viernes, 25 de diciembre de 2020

HABLEMOS DEL NEOLIBERALISMO… POR FIN!!

 



   El neoliberalismo, aunque basado en la supremacía del poder económico, no se limita únicamente a la adoración del mercado como forma política, sino que implica desajustes, injusticias y, de forma sutil, renuncia a la resistencia. Es por ese motivo que cuenta con el apoyo y beneplácito de conservadores, reaccionarios y tradicionalistas.

   Desde un punto de vista educativo y pedagógico, trata de eliminar el pensamiento crítico y la pedagogía crítica. Cualquier pensamiento crítico o simplemente divergente, será calificado como subversivo desde esta óptica que, por desgracia para la cultura, la creatividad, la empatía o la conciencia social, impera a día de hoy en nuestra sociedad.

   En la actualidad, esa sutileza a la que hacía referencia, toma forma desde varios frentes distintos y, sin embargo, comunes entre toda la derecha:

-          Criminalización de la juventud. Sabedores de la fuerza opositora que, históricamente, ha ejercido la gente joven en contraposición al poder injusto establecido, trata de tirar por tierra, mediante la creación de una moral conservadora, cualquier actitud irreverente, nueva, progresista o disruptiva. De esta moral nacen frases como “Lo de antes era mejor”, “la gente joven a día de hoy no respeta”, “Esos niñatos”, “Se ha perdido el sentido ético” “Los jóvenes no trabajan ni quieren trabajar” “yo a tu edad…” etc.

-          Todo está permitido en post de la seguridad. Saben que el miedo es una gran arma de destrucción del pensamiento crítico así que aluden constantemente al miedo con objeto de paralizar cualquier forma de pensamiento cargado de humanidad, compasión y empatía hacia el que es distinto. De esta manera nacen obsesiones sin fundamento, pero con un alto poder de sugestión, basadas en el miedo, tales como el miedo a los okupas (nadie quiere que ocupen su casa), el miedo a los extranjeros pobres (no queremos que nos quiten el empleo), el “todos sentados en clase, callados, homogeneizados, “buenos alumnos” y respetando la autoridad del profesor (Basado en el miedo a que los jóvenes nos quiten el poder en el aula). Ejércitos y policías grandes, avanzados y enaltecidos (no sea que nos ataquen) etc.

-          Definición personal a través de mercancías. “Tanto tienes, tanto vales” así que, si quieres valer mucho, debes tener mucho. Ropa de marca, ir a “la última”, empleo de la coletilla de moda, ostentación y, como poco, conformismo con las baratijas que nos distraen de lo esencial (baratijas en forma de Smart phones, de debates en torno a la prensa del corazón, de recetas de cocina, videojuegos, deportes de masas o series de Netflix. El objetivo es la distracción del personal para que no repare en lo que verdaderamente importa a nivel social. Al mismo tiempo se fomenta el individualismo como forma de eliminación de esa conciencia social.

-          La caridad como forma de contrapeso para saneamiento y sanación de la conciencia individual. Dado que el neoliberalismo aboga por la reducción del Estado y la no intervención de este para la búsqueda de justicia social, equidad e igualdad de oportunidades, el ejercicio de la caridad suele ser habitual en los neoliberales ya que esta es ejercida desde arriba, de forma individual y por decisión propia, con lo cual queda injustificada la intervención del estado en el bienestar y justicia ciudadana. “Que cada palo aguante su vela”, suelen pensar, eso sí, sin decirlo abiertamente, sabedores de que se trata de un pensamiento políticamente incorrecto. De esta forma, los problemas de discriminación hacia los colectivos más vulnerables, pasan a ser problemas individuales que han de ser afrontados de forma individual, con lo cual el individuo afectado queda fuera de esa moral imperante salvo ocultación o enmascaramiento del problema, de ahí que suela deducirse que las sociedades neoliberales son hipócritas por naturaleza. Hablamos de colectivos tales como mujeres víctimas de acoso o maltrato, enfermos terminales o con enfermedades “poco éticas” como el alcoholismo, prostitutas, homosexuales, personas con discapacidad, artistas transgresores e incluso personas que piensan de forma distinta.

-          Economía y empleo. Cualquier acción está justificada si, supuestamente, mejora la economía o crea empleo. Sueldos bajos porque eso mejora a las empresas que crean empleo, poca conciencia ecológica en post de la economía, la industria armamentística crea empleo, hay que mantener y fomentar tradiciones arcaicas, desfasadas y crueles como “la fiesta” de los toros porque crean empleo y generan ingresos. Hay miles de ejemplos, pero lo cierto es que los mensajes simples calan entre la ciudadanía falta de pensamiento crítico y de análisis de las realidades sin pararse a pensar que quizás esos mensajes sean falsos o que existen otras alternativas más éticas, responsables, justas y sociales. Lo cierto es que, por una lógica aplastante, a nadie beneficia más el hecho de que haya mucho desempleo, que a los neoliberales, cuyas sociedades se caracterizan por la enorme y cada vez mayor distancia social entre quienes tienen menos y quienes poseen más riqueza.

-          Religión. Íntimamente ligado al catolicismo, el neoliberalismo tiene la posibilidad de redimirse de sus pecados que, curiosamente, atentan contra los preceptos básicos del cristianismo en sus orígenes. No es de extrañar que una religión basada en la tradición y el poder de la institución, abrace con felicidad los preceptos neoliberales. A final de cuentas se trata de establecer una “casta” a la cual, si perteneces, obtienes recompensa y reconocimiento social. Una casta que aboga por la caridad como forma de hacer “el bien” y por su presencia forzosa en los ámbitos de mayor relevancia del estado (educación, ejército, política, monarquía y antiguamente, incluso sanidad).

