos haciéndolo. Y lo aconsejable es aceptar al otro y a uno mismo tal cual es sin renunciar a la mejora personal, a la que tenemos la obligación moral de contribuir.

Fdo. Diego Bueno

martes, 2 de junio de 2009

HABLEMOS DEL BETIS… POR FIN!

 

No hace ni dos horas que volvemos a ser equipo de segunda división.

Media ciudad llora en este momento y la otra media sonríe. Esto es así. Tiene que ser así.

Somos un equipo distinto. ¿Somos sólo un equipo de futbol?. Es evidente que ser bético es mucho más que ser aficionado, socio o forofo de un equipo. Ser bético quiere decir muchas cosas.

¿A cuenta de qué hay esta sensación?. Como en todo… existe un origen. En el caso del Betis hay un origen claro. El futbol fue inventado por los ingleses y fue la colonia de ingleses que explotaban las minas de rió tinto la que instauró el futbol en España.

Era, el futbol, entonces, un deporte practicado por una minoría que pertenecía a un estatus social determinado. Los ingleses no sólo explotaron los recursos de esta zona de Andalucía sino que, con el beneplácito de las autoridades españolas, explotaban también a unos mineros que, literalmente, entregaban sus vidas en las minas. El futbol era practicado por esos colonizadores y, por tanto, estaba bien visto por la clase alta. No era, por tanto, un deporte de masas, ni mucho menos.

Fueron creados los primeros equipos.

Aquí en Sevilla, primero nació el Sevilla. Dos años más tarde, y como consecuencia de la disparidad de criterio acerca de si un futbolista de clase obrera debía o no jugar en el Sevilla, se produjo la escisión en ese equipo que dio lugar al nacimiento del Betis.

Fue desde el mismo comienzo cuando el Betis vino a representar al sector más castigado de la sociedad.

Andalucía era, en esos tiempos, explotada por terratenientes y aprovechados. La tierra con más recursos de España era ultrajada por señoritos, comerciantes, multinacionales y gobernantes. Se trataba de un pueblo, el andaluz, con gravísimas carencias educativas y con un concepto del clasismo y, por tanto, del servilismo, demasiado arraigado (aun hoy hay mucho de eso).

Era, el andaluz, un pueblo tan admirado (por su saber vivir) como vilipendiado por su servilismo y su inmovilismo.

Por la forma en que nació el Betis, por el momento en que ocurrió, por los colores de su bandera y por su idiosincrasia (viva el Betis “manquepierda”) pronto se convirtió en el equipo de futbol que representaba todo lo que representaba Andalucía. Lo bueno y lo malo. Lo curioso es que toda esa forma de entender la propia vida ha sido, siempre, plasmada sobre los terrenos de juego. El bético, como aficionado, es un ser especial.

Siempre hemos sido mosca cojonera de los “palanganas” y, a la vez, siempre los hemos tenido como referente. Daba igual hacer una mala temporada si quedábamos por encima de “ellos” (lo cual nos ha hecho siempre conformistas). Y al mismo tiempo, tenemos un sentido del saber sufrir que ha sido tallado a base de desengaños.

Fuimos los primeros en ganar una liga, en ganar una copa del rey, en jugar una champions etc..

El manquepierda se vio reforzado cuando bajamos a tercera división. Cuando comenzó la guerra civil el Betis estaba poblado de vascos. La guerra nos dejó sin equipo hasta el punto de bajar a tercera. Ganamos la  liga cuando aun España era una república y no volvimos a ganar nada hasta que ganamos la primera copa del rey ya con la democracia.

Pero no nos equivoquemos. El gran capital del Betis ha sido siempre sus seguidores y su ideal de vida, de ser y sentir. Los dirigentes que ha tenido este club han sido, en gran medida, como los dirigentes que había cuando el club se creo. Gente con mucho dinero, con ganas de relevancia, con sed de notoriedad. Aquí en Andalucía (y sobre todo en el Betis) tendemos a idolatrar a cualquiera.

Hemos pasado en pocos años del “hola hola hola don Manué” al “Lopera vete ya”.

El Betis, como la propia Andalucía, ha sido víctima de engañabobos, estafadores, aprovechados y mafiosos. Por desgracia, al bético, al igual que al andaluz, ha sido fácil engañarlo. Tanto uno como otro nos ilusionamos fácilmente, nos conformamos con poco, nos reímos de nuestras desgracias y permitimos que se aprovechen de nuestros sentimientos. Y tanto uno como otro tendemos a convertir en ídolos a cualquiera. Supongo que siempre hemos necesitado ídolos. Siempre hemos sido “las criaturitas de gol sur”.