 

Fdo. Diego Bueno

miércoles, 9 de diciembre de 2020

HABLEMOS DE LA DESEADA EXTINCIÓN DEL CUERPO DE PROFESORES TÉCNICOS DE FORMACIÓN PROFESIONAL EN EL SISTEMA EDUCATIVO... POR FIN!!

 

Un título universitario no es comparable a un título de Formación Profesional de grado superior, pero no porque uno sea mejor que el otro. Simplemente son distintos y por suerte hasta ahora, complementarios. Digo “hasta ahora” porque la nueva ley de educación (conocida como “ley Celaa”) habla, literalmente, de extinguir el cuerpo de profesores técnicos de formación profesional.

Si bien otros aspectos de la nueva ley han tenido trascendencia en los medios de comunicación y en redes sociales, y han sido objeto de distintas fake news con sus correspondientes desmentidos (como los bulos de que iban a querer cerrar los centros de educación especial o de que el castellano ya no iba a ser obligatorio en Cataluña), este verdadero atraco (este sí) contra la dignidad y calidad de la Formación Profesional ha pasado completamente desapercibido en un intento de “colar” forma sutil y por la puerta trasera una medida a todas luces injusta, nada efectiva y que atenta contra la calidad de la educación en Formación Profesional, demostrando un total sometimiento a las exigencias empresariales, fomentando la precariedad en el empleo y, lo que es peor, bajando notablemente la calidad de una enseñanza que, en los “países civilizados”, camina, justamente hacia la dirección contraria.

Apostar por la extinción del cuerpo de profesores técnicos de Formación Profesional no es más que apostar por la no complementariedad de dos tipos de profesionales de la educación cuya suma de conocimientos, destrezas y metodologías pedagógicas basadas en el “saber hacer” y el “aprender haciendo” aportan calidad a la educación, máxime si hablamos de Formación Profesional.

El hecho de no haber empleado unos años en la obtención de un título universitario, implica generalmente, que ese profesional ha empleado ese tiempo en trabajar en empresas de su sector y todos sabemos que para referenciar constantemente a nuestro alumnado acerca de cómo es el trabajo en las empresas, no hay nada mejor que haber trabajado en ellas.

¿Qué tipo de profesorado querrías para tu hijo/a si se convirtiera en alumno/a de formación profesional?

Lógicamente querrías un equipo educativo conformado por profesionales de la educación que aportaran conocimientos metodológicos, conocimientos conceptuales y conocimientos actitudinales, bien, pues todo eso se convierte en un imposible si ese equipo educativo no está conformado por un profesorado que, aplicando metodologías pedagógicas basadas en la transmisión de conocimientos, procedimientos y actitudes, no incluyera en el proceso “enseñanza-aprendizaje” las continuas referencias al desempeño del trabajo en las empresas del sector o el “Aprender haciendo”.

En cualquier tratado de pedagogía moderna se contempla como necesaria la adquisición de destrezas en el desarrollo del trabajo, pero también la necesidad de interrelacionar los conocimientos teóricos con la implementación de dichos conocimientos.

Si vamos aún más lejos, es justo mencionar que los profesionales de la educación no dejamos de aprender en ningún momento, como corresponde a la necesidad de ofrecer a nuestro alumnado una formación de calidad, por eso nos encontramos con compañeros titulados universitarios que, ya ejerciendo como profesores, aprenden a llevar a la práctica sus conocimientos teóricos, a conocer cómo es la realidad del trabajo en las empresas, así como a adquirir destrezas y habilidades metodológicas. De la misma forma, los profesores técnicos estudiamos un grado universitario y/o realizamos cursos para adquirir conocimientos teóricos que completen y complementen nuestra formación metodológica.

De toda esa mezcla es de donde emana la riqueza correspondiente a las distintas aportaciones y, por tanto, la calidad en la educación. Es por todo eso que la decisión de este Ministerio de Educación, de considerar a los profesores técnicos como “cuerpo a extinguir”, no solo empobrecería la calidad y el prestigio de la Formación Profesional, sino que se trata de una medida injusta y sin sentido impropia de un gobierno que dice llamarse “progresista”. Pero es que yendo todavía más lejos y viendo ciertos planteamientos que acechan a la Formación Profesional (que como etapa educativa que es, debe velar por la igualdad, la equidad y el derecho de todo el alumnado a una educación/formación de calidad, gratuita y en igualdad de condiciones) atisbo en el horizonte intereses ocultos para la mayoría de los ciudadanos, de ahí la importancia de difundir nuestras reivindicaciones.

Dichos intereses ocultos no son más que otra forma más de enmascarar lo que llevan años pretendiendo las organizaciones empresariales con el fin de obtener aun más beneficios a costa de los trabajadores y el alumnado.

Teniendo en cuenta este planteamiento, yo me pregunto.

-          ¿Querrán eliminar el cuerpo de profesores técnicos para que las prácticas del alumnado se desarrollen íntegramente en las empresas? (algo impensable en nuestro contexto dado el pobre tejido empresarial, la escasa oferta de empleo y la poca conciencia empresarial)

-          ¿Querrán que, forzosa e inevitablemente, haya que apostar por la formación dual con el consiguiente beneficio únicamente para las empresas ya que se ahorrarían mano de obra (o sea, aún más desempleo) debido a que al alumnado no tendría que ser remunerado como un trabajador?

-          ¿Querrán ahorrarse el coste de la obligatoriedad que supone el tener que formar a sus trabajadores?

-          ¿Querrá eso decir que los formadores de las empresas ejercerán una labor educativa sobre el alumnado a pesar de no poseer conocimientos pedagógicos, a pesar de estar instruidos, únicamente, en unas determinadas especialidades, a pesar de no haber tenido que superar unas duras oposiciones y a pesar de no aportar la imparcialidad intrínseca a un funcionario del Estado?

-          ¿Es una forma de ahorrar inversión en educación para no tener que dotar a los centros de recursos y dejar en manos de la empresa de turno (con sus intereses y limitaciones particulares) la puesta en disposición de dichos recursos?

-          ¿Es una forma de favorecer aun más la educación privada con el pretexto de que ellas sí que apuestan por la formación dual (es decir, sin profesores técnicos, con lo cual se ahorran inversión en talleres y equipos) y mediante mensajes engañosos convencer a la ciudadanía de que ese es el camino hacia una educación de calidad?

-          ¿Es, en definitiva, una forma de seguir desmantelando la educación pública con todo lo que eso supone para un país?

Es descorazonador ver cómo, incluso los gobiernos progresistas (incluidas las administraciones regionales, provinciales y locales) se pliegan ante los intereses egoístas y desmedidos del sector empresarial, dañando sin el menor remordimiento, como en este caso tan flagrante, incluso la calidad de la educación de todo un país.

Piensen y saquen conclusiones.

Los profesores técnicos tenemos claros estos planteamientos y es por eso que estamos en lucha constante por defender, no solo nuestros derechos, sino los derechos de nuestro alumnado y, en definitiva, la calidad de la educación que como es obvio, pasa por la complementariedad y enriquecimiento que ofrece un profesorado variado, versátil y en constante mejora.

Fdo. Diego Bueno. P.T.F.P. en el IES El Arenal de Dos Hermanas (Sevilla)



sábado, 14 de noviembre de 2020

HABLEMOS DE “LA PAGUITA” … POR FIN!!

 En plena ola de crispación y polarización, fenómeno que, como todos sabemos, no es exclusivo de los Estados Unidos de América, observo comportamientos en forma de opiniones por parte de gente (de demasiada gente) a la que, básicamente les molesta la felicidad de quienes son más pobres que ellos.

Hacen gala de una aporofobia que me resulta repugnante, cuanto menos.

Hablan en tono despectivo y por supuesto peyorativo, de “las paguitas”. Hablan de quienes, según dicen, cobran “paguitas” sin dar golpe. Básicamente lo que les molesta es que personas que sobreviven con 400 euros al mes, puedan ser felices y tener buen aspecto. Justo y casualmente, esa felicidad que ellos no poseen por falta de agradecimiento, por no valorar lo que poseen. Viene a ser como desear que todas mis amistades engorden ya que yo no puedo adelgazar.

Si ven una imagen de una persona que sobrevive con 400 euros al mes, con la tez demacrada, con gesto apenado y compungido, malvestida, semblante serio, mirada baja y aspecto de pobre, entonces está justificado que cobre esa paga. ¡Pobrecito!, dirán. En cambio, si ven a esa misma persona, con buen porte, feliz, semblante alegre, incluso con risa, limpia y bien vestida, aunque sea con ropa del Primark, sobreviviendo con los mismo 400 euros, entonces ese es un aprovechado que vive sin trabajar a cargo del estado. ¡un caradura!, dirán.

Este tipo de sentenciadores se caracterizan por una enorme falta de altura de miras y empatía. Básicamente les molesta la felicidad del pobre y en vez de hacer autocrítica y replantearse por qué no son felices ellos a pesar de disponer de muchos más recursos o pararse a analizar qué relación existe entre las posesiones y la felicidad, lo que hacen es intentar pisotear, no ya al pobre (a este lo alimentan con la caridad que tapa sus endebles conciencias éticas), sino al pobre feliz.

Se escudan en que trabajan mucho para justificar su infelicidad, como si cambiar pañales a personas mayores o vender pañuelitos en un semáforo, por ejemplo, no fuera trabajar mucho.

Yo no niego el esfuerzo de nadie. Por supuesto que hay gente que trabaja y que merece más o, al menos, no merece menos. La asertividad es una cualidad que implica respeto hacia el prójimo independientemente de que uno reclame sus derechos. El neoliberalismo implica individualismo, falta de asertividad y, por tanto, falta de solidaridad.

A mi entender, el estado, ante todo, debe garantizar que no se vulneren derechos fundamentales de ninguna persona. A partir de ahí empecemos a hablar. Evidentemente no siempre lo consigue, pero su obligación es intentarlo, articular leyes que tiendan a erradicar la pobreza que, por cierto, no ha aumentado como consecuencia de las políticas desarrolladas por este gobierno, sino por la pandemia que padecemos (tener que explicar esto a algunas personas es agotador por lo obvio) de la misma forma que hay gente que se aprovecha de esa premisa fundamental (plasmada clarísimamente en nuestra constitución, por cierto) para “vivir” sin trabajar pudiendo hacerlo. Criticar y reclamar que el estado cumpla con esa premisa y vele porque no haya “aprovechados” es nuestra obligación como ciudadanos, pero de ahí a convertirnos en monstruos hay un abismo.

Claro que existe una responsabilidad individual en las personas.

Claro que hay personas que han hecho de su vida lo que no querían, precisamente haciendo lo que les parecía.

Claro que hay personas que se han buscado la situación que viven actualmente y ahora pagan su precio.

Pero igualmente, también es evidente que existe una responsabilidad por parte del conjunto de la sociedad para que no se favorezca la diferencia de clases y por tanto la exclusión, la marginalidad, la desigualdad de oportunidades o el abandono.

Todo empieza, todo pasa, todo continúa y todo termina con la educación.