Por contrapartida.. no hay nadie más leal ni que ponga más sentimiento y más pasión que un bético o un andaluz. Ni hay nadie que sepa llevar de mejor forma las penas. Ni ha habido, históricamente, un equipo que caiga mejor al resto de España.

Del cielo al suelo en pocos segundos.

Del barro a las nubes en un instante.

Y es que el Betis jamás morirá como no mueren los sentimientos ni muere la pasión ni la alegría ni la esperanza. Primero fue el Betis y luego fue el verde esperanza.

Siempre digo que hay millones de béticos en el mundo, solo que ellos no lo saben. Yo tengo el honor de serlo, saberlo y sentirlo y por ello me siento orgulloso.

Siempre resurgimos.

Ya se que hoy día, por suerte, las cosas no son como cuando nació el Betis. Ya se que hoy día hay de todo tanto en el Betis como en el Sevilla.

Pero también se que existe una esencia que nos hace especiales. Diferentes.

Sevillanos porque nos sentimos como parte de nuestra ciudad pero universales como universales son los sentimientos que nos caracterizan.

Betis y Sevilla somos irreconciliables. Así debe ser. Como irreconciliable es el bien y el mal. Tanto “ellos” como nosotros formamos parte de una ciudad dual. Bipolar, diría yo. Esta es una ciudad de contrastes y los que somos sevillanos sabemos que no hay término medio aquí. Por eso jamás tendrán éxito proyectos como el estadio olímpico o la vieja idea de unir ambos clubes. La desmedida diferencia entre ambas partes inalienables de la ciudad nos hace equitativos. En toda gran ciudad hay, o una gran diferencia entre los dos clubes que coexisten (R. Madrid y Atlético de Madrid o Barça y Español) o, simplemente hay un solo club en la ciudad (valencia o Bilbao). En Sevilla, en cambio, hay dos clubes muy igualados en todo.

No se puede ser bético sin ser anti-sevillista y viceversa. La propia ciudad te obliga a tomar partido. Partido que finalmente tomas. No estar identificado con una de las dos opciones es, a mi parecer, no sentirse sevillano. La rivalidad nació cuando nacieron los dos clubes y, por tanto, no tiene sentido la existencia de ambos clubes sin dicha rivalidad.

La temporada que viene jugaremos en segunda y, a buen seguro, se sucederán los acontecimientos a nivel institucional pero… que nadie piense que desapareceremos jamás. Como siempre ha ocurrido… llegará algún año en que estaremos por encima de “ellos” y serán ellos los que lo pasen mal. Es ley de vida. Es ley de sevillano. Es ley de andaluz.

Fdo. Diego Bueno

sábado, 23 de mayo de 2009

HABLEMOS DE “LA FIESTA” DE LOS TOROS… POR FIN!

 

El entrecomillado tiene cojones!. “LA FIESTA”.

He elegido este momento para escribir el artículo ya que nos encontramos entre la feria de Sevilla y la de San Isidro.

Lo primero que hay que decir (y no por obvio se hace menos necesario) es que eso que llaman fiesta es, sobre todo, el maltrato a un animal. Convertir el maltrato de un animal y toda esa carga de morbo primitivo en una fiesta me parece de lo más perverso.

Un toro es un animal con un sistema nervioso de los llamados “superiores”. Una hormiga es, también, un animal pero es evidente que no es comparable la sensación de dolor y sufrimiento que puede padecer una hormiga a la de un toro. El toro sufre, físicamente, como lo podemos hacer nosotros los humanos. Sin embargo, por otra parte, se le atribuye al toro sensaciones que solo pueden sentir los humanos (morir con dignidad, orgullo, altivez, nobleza, etc…) cuando todos sabemos que los animales no poseen esas cualidades. Es propio de mentes inmaduras atribuir a animales cualidades humanas (si lo pensáis veréis que buena parte de los dibujos animados y cuentos infantiles están protagonizados por animales)

QUE NO, COÑO!.

Que el toro no quiere morir!, que el toro no quiere sufrir!, que el toro no quiere que se le haga pasar por todo ese rito macabro con final de muerte violenta para regocijo de miles de impresentables que bien por inconsciencia o por puro morbo y sed de sangre, incluso, pagan una entrada para que, además de regocijarse en el sufrimiento gratuito de este animal le den de comer (y mucho más que comer) a toreros, ganaderos, empresarios y todo un submundo que, para más INRI, suele estar impregnado de una nube de sospecha en cuanto a honestidad, explotación, dineros negros etc.!!!

Esta es la gran realidad del asunto. Evidentemente hay mucho más pero lo mires como lo mires no hay por donde cogerlo.