Que cada cual haga de su existencia lo que pueda o considere, pero los derechos fundamentales deben ser tan invulnerables como garantizados por un estado moderno y justo, incluido el derecho a ser felices. Las personas con pocos recursos ya pagan el precio de vivir en la pobreza y/o en la ignorancia. Allá cada cual, con su conciencia y sus actitudes, pero la educación debe ser creadora de una moral que fomente la cohesión, la igualdad, la justicia social o la compasión. Valores tan universales como humanos.

Entre la bondad, la justicia y la caridad, me quedo con la bondad porque la caridad, aunque denote bondad, se ejerce desde arriba y, por tanto, implica injusticia, la justicia es un valor superior, aunque por desgracia, subjetivo y temporal. Sin embargo, sin bondad es imposible tanto la justicia como la caridad, eso sí… supone cierta renuncia al pensamiento individual en favor del prójimo (o lo que es lo mismo, menos egoísmo y egocentrismo)

Es lo que tiene vivir en sociedad y en libertad, que implica responsabilidad y mayores dosis de bondad para que todos, podamos aspirar a la felicidad con todos los derechos fundamentales garantizados.

A los partidos de derechas que, se caracterizan todos por criticar las “paguitas”, les diré que esos, los pobres (pobres por muy felices que a veces se les vea), también son sus compatriotas y si critican el voto comprado, les invito a que elaboren leyes justas. Es la mejor forma de vender votos.

Fdo. Diego Bueno

sábado, 7 de noviembre de 2020

HABLEMOS DEL ESPÍRITU CRÍTICO... POR FIN!!

 

Observo que todo el mundo aboga por fomentar el espíritu crítico. Es, al parecer, la panacea de la educación, es lo que queremos para nuestros hijos y además, todos consideramos que lo poseemos, que somos libres, que nuestras verdades son absolutas porque haciendo uso de esa libertad y esa independencia llegamos a conclusiones acertadas.

En estos tiempos en que todo el mundo tiene acceso a más información (incluso mucha más de la que somos capaces de procesar), era de suponer que quedarían erradicadas las supersticiones o las creencias irracionales, sin embargo, observo que no solo no han desaparecido sino que, gracias a las redes sociales e “influencers” o “tiktokers”, han aumentado. Temas que deberían haber sido superados en pleno siglo XXI, como la videncia, la astrología o la homeopatía permanecen más en boga que nunca, así, nos vemos rodeados de terraplanistas, negacionistas, seguidores de dietas milagro o gente anti-vacunas, por ejemplo.

En pos del supuesto espíritu crítico, se pone en duda absolutamente todo, incluso el conocimiento más afianzado, pero resulta que en eso no consiste el espíritu crítico, no.

Cierto es que se necesita de la duda, pero dudar de todo y de todos crea desorientación, te hace llegar a conclusiones erróneas y en muchas ocasiones, te empuja a apostar por lo irracional, p or lo que no tienen fundamento, por las opiniones de una mayoría, por opciones incongruentes o contradictorias.

El espíritu crítico necesita de la duda, pero a su vez, necesita de la confirmación de unos mínimos. No se puede dudar, por ejemplo, de que la tierra sea redonda o de las leyes de la física y, en cualquier caso, no todo el mundo es biólogo o físico como para dudar razonablemente de todo eso.

El espíritu crítico necesita que se conozcan distintas fuentes de información, pero no todas las fuentes tienen el mismo valor. No puede tener el mismo valor la información que ofrece una persona que firma con pseudónimo que la de un medio oficial contrastado. No puede valer igual la opinión de un médico que la de un curandero. Lo mejor es buscar distintas fuentes con cierto prestigio o credibilidad y contrastar la noticia o la afirmación.

Sin embargo, la tarea más ardua que conlleva tener un espíritu crítico no es la duda o la búsqueda de información fidedigna sino la capacidad de análisis que se posea. Ahí es donde no llega la mayoría de personas que presumen de disponer de un espíritu crítico, simplemente, porque analizar la información implica un sobreesfuerzo que no todo el mundo está dispuesto a realizar o, directamente, no todo el mundo sabe cómo hacerlo.

Es por eso que nos encontramos con gente que termina dejándose llevar por lo que escucha a su alrededor en su búsqueda, fácil e inmediata, de una solución, sin esfuerzo, a su desorientación. Todo ello como consecuencia de sus dudas permanentes que terminan convirtiéndose en desconfianza. Terminan por creer en lo inmediato y lo cercano.

Ese es el motivo por el que las opiniones de barra de bar tienen éxito y por eso la gente que llega a conclusiones absurdas o incongruentes, tienen la desfachatez de presumir de espíritu crítico asociando este a la duda permanente sobre casi todo.

Nos encontramos con inmigrantes latinos que votan a Donald Trump, trabajadores explotados seguidores de VOX, gente que sale a la calle a manifestarse, pervirtiendo la palabra libertad…

Para poder disponer de un espíritu crítico es necesario tener claras unas bases sobre las cuales sustentar las dudas y esas bases se forman, primero, a través de fuentes de información distintas pero fidedignas pero, ante todo, gracias a una capacidad de análisis que se fomenta y se estimula desde la niñez, porque si no es así, se corre el riesgo de convertirse en personas que cambian sus opiniones de un día para otro entrando en completa contradicción, guiados por su desorientación. Terminan, no por dudar de todo y todos, sino por desconfiar de todo y todos. Son, precisamente, ese tipo de personas, las más manipulables y, por tanto, las primeras víctimas de las “fake news”.

Más que de mantener una postura en la que se lleva la contraria a todo, el espíritu crítico requiere de racionalidad, de coherencia, de capacidad de análisis y procesamiento de la información y, en mi opinión, todo eso debería estar más fomentado en las escuelas y en las familias. Oponerse a todo no te hace poseedor de un espíritu crítico, simplemente te convierte en exaltado o desorientado o en buscador de un protagonismo típico de la adolescencia, en que se busca la identidad personal, por eso, esa actitud es propia de mentes inmaduras y/o poco formadas.