Y ahora rebatiré todos esos argumentos que suelen esgrimir los “taurinos” para justificar lo injustificable:

  1. En el toreo hay arte

Claro que hay arte. Incluso hay asesinos que pudiera considerarse que actúan con arte. Pero, evidentemente, el asesinato, el maltrato y el sufrimiento ajeno jamás pueden estar justificados por el arte. Por no hablar de que para muchas personas, entre las que me encuentro, no hay arte donde hay dolor porque dolor y belleza son incompatibles.

  1. Los antitaurinos también comemos carne

Claro que comemos carne. Somos humanos y, por tanto, carnívoros. Pero una cosa es matar a un animal para comérselo y otra bien distinta es hacer sufrir a un animal ante miles de personas, no con el objetivo de comértelo, sino para hacer una “fiesta” de ese sufrimiento.

Precisamente se trata de hacer que el animal que nos comemos sufra lo menos posible al morir. Creo que eso nos dignifica.

  1. Forma parte de nuestra cultura.

Vamos a ver… no seamos gilipollas, coño!. La esclavitud también formaba parte de la cultura estadounidense. Por desgracia el ser humano ha tomado como cultura propia muchísimos actos de los que luego se ha arrepentido a medida  que la sociedad de la que formaba parte se hacía más civilizada. Las culturas son más civilizadas cuantos menos vestigios tengan de violencia.

No vamos a quemar los cuadros de Goya ni los dibujos de Picasso ni los libros de tantos y tantos escritores. Estos artistas no eran excelentes artistas gracias a los toros sino que, al contrario, el toreo fue fomentado gracias a la aportación de grandes artistas.

Que Dostoievski escribiera sobre las cárceles de Siberia no justifica que tengan que existir este tipo de cárceles.

  1. El mundo de los toros crea empleo. Llegados a este punto podrían crear una fábrica de vibradores con púas de acero afiladas y cuando protesten las asociaciones contra el maltrato femenino decirles que eso crea empleo. No hay por donde cogerlo. Evidentemente la creación de empleo no justifica actos inmorales, injustos y relacionados con cualquier tipo de violencia.
  2. El toro nace para morir en la plaza

Claro! Y la mujer adúltera ha nacido para morir apedreada y el hijo de un currante ha nacido para morir pobre ¿verdad?

¿Y quién coño te crees que eres tú para decidir para que ha nacido un animal? Encima jugamos a ser dioses!. Tiene cojones! Basta que un gran número de personas diga cualquier barbaridad para justificarla.

Indignante!!

  1. El toro, antes de ser lidiado vive muy bien.

Claro, y como vive muy bien hay que hacerlo sufrir ante miles de personas ¿verdad?.

A más de uno que vive muy bien lo lidiaba yo de verdad!!

  1. Los taurinos aman al toro

Si, eso dicen muchos maltratadores tras violar, maltratar, humillar, vejar y matar a su mujer. En cualquier caso, los matadores lo dicen porque es lo que les proporciona dinero y gloria. No se maltrata a un ser amado.

  1. El torero se enfrenta en una lucha de igualdad ante el toro.

Otra nimiedad!. Cuántos toreros sufren y mueren comparado con los toros?. Menos mal que hay estadísticas que dicen que en cada corrida mueren SIEMPRE 6 toros.

¿Y la imagen esa en la que el torero, tras matar al toro, pone la boca en forma de “0”, saca pecho y arrastra los pies por la arena esperando los vítores del público?. ¿Qué me decís de esa imagen?.

Me daría risa si no fuera porque se mata a un animal inocente tras maltratarlo. Patético. Como patéticas eran ciertas imágenes en blanco y negro de la España profunda de los años 40.

Es cierto que hay que ser valiente para ponerse delante de un toro pero, a la vez, hay que ser muy cobarde para aceptar una pelea que se sabe cómo acabará. Y acabará (debido a lo desigual de la lucha) (lucha no deseada por el toro) con la dolorosa muerte del animal.

  1. Ser torero es un sentimiento, una forma de ir por la vida.

Esto es como lo de los videntes. Hay dos grupos. Los engañabobos (viles, insanos e inmorales) y los que se lo creen de verdad (locos e inconscientes).

Unos se aprovechan de ese estatus y ese rol que tienen asignado (que si tienen muchos cojones, que si son hombres de verdad, que si son valientes, que si son gente de honor etc.) para ser admirados por la muchedumbre que necesita ídolos (si mueren en la plaza… mucho mejor) y otros no son más que un mero combinado de piedra puestos ahí para ser usados y manipulados. En este sentido recuerda al submundo del boxeo. En mundos donde se mueve mucha pasta suele haber gente sin escrúpulos que son capaces de lo que sea por obtener dinero fácil.

  1. La fiesta de los toros es apoyada por la monarquía.

Solo esto es ya motivo más que suficiente como para ser antitaurinos.

  1. Los humanos somos así.

Es innegable que todo humano lleva una carga de violencia innata. Pero somos una especie que ha conseguido dominar el planeta, no por el uso de nuestra violencia genética, sino por nuestra capacidad de asociación y, sobre todo, de adaptación. Los humanos somos lo que queramos ser porque tenemos recursos suficientes para ello.

Si se suspendieran las corridas de toros y se penalizara a quienes la practicaran (como ocurre con los gallos de pelea, con el tráfico de animales etc..) podríamos vivir perfectamente sin la…”FIESTA NACIONAL”.

Te recomiendo que veas este video, únicamente, si estás a favor de las corridas de toros:

http://www.tu.tv/videos/verdad-sobre-la-tauromaquia-ni-arte-n

Tu indiferencia te hace cómplice. Muestra tu repulsa pública y claramente cuando te topes con algún “torero”. Solo así podrán quedar cada vez más aislados y podrá acabarse con tanto dolor.

GRACIAS

Fdo. Diego Bueno

viernes, 22 de mayo de 2009

HABLEMOS DE AMOR DE PAREJA… POR FIN!

 

Primera interrogante… ¿Qué es el amor?.

Difícil respuesta. Cada uno de nosotros tenemos una idea de lo que es o lo que debe ser el amor. De todas formas hay características comunes a toda definición.

1. m. Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser.

2. m. Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear.

3. m. Sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo.

4. m. Tendencia a la unión sexual.

Estas son las definiciones que nos ofrece el diccionario. Sinceramente, me sorprendí al leerlas.

Pero….¿qué implica el amor?. El amor implica entrega, implica reciprocidad, implica compromiso.

El amor no es gratis. Implica esfuerzo. Me consta que es fácil decirlo y no tanto llevarlo a cabo durante años pero se ha de ser consciente de que debe ser así. Son muchas las personas que tras la conquista y los primeros años de amor se duermen en los laureles pensando que el trabajo ya fue realizado. Enorme error que, a buen seguro, traerá consecuencias nada agradables.

 El amor no es inmóvil. Implica evolución. Evolución de la persona y evolución de la pareja. Trazar y recorrer un camino juntos. El amor debe hacernos sentir eso que llamamos plenitud.

El amor debe hacer que encontremos placer en la entrega. Esta es una de las grandes claves ya que no es fácil luchar contra el propio egoísmo personal. El amor implica reciprocidad. Por eso no considero amor a ese que se entrega sin recibir (¿dependencia?, ¿amor incompleto?, ¿ilusión infundada?). Llámalo como quieras pero eso no es amor. El amor, por definición ha de ser completo y no debe basarse en la dependencia. Sí, en cambio, en la complementación y en la implementación.

El amor es la unión de dos seres o más respetando la libertad individual de cada uno de los intervinientes. El amor es complementación interactiva. Por eso considero que no puedes enamorarte de una persona demasiado distinta a ti. No creo en eso que se dice acerca de que el hecho de que sean tan distintos hace que cada uno se beneficie de lo que no tiene y al otro le sobra. Dos personas demasiado distintas no pueden enamorarse. Pueden hacer un acuerdo no escrito, ni siquiera pactado, para llevar unas vidas lo más plenas posibles pero amor….yo no lo llamaría así. Quizás en algún momento de la vida les venga bien la compañía del otro (de ese tan distinto) para suplir carencias personales pero cuando esas carencias estén superadas uno de los dos miembros de esa unión empezará a preguntarse si lo que siente y ha sentido era, verdaderamente amor. Tarde o temprano el hecho de ver las cosas de forma tan desigual tendrá consecuencias en forma de problemas. Problemas a nivel individual y, como consecuencia, problemas a nivel de pareja.

Porque todos somos distintos. Cierto. Y amar es tolerar y enriquecerse del otro. Cierto también. Pero amar es, también, compartir. Compartir ideas, sentimientos, deseos, sueños y esperanzas. Amar es compartir aficiones, formas de trabajo, proyectos. Y todo eso solo es posible entre personas que no sean demasiado distintas. Los conceptos en cuanto a moralidad han de ser muy parecidos. Amar es sentir que la persona amada es tu otro yo. De ahí la importancia de amarse a sí mismo. Hay (y todos conocemos muchas) relaciones de todo tipo. Incluso la mayoría pueden llegar a “funcionar” sin verdadero amor. Tenemos ejemplos a nuestro alrededor pero… el amor es algo más. En realidad lo es todo. Quiero decir que ha de haber de todo en una relación amorosa. Y no hablo de esa idea romántica del amor en la que las personas pierden el sentido de la realidad, incluso.