Fdo. Diego Bueno

martes, 3 de noviembre de 2020

HABLEMOS DEL PODER DE LA PALABRA... POR FIN!!

 

Me confieso un enamorado de la palabra, tanto la escrita como la hablada.

La naturaleza ha dotado a cada ser vivo de distintas formas para comunicarse, en definitiva, de lanzar señales que han de ser recibidas por un receptor y que en función de la complejidad de los mensajes sea posible hacer de la comunicación una experiencia más o menos compleja y completa. El lenguaje hablado y escrito, por tanto, nos humaniza, nos hace únicos, especiales y libres porque facilita la expresión de todo aquello que, como personas, somos capaces de sentir.

Pienso que vivimos una época marcada por la inmediatez. Se busca de forma despiadada la economía del lenguaje hasta límites que, a mi modo de ver, restan complejidad a las comunicaciones. Leemos solo los titulares, usamos emoticonos como forma de descripción de emociones y sentimientos o usamos redes sociales como Twitter, que permite únicamente 280 caracteres como máximo en cada mensaje. Nuestro cerebro es complejo y, por lo tanto, limitar nuestra capacidad de expresión, limita a su vez nuestra capacidad cerebral.

Toda belleza lo es más si es descrita. Hay belleza en la propia descripción. Hasta el amor es más completo cuando no solo es sentido, sino que además es comunicado e interpretado mediante la palabra.

El afamado psicólogo, Luis Rojas Marcos, dijo que “somos lo que hablamos”, y, por ende, lo que no hablamos.

Cuando observamos a personas que tienen poca capacidad para expresar, mediante la palabra, deseos, sentimientos, ideas o emociones, nos damos cuenta de que esas carencias tienen efectos tanto en su personalidad como en su capacidad y, por tanto, se limitan las relaciones con los demás. Asimismo, un emisor con la suficiente riqueza lingüística y capacidad para convertir en palabras lo que pasa por su cabeza, necesita de un receptor que sea capaz de interpretar todo lo que expresa ya que de lo contrario no solo redundará en detrimento de la comunicación, sino que el hecho de no entender o no sentirse entendido puede causar una enorme carga de frustración en ambos.

Considero que, tanto nuestro sistema educativo como las propias familias deberían insistir aún más en fomentar la comprensión lectora como forma de contrapeso ante las aplicaciones de mensajería instantánea. Para ello, se hace imprescindible poseer riqueza de vocabulario y expresiones y tal riqueza solo es posible adquirirla gracias a tres factores:

·         La lectura

·         El diálogo con personas que poseen mayor riqueza

·         La curiosidad, como base consciente de que: “Ganar en vocabulario es ganar en libertad”.

Es cierto ese refrán que dice que “Una imagen vale más que mil palabras”, pero lo que no se dice es que con las mil palabras puedes construir infinidad de imágenes.

Otra frase hecha que me resulta, cuanto menos curiosa, es esta que dicen muchas personas: “Menos decir y más hacer”. Como si fuera incompatible decir y hacer. Como si fuera obligatorio elegir entre decir y hacer. Como si el hecho de hablar no fuera ya, en sí, una acción.

A mi entender, frases como estas no son más que, entre otras disquisiciones, una forma de esconder carencias lingüísticas, del mismo modo que las personas embargadas por una gran emoción dicen eso de “Esto no se puede describir con palabras. Hay que sentirlo/vivirlo” (Como si describirlo con palabras restara emoción a lo sentido) en vez de decir: “En estos momentos me siento tan emocionado que no soy capaz de describirlo con palabras”

Absolutamente todos los sentimientos y emociones pueden ser descritos con palabras, otra cosa es que no seamos capaces de hacerlo o, simplemente, no poseamos la brillantez del poeta que crea aún más belleza mediante la palabra.

No se trata de que nos convirtamos todos en poetas o en divulgadores o en monologuistas. Se trata de que sintamos el deseo de enriquecer nuestro lenguaje para hacernos cada vez más libres, para que podamos “vomitar” lo que sentimos, para que usemos la palabra como herramienta humana para crear belleza, para ayudar, para consolar, para acompañar, para desarrollar amor, para defendernos, para entender, para empatizar, para comunicar, para describir, para pensar, para imaginar, para crear, para compartir, para seducir, para debatir, para dialogar, para comprender, para preguntar, para crecer, para analizar, para sentir, para reír, para sanar, para el sexo, para transformar, para progresar…

Es posible hacer todo eso sin riqueza lingüística pero cuanta más posees, más y mejores posibilidades tienes.

Por supuesto hablamos siempre de la palabra cargada de contenido y positividad y no de eso que viene en llamarse “la palabrería” o “las palabras vacías” que únicamente rellenan huecos cerebrales. Por supuesto que, mal usada, la palabra puede causar daño. Por supuesto que hay personas que la usan para manipular, engañar o insultar. ¡Se trata de un poder! (el poder de la palabra) y, como todo poder, requiere de responsabilidad, medida, límites y madurez (si lo piensas, es exactamente lo mismo que se exige para la libertad), sin embargo, se da la circunstancia de que, justamente las personas que menor riqueza lingüística poseen son las que, habitualmente, más recurren al insulto y la descalificación. La pobreza lingüística propicia la pérdida de control de las emociones gracias a la impotencia, en forma de presión, que surge por no poder expresar lo que se siente.

Somos nosotros mismos los únicos responsables del uso que hacemos de la palabra, de nuestra palabra y de nuestra capacidad para decir, de ahí el silencio de muchas personas, ahí es donde se sustentan y subyacen miedos ocultos o, simplemente, la pobreza moral o de contenidos.