 El amor es una mezcla de romanticismo y pragmatismo. La realidad es demasiado bella como para tener que sustituirla por ensoñaciones. El romanticismo es demasiado bello como para que quede aplastado por las realidades cotidianas.

 Somos lo que somos gracias a la influencia de la persona amada, entre otras cosas.

La adaptabilidad de la que hacemos gala los humanos trasciende igualmente a las relaciones de pareja. Incluso, a veces, somos testigos de relaciones en que esa adaptabilidad hace que sus miembros consideren como “normal” ciertos comportamientos a nivel de pareja que, cuanto menos, nos sorprenden.

La relación de pareja se construye como se construye un castillo. Piedra a piedra, paso a paso. Una buena relación debe estar construida desde la equidad, el respeto, la buena fe y debe contar con ingredientes únicos que doten de, sobre todo, una intensa complicidad. Eso se traduce en un lenguaje propio. Lenguaje en forma de palabras, gestos y costumbres. No debe faltar la chispa, la sal, el pellizco.

Los años de convivencia limitan la capacidad de sorpresa por eso se hace necesario hacer alarde de imaginación y constantes gestos de cariño, deseo y admiración.

El amor, en realidad, no existe. Lo que existen son las pruebas de amor. Las pruebas de amor han de ser diarias, a cada instante y se materializan en forma de respeto, paciencia, tolerancia, caricias (caricias no solo táctiles sino también con la mirada, con detalles, con besos, con la palabra etc.) y entrega constante. Amar es regalarse al otro que te desea. Y todo ello sin renunciar a la individualidad. Difícil equilibrio en cuyos extremos se encuentran los celos desmesurados y la dejadez total. Se hace necesario que resulte placentero dar pruebas de amor. Si no es placentero se convertirá en una losa y terminarán por no llevarse a cabo dichas pruebas de amor. Es necesario amar para dar muestras de amor constantes. Es necesario amarse para ello.

Solo puede sentirse ese cosquilleo en el estómago ante el amor correspondido. Y solo con la correspondencia es posible saborear el dulce placer de la ceguera que provoca el amor en sus primeras etapas.

Solo te puede hacer alcanzar un alto nivel de plenitud el amor que se siente tras la entrega sin condiciones. No hay amor sin lealtad.

El amor es colaboración. Para ello ha de conocerse muy bien a la otra persona. Sin máscaras. El desenmascaramiento, el descubrimiento del otro es parte del encanto del amor. A diferencia de las demás personas, la persona amada resurge a cada ventana abierta en su alma. Sus puntos débiles y sus grandes virtudes terminan en nuestras manos y nos desnudan ante el otro. Bendito poder que nos embadurna de una gran responsabilidad que afrontamos sin miedos. Es el tiempo y el trabajo tenaz el que permite destapar el alma del otro. El amor necesita de la dedicación y, con el tiempo, la dedicación se regenera con la imaginación.

 El amor nace y crece a través de la admiración. Cuando dejes de admirar al ser amado ve pensando en que, quizás, el amor empieza a acabarse o, siquiera, necesita de un zarandeo. Es una apertura de puertas constantes, es un descubrir qué se esconde tras las distintas máscaras (sociales o personales) atraídos por un presentimiento, un estímulo o por puro instinto. Es convertir en certeza ese presentimiento. Por tanto el amor es descubrir y/o redescubrir constantemente.

Los zarandeos y tirones de orejas son parte del juego del amor. Gracias a ellos el otro vuelve a retomar el rumbo. Gracias a ellos damos a conocer nuestras necesidades. Gracias a ellos podemos evolucionar en todos los sentidos. Las llamadas de atención son tan desagradables como necesarias. Son parte del precio del amor.

Amor es dejar el mejor trozo de tarta a tu pareja sin que esta, siquiera, se de cuenta de lo que has hecho.

Amor es desear la felicidad del otro, buscarla, acentuarla, estimularla, favorecerla e, incluso, crearla. De la forma que sea. Amor y egoísmo no se llevan demasiado bien. Sin embargo es el egoísmo el que hace que podamos expresar al otro lo que necesitamos. Es el egoísmo el que nos refleja en el otro.

Dicen que uno se enamora de un sueño, de un ideal de persona que dista de la verdadera forma de ser del ser amado. Y no niego esa afirmación pero…..ha de tratarse de conseguir que ese ideal no sea radicalmente opuesto a la persona que tenemos a nuestro lado.

¿Se debe hacer cambiar al otro para que se adapte a nuestro ideal?