Por último, señalar que es importante, para el buen uso de la palabra, acertar con el cómo, el cuándo, el dónde, el para qué o el para quién. Se convierte en todo un arte el buen manejo del lenguaje. Un arte al que solo es posible acceder mediante la práctica.

Concluyendo: La palabra y su buen uso es un poder, y es tan necesaria como el silencio. Somos la única especie sobre la tierra que posee un lenguaje complejo para expresar toda la complejidad intrínseca a lo humano. Se trata de un arte, una habilidad, una virtud hacer un buen uso, tanto de la palabra como de los silencios, siempre y cuando tanto una como los otros, sean conscientes, decididos libremente y adecuados al contexto en tiempo y forma.

Fdo. Diego Bueno

lunes, 31 de agosto de 2020

HABLEMOS DE NORMAS, RATIO Y CORONAVIRUS… POR FIN!!

 

España podría ser un país en el que la educación fuera el pilar fundamental en la construcción de una moral a la altura de los tiempos, es decir, moderna, humanista, tolerante, pero, además con límites claros que diferencien entre lo que es y lo que no es aceptable. Podría ser este, un país en el que se respetaran normas de convivencia básicas o de comportamiento social saludable de tal forma que las ideas de los demás pudieran ser respetadas siempre que no sobrepasaran los límites de lo que marcan el respeto, el sentido común y la carta de derechos humanos de las naciones unidas.

Es fácil entender el motivo por el cual he empezado hablando en condicional. Se debe a que, evidentemente, la educación no es una prioridad en este país. No solo no lo es por lo que se invierte en materia educativa o porque las distintas administraciones responsables en materia de educación no demuestran una voluntad política de mejorarla, sino también porque en el ámbito familiar observo una dejadez cada vez mayor.

Está clarísimo que la educación reglada ha de mejorar mucho y en muy distintos frentes, pero también me parece de justicia mencionar una verdad de Perogrullo y es que… la mayor parte del peso de la educación de nuestros hijos e hijas recae en las familias.

Desde que nacen y hasta que se independizan no dejan de aprender de nosotros, los padres y madres y lo hacen, sobre todo, por imitación y por la imposición de normas de obligado cumplimiento, imposición que marca los límites a los cuales tienen derecho nuestros hijos e hijas e imposición que, de forma indirecta y siguiendo los criterios evolutivos, nos demandan ellos mismos con su comportamiento diario, cumpliendo así su obligación como niños y niñas. Convivir implica la existencia necesaria de normas.

Observo perplejo cómo en los últimos tiempos, apelando a la libertad, a no se qué derechos o a la actitud crítica que todos queremos para ellos, se está olvidando (siempre en términos generales, obviamente) que hay normas que hay que cumplir nos gusten o no.

Observo una enorme relajación respecto de esas normas de convivencia. Normas convencionales fruto de las costumbres, normas morales y normas jurídicas son constantemente violentadas sin el más mínimo recato, probablemente fruto de los tiempos en que vivimos en los que la individualización o el tratar de ser distintos a toda costa tienen como resultado esa falta de empatía.

Se trata de normas no escritas, como dar los buenos días, coger la vez, guardar cola correctamente, saber escuchar sin interrumpir, no gritar cuando no es necesario, no insultar, no vejar, no burlarse de los demás, compartir, ayudar, pedir ayuda, ser compasivos, ser colaborativos, ser asertivos, ser pacientes, tolerantes, amables… y un sinfín de normas de convivencia conocidas por todos.

Desde el primer día de vida de nuestros hijos tenemos la obligación de írselas inculcando dado que todos somos conscientes de que vivimos en sociedad. El problema, desde el punto de vista del profesorado, radica en que esos niños y niñas egoístas, malhumorados/as, caprichosos/as, ensimismados/as, solitarios, huraños/as y con niveles altos de frustración debido a la falta de resiliencia provocada por habérselo encontrado todo “mascadito”, terminarán acudiendo, primero a la escuela y luego al instituto.

En esas condiciones, hablar de bajar la ratio adquiere otro sentido más amplio a mi parecer.

Bajar la ratio SIEMPRE es bueno. En principio, es más fácil crear una buena convivencia entre 10 personas que entre 20, aunque solo sea por una cuestión estadística. Es evidente que las administraciones deberían trabajar por bajar la ratio en las aulas. Negar ese hecho es, simplemente, tratar de engañarnos dado que es algo que sabemos tod@s, no obstante, yo, personalmente, he tenido la suerte de poder asistir a la impartición de clases en Croacia, Italia y Alemania y he comprobado que el número de alumnos por aula es similar a los que hay en España, sin embargo, lo que yo he visto es que cuando el profesor o la profesora entraba en clase, se saludaba y se guardaba silencio, se intervenía en clase pero siempre previa petición con la mano alzada, se establecían debates interesantes en los que todos guardaban su turno para poder decir lo que querían decir, se hablaba en tonos y volúmenes de voz normales y aunque se dejaba algún espacio para las bromas y el buen ambiente, eso no suponía la interrupción de la marcha de la clase. En esas condiciones importa mucho menos el número de alumnos y alumnas que haya en el aula dado que todos siguen unas normas básicas de convivencia y comportamiento que permiten el desarrollo del proceso enseñanza-aprendizaje.

Como puede deducirse, no se trata de que el alumnado se comporte como si fueran soldados ni de que existan leyes marciales propias de un estado militarizado. No es eso. No estoy hablando de no permitir la impronta personal o el derecho al desarrollo de la inteligencia emocional o el fomento del pensamiento lateral. De lo que estoy hablando es de que observo que aumenta el número de alumnos disruptivos, los que no tienen interés alguno, los que se saltan las normas elementales constantemente, chavales y chavalas egoístas, faltos de empatía, de compañerismo y de capacidad de esfuerzo. Son chicos y chicas que ven en el profesorado un enemigo a batir a base del uso de argucias que les daban resultado con sus padres pero que, como es lógico, no les sirven con profesores y compañeros/as. Son niños y niñas acostumbrados a tenerlo todo, la mayoría de las veces, sin siquiera haberlo tenido que pedir.

Dicho de otra forma, mucho más simple pero no menos cierta… ¡Al colegio o al instituto hay que llegar ya educados de casa! Porque de ello depende, en gran medida, la calidad de la enseñanza, esa educación/enseñanza/formación por la que no apuestan las administraciones a día de hoy.

En este contexto, ahora y para colmo, nos encontramos en plena pandemia. Me pregunto si nuestro alumnado tiene capacidad para cumplir con aun más normas (estas de carácter higiénico-sanitario) y me respondo que, dada la tendencia en materia de educación socio- familiar, me temo que va a ser complicado.

¡Hala! ¡Buen comienzo de curso a todos y todas!

Fdo. Diego Bueno

jueves, 23 de abril de 2020

HABLEMOS DE "EN POLÍTICA ECONÓMICA TODO TIENE UN PRECIO TAMBIÉN"... POR FIN!!

 

Hay personas que viven en la pobreza, personas en situación de desempleo, personas con adicciones, hay personas inmigrantes que están siendo explotadas, hay demasiados trabajadores pobres, hay personas que desarrollan su vida en ambientes marginales, en familias desestructuradas, hay vagabundos, personas con enfermedades mentales sin tratar, personas mayores que ya no pueden trabajar, personas que no han cotizado a pesar de haber estado toda su vida trabajando, camareros/as que han perdido su empleo, madres solteras o separadas que sacan adelante a sus hijos con ingresos indignos, gente que trabajaba en hoteles y va a tardar mucho tiempo hasta que vuelvan a recuperar su trabajo, prostitutas, empleadas de hogar que han sido despedidas, personas enfermas que sobreviven con pensiones ridículas y/o que requieren de ayuda doméstica, gente que trabajaba sin contratos, etc etc etc.

Imagínense como va a ser la crisis económica del coronavirus para todas esas personas. Me es muy difícil entender que haya quienes consideren que ayudar económicamente a todos esos colectivos (con unos míseros cuatrocientos y pico de euros por familia), en un país del primer mundo como España y en pleno siglo XXI, es un exceso que no nos podemos permitir o que traerá ruina, desgracia o calamidades a la economía. Considero que no es de recibo desde un punto de vista ético. Me parece, asimismo, una falta de asertividad propia de un estado capitalista, individualista y egoísta, porque además, dichas ayudas no son excluyentes, es decir, es posible no abandonar a los más necesitados y a la vez reactivar la economía.

No encuentro mejor motivo para que el estado se endeude que garantizar derechos esenciales a tantos y tantos conciudadanos que se ven y se van a ver en la ruina más absoluta. De hecho, esa es la labor principal que debe asumir todo gobernante de un país: Garantizar esos derechos fundamentales de las personas al alimento, a la vivienda, a los medicamentos, a la sanidad, a la educación, al agua, a la electricidad y a la dignidad. No es indigno quien necesita cobrar una cantidad de dinero mínimo para poder comer o tener electricidad, sino que volvemos indignos y “ciudadanos de segunda” a quienes abocamos a tener que rebuscar en contenedores de basura.

¿Que todo eso tiene un precio? Pues claro. Nada es gratis. Seguramente habrá muchos “aprovechados” que o bien se servirán de esa prestación para no tener que trabajar, o bien trabajarán de forma clandestina y a la vez cobrarán esa ayuda. Claro que sí. Sin embargo, la “opción B” sería repetir las consecuencias de la crisis de 2008, es decir, desahucios, gente sin vivienda, pobreza, trabajos mal pagados y, en definitiva, mayor número de ricos aún más ricos y por contrapartida, un número inaceptable de familias pobres aún más pobres.

Todo tiene un precio, pero puestos a elegir, elijo, por motivos éticos y de justicia social, garantizar unos mínimos a todo el conjunto de la población que lo necesite.

Lo que se debe exigir a los distintos gobiernos es que las ayudas (tanto a los ciudadanos de a pie como a los empresarios, sean las justas, las adecuadas y se que controlen. Opino que si se multiplicara por 10 el número de inspectores y, como parte de su sueldo, recibieran algún tipo de comisión por fraudes detectados unido a multas ejemplares a quienes cometan fraude (sean quienes sean y proporcionales al fraude cometido), todo funcionaría mejor, pero la solución no es no ayudar a quienes lo necesitan, sino gestionar bien las ayudas.

Los sectores reaccionarios, conservadores, liberales, fascistas o de derechas de España están acostumbrados a trasladar mensajes en un sentido muy concreto (producto del egoísmo que les lleva a obtener unas ganancias desorbitadas en relación a los sueldos de los trabajadores y a empatizar poco con personas que por circunstancias, lo pasan mal económicamente). Dichos mensajes se podrían resumir en:

“Si algo del pueblo que nos perjudica, no funciona bien o se detecta algún caso poco ético, trasladamos la idea de que hay que eliminarlo, que seguro que habrá gente comparta el mensaje”

“Hay que eliminar lo que nos perjudica o no nos beneficia, entiéndase; Sindicatos, educación y sanidad públicas, rentas mínimas, prestaciones por desempleo, sueldos mínimos etc.”