Por supuesto que si. Es más….es nuestra obligación. Evidentemente es imposible cambiar al otro por completo (de ahí que sea aconsejable que su forma de ser, actuar, pensar y ver las cosas sea semejante a la nuestra). Somos lo que somos y quienes somos gracias a la influencia que el ser amado ha ejercido en nosotros a lo largo del tiempo. Hemos llegado a donde hemos llegado gracias al camino recorrido juntos. Pretender cambiar al otro no significa dejar de respetarlo. Significa aunar criterios, debatir, enriquecerse y enriquecer, analizar y llegar a conclusiones. Significa ver las cosas desde el punto de vista del ser amado y admirado. Si hay amor se llegará a un consenso que será la consecuencia del cambio aceptado. En cualquier caso, cualquier cambio destinado a la mejora personal repercutirá directamente en la relación.

Evidentemente hay personas más influenciables y otras más influyentes. Si existe un gran desequilibrio entre ambos (si uno es demasiado influenciable y el otro demasiado influyente) será necesario escudriñar los subterfugios de la mente para, probablemente, llegar a conclusiones freudianas en cuanto a posibles complejos de Edipo y sadomasoquismos llevados a la práctica diaria. La mujer, por ejemplo, busca, de forma inconsciente, una comparación con la figura del padre cuando se decide a elegir o no a su pareja. Ese es un hecho demostrado.

 Hay parejas que funcionan, incluso así, pero, siendo amor, yo opino que en esos casos es más una cuestión de dependencia que de verdadero amor. El amor requiere equidad, a mi entender. Otro motivo más para que ambos se parezcan también en esto.

Uno de los grandes retos del amor es mantenerlo con el paso del tiempo. En esas estáis la mayoría de los que leáis este artículo y, por tanto, a ello dedico mi esfuerzo en forma de opinión.

¿Cómo se hace para mantener viva la llama del amor?

Dicen que la rutina es el mayor enemigo. Estoy de acuerdo. Todos estamos de acuerdo ¿verdad? Pero….¿de quien es la responsabilidad de tomar las distintas iniciativas encaminadas a vencer la rutina?.

Veamos un ejemplo:

A todos nos encanta que nos den un masaje (terapéutico o sensual) alguna vez pero… ¿quién lo da?, ¿Quién lo recibe?. ¿Hay equidad?. ¿Hay verdadera dedicación?.

 A veces… tendemos a dejar en manos del otro esa responsabilidad. Somos conscientes de que hay que vencer la rutina, somos conscientes de que hay que tener iniciativas ( idearlas, proponerlas y llevarlas a cabo) pero….aun así hay muchos miembros de parejas que no lo hacen.

Por qué?. Yo me preguntaría si el amor sigue vivo. El aburguesamiento, el acostumbrarse a “lo bueno”, la pereza o, simplemente, la costumbre hace que no movamos un dedo en ese sentido.

Una cena romántica, un viaje, un plan para ver una película, siquiera. Los detalles importan. Y mucho. Los detalles son pruebas de amor. Como ya dije antes….no existe el amor, sino las pruebas de amor.

Observad frases como estas, por favor:

“Te amo pero no me atrae el sexo contigo”

“Te amo pero tengo mis aficiones y tú las tuyas. Cada uno por su lado”.

“Te amo pero pasan dos días sin un beso de verdad.”

“Te amo pero no te miro a los ojos.”

“Te amo pero no te lo digo”.

“Te amo pero discuto contigo a menudo”

“Te amo pero no te admiro”

“Te amo pero no converso contigo”

“Te amo pero no me río contigo”

“Te amo pero solo te presto atención cuando te veo mal”

“Te amo pero no quiero que tengas vida propia con tus amig@s”

No nos engañemos. Eso no es amor.

El amor se desarrolla cada día. Con pequeños y grandes detalles.

Otra frase típica (respecto al amor) y, no por ello, menos cierta es que si no te quieres a ti mismo no puedes amar a otro.

Es una pura verdad. Quererse a sí mismo es lograr el equilibrio necesario para aceptarse tal como se es sin renunciar a la mejora personal. Para ello es fundamental conocerse a sí mismo, claro. Una forma de conocernos y aceptarnos a nosotros mismos es descubrirnos  a través del ser amado. Nuestro reflejo y proyección en el otro nos complementa. No por lo que nos falta, sino por lo que aprendemos de nosotros mismos, por lo que podemos llegar a ser junto al otro.

Sólo puedo saber qué quiero, qué espero, qué puedo dar etc… si me acepto, si me conozco y si, a pesar de todo, me amo. Es eso que llamamos plenitud. Imposible amar sin sentirnos plenos.

Debemos amarnos a nosotros mismos. Nadie da al otro lo que no estaríamos dispuestos a darnos. Ni siquiera por amor. Nadie puede dar lo que no tiene. Y viceversa. En amor… cuanto más se da… más se tiene.