No mencionarán nunca la corrupción empresarial, los desfalcos, las ayudas a empresas, los empresarios “aprovechados”, el dinero negro en las contabilidades empresariales, los paraísos fiscales, las puertas giratorias, las ayudas a los bancos etc. (Y eso que comparativamente “no hay color”) ni acusarán de no dar un palo al agua a quienes viven de la renta (no básica) que les deja un piso o un local en alquiler.

Lo realmente curioso es que hay demasiada gente que se deja engañar por sus consignas, generalmente bañadas de patriotismo de barra de bar (tipo “sujétame el cubata que…”) y la supuesta eficacia económica de la derecha basada en mensajes tan burdos como demostradamente falsos como por ejemplo: “No es bueno tener un pueblo subvencionado porque eso hace que la gente se acomode y no quiera trabajar” (En todos los lugares y colectivos en que se ha probado la renta mínima no ha ocurrido esto) o el consabido “Dar ayudas a la gente implica cautivar el voto”. ¡Pues claro! Cuando consideras que un gobierno hace bien las cosas y te favorece, ¡tú lo votas! Si eso es “voto cautivo” pues bienvenido sea. Por eso quienes votaron al anterior gobierno volvieron a votarlo en las últimas elecciones. Por lo bien que lo hicieron. Voto cautivo ¿no?

Fdo. Diego Bueno

 

domingo, 5 de enero de 2020

HABLEMOS DE ALTURA DE MIRAS EN LOS POLÍTICOS... POR FIN!!

 ¿Qué tipo de políticos queremos?

Lógicamente han de representarnos pero,,, han de representar nuestras ideas, no nuestras actitudes.

Los políticos deben estar por encima de los ciudadanos a los que representan ya que deben dar ejemplo con sus actitudes.

Lo que he visto en el congreso de los diputados ayer y hoy me ha hecho recapacitar acerca de si los políticos de “las derechas” están a la altura de sus obligaciones.

¿Qué esperamos de ellos? 

¿Que defiendan con vehemencia unas ideas?, ¿que impongan su forma de ver las cosas a base de gritos, improperios, calumnias e interrupciones constantes como si se tratara de un “sálvame” cualquiera?, ¿ que pasen por alto el resultado de unas elecciones libres y democráticas?, ¿que critiquen cualquier acuerdo con partidos tan democráticos y legítimos como el suyo y sin siquiera tener en cuenta los contenidos de esos acuerdos?, ¿que recurran al insulto, en el congreso de los diputados, como si se tratara de la barra de un bar o de una cena de nochebuena cualquiera con unas copitas de más? ¿Venas en cuello queremos? ¿Imponer unas ideas a base de gritos y no dejar hablar a quien tiene el turno de palabra?

¿O acaso esperamos de ellos que den ejemplo de compostura, educación, civismo y respeto al diferente?

¿No esperamos que lleguen a acuerdos? Recuerdo a los vehementes y a los intolerantes, que pactar es ceder, que acordar es empatizar con el diferente, que como políticos tienen la O-BLI-GA-CIÓN de dialogar con todo el mundo, que el diálogo es, no solo la mejor arma de un político, sino la única posible, porque, evidentemente, no usar esa arma implica el uso de la otra: La violencia. La verbal y la no verbal.

Es a lo que nos llevan los patriotismos. Es el resultado de “las banderitas” y “los golpes de pecho”.

Ser patriota exacerbado implica exactamente lo mismo que decir que lo tuyo es lo mejor por el simple hecho de que es lo tuyo.

Eso que llaman “patria” no es ni más ni menos que el conjunto de personas que viven y trabajan en ese lugar. Y esas personas han votado lo que han votado.

La gente de izquierdas no solo somos españoles, sino que amamos nuestra tierra (en este caso España) tanto o más que la gente de derechas. Simplemente creemos en otra España diferente a la suya. Toda idea de España es lícita (incluso las que defienden a los españoles antes que a las banderitas).

Aun es muy reciente en el tiempo el pacto entre Ciudadanos y PP en Andalucía que les ha llevado a gobernar la comunidad con el apoyo de VOX. Evidentemente a la gente de izquierda no nos gusta (y menos aun si se cuenta con el apoyo de un partido claramente fascista) pero.... así es la democracia, así lo aceptamos. Así son las reglas de juego. Es la voluntad de la mayoría y eso es sagrado por poco que nos guste. Nos manifestamos en las calles para reclamar lo que consideramos justo, lanzamos improperios en los bares y nos indignamos con lo que han decidido la mayoría de los ciudadanos, pero los políticos han de estar por encima de eso, han de respetar lo que han decidido las urnas y han de respetar los acuerdos entre fuerzas políticas legales y legítimas.

Oposición si. Dura oposición también, pero las formas son importantes en política porque de las actitudes de los políticos se generan muchas de las actitudes de demasiada gente.

Me parece una irresponsabilidad, me parece un discurso incendiario y me parecen innecesarias las actitudes (hiper- teatralizadas y “aspavientadas”) que he visto en la mayoría de políticos de la derecha (por desgracia ya no existe ni el centro ni la derecha moderada).

Para construir un futuro nuevo, ilusionante y esperanzador, independientemente de quienes nos gobiernen y de su signo político, se necesita respeto, tolerancia, capacidad de diálogo y de llegar a acuerdos, responsabilidad y... altura de miras.

Fdo. Diego Bueno.


HABLEMOS DE POR QUÉ LOS ATEOS ESPAÑOLES NOS ATREVEMOS A CRITICAR A LA IGLESIA CATÓLICA MUCHÍSIMO MÁS QUE A OTRAS RELIGIONES

  Estoy ya un poco harto de leer y escuchar a gente (generalmente cristiano católicos/as) ofenderse e incluso insultar a los ateos que, como...