Es necesario sentirse bien con uno mismo. Se debe intentar que nuestro estado general sea de buen humor, con carácter positivo, tolerante, abierto, receptivo, conciliador. Es necesario amar a la vida y tener deseos de vivirla. Solo en ese terreno puede nacer y crecer el amor verdadero.

La superación conjunta de cada uno de los obstáculos, que la vida nos ponga a nuestro paso, hará que el amor evolucione, se fortifique y estreche vínculos inseparables.

Solo pueden amar de verdad las personas auténticas. Es decir, las personas cuyos actos, palabras e ideas no difieren en exceso. Soy auténtico si lo que creo de mi se parece a lo que los demás creen de mi. Soy auténtico si soy leal a mis expectativas y no a lo que los demás esperan de mí.

Y sin embargo, esa autenticidad debe estar más cerca de la modestia y la humildad que de la soberbia o la prepotencia. Solo así es posible darse al ser amado.

El amor requiere paciencia, tolerancia y deseo del bien para con el otro. Todo en su justa medida. En un equilibrio harmónico.

El amor requiere egoísmo, exigencia y esperanza. También en su justa medida.

Imposible amar de verdad sin ese sentido del equilibrio. Equilibrio en cuanto a estar lo suficientemente loco como para cometer alguna locura (prueba de amor necesaria a veces) y lo suficientemente cuerdo como para actuar con sentido común y de forma razonable.

Hay que estar muy loco como para pretender ser un cuerdo total.

Como veis… soy bastante exigente en cuanto a amor se refiere.

Pero me reitero en que el verdadero amor es muy difícil de encontrar. Hay sucedáneos de amor, hay amores efímeros y hay otros sentimientos que yo no calificaría como amor. Pero amor….AMOR con mayúsculas….. Eso es, realmente, difícil. Quien lo conoce… lo aprecia en su justa medida.

Básicamente esta es mi idea del amor. Exigente, completa, compleja pero preciosa y, sobre todo… factible.

GRACIAS

 

Fdo. Diego Bueno.

martes, 14 de abril de 2009

HABLEMOS DE MORAL DE LAICO... POR FIN!!

 

Empieza a ser irritante el tono de superioridad moral con que muchos de los fieles de cualquier confesión o credo y las jerarquías religiosas que los propagan han dado en mirar a quienes adoptan ante la convivencia civil y la enseñanza, una postura agnóstica y laica. Ahora insisten en ello las autoridades católicas, con Joseph Ratzinger a la cabeza y los obispos españoles haciendo de coros repetitivos de sus manidas orientaciones morales. Igual que los de cualquier antigualla religiosa, vuelven los católicos a la cantinela de que la familiaridad con la ética y las exigencias de la moral son una prerrogativa de los creyentes de la que probablemente carecen aquellos que no comulgan con fe religiosa alguna. Resulta asombroso contemplar cómo se ignora la evidencia de que una parte no menor de los grandes desastres morales de que hemos sido testigos durante años y años se ha producido en nombre de creencias religiosas o ha sido provocado y alentado por quienes decían obedecer tales convicciones. Y no menos sorprendente es admirar (porque es, en efecto algo tan paradójico que es casi admirable) la facilidad con la que esos credos se armonizan con prácticas políticas y económicas de las que sabemos con toda certeza que (esas si) son la causa de la pobreza, el dolor y el sufrimiento de millones de seres humanos, es decir, de la gran inmoralidad contemporánea.

La complicidad de tantos prelados y fieles con la apoteosis del libre mercado, las dictaduras más inmundas o los nacionalismos más excluyentes son ejemplos bochornosos de esa paradoja. Y sin embargo los únicos que parecen responsables, los únicos a quienes se reputa de inmorales, son los que han renunciado a guiar su vida o su conciencia civil por creencias de esa naturaleza. Ante tal argumento perverso me propongo reivindicar la superioridad moral del laico sobre el creyente.

Con esta nueva monserga integrista se nos quiere escamotear de nuevo más de dos siglos de pensamiento. Por poner un nombre: en 1793 empezaba Kant su prólogo a la primera edición de “La religión dentro de los límites de la mera razón” con una afirmación que, digan lo que digan, es ya incontrovertible: “La moral no necesita de la idea de otro ser por encima del hombre para conocer el deber propio ni de otro motivo impulsor que la ley misma para observarlo”. Para decirlo claro: La moral no necesita de la religión. Se basta a sí misma, sin esa clase de andaderas, porque tiene un sustento suficiente en la racionalidad humana. Este elemental punto de partida sirve para definir lo que puede ser la moral de un laico frente a esa otra moral necesariamente débil y vicaria que es la moral del creyente.

Lo que triunfa con el impulso ético ilustrado, la tolerancia religiosa, y la separación Iglesia- Estado, es la idea de la esencial igualdad moral de los seres humanos al margen de sus convicciones religiosas; la idea de que no es la religión lo que confiere su calidad moral a las personas, sino una condición anterior que no es moralmente lícito ignorar en nombre de religión alguna y que no debe ceder ante consideraciones de carácter religioso. Esa igualdad constituye el núcleo de la ética contemporánea, y con ella, también, de toda política justa, porque exige del poder que no haga distinciones en la estatura moral de sus ciudadanos.

Y esa idea de dignidad humana que sustenta todo edificio de la moralidad laica se funde con la noción de autonomía de la persona como capacidad de conformar en libertad y a partir de sí las convicciones morales y los principios que han de presidir el proyecto personal de su vida. A esto, algún documento episcopal reciente lo ha llamado “deseo ilusorio y blasfemo” de dirigir la vida propia y la vida social, mostrando así, de nuevo, que aunque se condimenten ahora con la salsa fría del libre mercado, ser católico y ser liberal siguen siendo dos menús incompatibles.

Pues bien, esa dignidad de ser moralmente autónomo se le confiere a toda persona en condiciones de plena igualdad, de forma que si es una blasfemia, es la blasfemia que sustenta todo ese pensamiento ético, y se expresa en ciertas exigencias morales que el pensamiento religioso, de cualquier clase que sea, dista de haber asimilado bien. La religión y su sedimento moral han ido siempre detrás de esas conquistas éticas, y, generalmente, en contra de ellas. Incluso la idea de derechos humanos, corolario directo de ellas, fue negada y perseguida sañudamente por la jerarquía católica hasta bien entrado el siglo 20. Nuestros obispos saben que pueden presentarse abundantes textos papales que tratan a tales derechos de errores morales absolutos. Por no mencionar algo que pervive aun en casi toda moral religiosa: la posición de la mujer en un plano subalterno que le niega el acceso a la jerarquía y la gestión del misterio.

Los obispos españoles solo siguen la estela de ciertos lugares comunes muy cultivados por Joseph Ratzinger, al que no puedo llamar pontífice, o hacedor de puentes, porque, como su antecesor, parece más bien empeñado en destruir los pocos o débiles que penosamente se habían ido levantando. En su doctrina moral exhibe una terca insistencia en las perversiones del “relativismo” como causa próxima de todos los males contemporáneos. Y a veces equipara subliminalmente laicismo y relativismo, deslizando con ello la idea de que una cosa lleva necesariamente a la otra. Pero esto es sencillamente falso.

La moral de los laicos puede ser tan firme como cualquiera y tiende, además, a ser menos acomodaticia que la moral del creyente. La ética religiosa que depende de los designios de la divinidad (o de sus intérpretes terrenales, que suelen ser más antojadizos) tiene problemas de relativismo que conocemos desde platón, al menos.

¿Lo bueno es querido por los dioses porque es bueno? ¿O es bueno porque es querido por los dioses?.

Si es lo primero, habremos de pensar como laicos ya que la voluntad de los dioses no muestra por qué es bueno.

Si es lo segundo…. La moral religiosa queda condenada al relativismo. Las cosas serán o no buenas, según se les antoje a los dioses. La moralidad será, pues, relativa a los dioses. O, como sucede de hecho, a las cambiantes voces de sus representantes en la tierra.

Solo desde el laicismo es posible alzar la voz a los mismos dioses para reivindicar lo justo.

Por otra parte, las viejas religiones apelan tercamente a la tradición para sostener la vigencia de sus ideas morales y justificar la protección pública. Pero cada tradición justifica una moralidad diferente y, siendo consecuentes, todas ellas deberían ser válidas como tales. ¿No es esto una verdadera ética relativista?.

Por último, mencionar algo que no podemos olvidar (y menos en España). Con desdichada frecuencia, los creyentes se han aliado y se alían con ideales nacionalistas y patrioteros o, como en oriente próximo, se obcecan con la quimera de un territorio sagrado como receptáculo de su vida moral como pueblo. La cantidad de maldad y de sangre que han producido esas apuestas morales relativistas sustentadas en tradiciones y credos nacionales no necesita ser recordada entre nosotros. Frente a ellas es preciso afirmar la igual dignidad moral de todos los seres humanos, la perentoriedad del respeto a sus derechos básicos y la universalidad de sus exigencias ante cualquier ética casera. O, lo que es lo mismo, es preciso vindicar nuevamente la calidad moral del pensamiento laico.

 

HABLEMOS DE: "EL MAL EN INTERNET"… POR FIN!!

  HABLEMOS DE "EL MAL EN INTERNET"… POR FIN!!    Internet, en general y las redes sociales, en particular, nos han acercado tanto...