Somos conscientes del enorme problema que supone la violencia contra la mujer. No se trata únicamente del número de mujeres asesinadas (que es la parte más dramática, irreversible y visible del problema). Hablamos de que el machismo sigue instaurado en todos los ámbitos de la sociedad hasta el punto de que en muchas ocasiones ni siquiera somos conscientes de que está arraigado profundamente en muchas de nuestras conductas. La violencia contra las mujeres es fruto de una educación y costumbres machistas. Está más que demostrado que conductas machistas son las que llevan a la violencia contra la mujer.
Las injusticias no lo son más en función de que nos puedan afectar a nosotros. Pensar de esa forma sería un acto de egoísmo o, como poco, de inconsciencia. (Y ahora me estoy dirigiendo a los hombres y, más concretamente, a los profesores, que como tales, tenemos la responsabilidad intrínseca y añadida de influir en la educación de nuestro alumnado).
De la misma forma que hace años no nos dábamos cuenta de que pegar a un alumno o alumna no es pedagógico ni aconsejable ni justo, hoy día, profesores y profesoras debemos entender que no es justo, ni aconsejable, ni pedagógicamente aceptable discriminar en el lenguaje por razón de sexo.
Recordar, así mismo, que el concepto de violencia va mucho más allá de la violencia física y claramente visible. El acoso, el chantaje, el ejercicio de poder hacia las mujeres, la discriminación de la mujer, la ocultación de lo femenino, el menosprecio, o la desigualdad también son violencia.
En realidad, coeducar y coeducarse no es más que educar y educarse para la paz.
A todos aquellos y aquellas que piensan que el buen uso del lenguaje (uso no discriminatorio para la mujer) es una exageración o que se ve afectada la espontaneidad en una conversación o que, simplemente, es una tontería sin importancia… solo decirles que con esa forma de pensar pierden el derecho a indignarse cuando en los medios de comunicación se relata el asesinato y el maltrato de una mujer a manos de su pareja o ex pareja. Ese asesinato y ese maltrato ha sido fruto del machismo, de conductas machistas como esa que amparáis con distintas excusas que no se entienden si se tiene un mínimo sentido de justicia social.
En todas esas injusticias sociales que nos indignan porque discriminan y porque atentan contra derechos fundamentales de las personas, debemos incluir (si pretendemos una sociedad más justa e igualitaria) la discriminación, la injusticia y la desigualdad por razón de sexo.
Debemos pretender y procurar la igualdad de género.
En todas las facetas de la vida personal y social se generan constantemente conductas discriminatorias hacia la mujer. El lenguaje, es una de ellas y muy influyente, por cierto.
IGUALDAD EN EL LENGUAJE ENTRE MUJERES Y HOMBRES.
Hablar de igualdad hace referencia a la igualdad de género, ya que la igualdad sexual solo es posible entre individuos con las mismas características biológicas. La dualidad Sexo-Género es objeto de controversias en todos los ámbitos por la dificultad en muchos casos de discernir entre lo que es aprendido culturalmente y lo que es propio de la biología.
Para profundizar en el tema, muchos estudios hacen hincapié en la necesidad de diferenciar lo cultural de lo biológico para poder permitir tanto a hombres como mujeres la capacidad de elegir libremente qué roles quieren desempeñar a lo largo de su vida.
Pero la necesidad más acuciante hoy por hoy es favorecer la igualdad real de ambos sexos, ya que los datos de las diferentes instituciones nos revelan que a pesar de los avances conseguidos todavía existen discriminaciones en función de género.
Sabemos que la violencia de género tiene su origen en el machismo, en el androcentrismo, en definitiva, en la desigualdad provocada por la posición de poder que históricamente ha venido ocupando lo masculino.
Es por tanto necesario delimitar el significado del concepto de igualdad para desde ahí conocer a que nos referimos al hablar de estilo de comunicación igualitario.
IGUALDAD DE MUJERES Y HOMBRES: Supone la ausencia de cualquier forma de discriminación basada en el sexo a la hora de asignar recursos, oportunidades y beneficios, garantizando iguales derechos e igual acceso, disfrute y control de todo tipo de recursos.
ESTILO DE COMUNICACIÓN IGUALITARIO: Implica incluir en lenguaje e imágenes un trato igualitario y respetuoso hacia mujeres y hombres, utilizando todos los recursos y herramientas disponibles que nos ofrece la lengua.
HERRAMIENTAS PARA CONSEGUIR UNA COMUNICACIÓN IGUALITARIA
El tratamiento igualitario del lenguaje, está siendo en los últimos tiempos objeto de crítica debido a la costumbre de utilizar mayoritariamente las barras, los guiones y las arrobas.
Esto genera el argumento de la falta de economía que esta práctica supone en el trabajo diario de quienes deben elaborar documentos.
Como se verá a continuación existen otras herramientas que ya están siendo utilizadas y que son alternativas que ofrece la lengua. Evidentemente será necesario aunar esfuerzos y darle tiempo al tiempo para que se conviertan en prácticas habituales.
Conviene recordar que la utilización sexista y androcéntrica de la lengua castellana no viene de ayer. Es el resultado de varios siglos de desigualdades y por tanto el cambio no será inmediato.
HERRAMIENTAS PARA EVITAR EL MASCULINO GENÉRICO
La utilización de las voces masculinas en sentido genérico es un elemento sobre el que se viene trabajando para ofrecer nuevas fórmulas de uso o herramientas prácticas alternativas, por las consecuencias e implicaciones que tiene en el desarrollo de la identidad social de las mujeres:
...Otorga al masculino la cualidad de universal, convirtiendo a lo femenino en diferente o excepcional
...Refuerza la presencia del género/sexo masculino y la no existencia del género/sexo femenino.
...Provoca ambigüedad y que las mujeres ocupen un lugar provisional en la lengua
...Provoca imágenes mentales masculinas
La lengua no es sexista sino la utilización que hacemos de ella.
Además es un elemento dinámico en continua evolución que contiene múltiples posibilidades para adaptarse a los cambios que demanda la sociedad y a los usos que elegimos como habituales.
Existen múltiples ejemplos en el ámbito de la ciencia que refuerzan esta aseveración (alunizar, ordenador, etc) demostrando que la lengua tiene mecanismos de adaptación a los nuevos tiempos.
Gran parte de los acuerdos que hoy se consideran gramaticalmente aceptados, tienen su origen en otros momentos de la historia de la humanidad. Así cabe destacar que en la Edad Media la forma masculina no se consideraba suficiente, y a la hora de dirigirse a mujeres y hombres en los discursos públicos, se utilizaban formas del tipo .aquellas y aquellos o todos y todas.
Posteriormente en 1647 el gramático Vaugelas declaró que la forma masculina tiene preponderancia sobre la femenina, por ser más noble., y así hasta nuestros días.
Ejemplos de uso justo e igualitario del lenguaje.
- EN LUGAR DE…
UTILIZAR…
- Los profesionales que componen la plantilla
Las y los profesionales que componen la plantilla.
- Las necesidades de los promotores
Las necesidades de promotoras y promotores/ los promotores y promotoras/ los y las promotoras.
- Número de desempleados
Número de personas en situación de desempleo
- Relativo a los alumnos
Relativo al alumnado
- En beneficio de todos
En beneficio de toda la población/sociedad
- Profesionales experimentados
Profesionales con experiencia
- Será rellenado por el responsable de seguridad
Será rellenado por Seguridad
- Se puede recurrir a un consultor especializado
Se puede recurrir a una consultoría
- Los contratantes/ el demandado/ los solicitantes
La parte contratante/ la parte demandada/ la parte solicitante
- Distribuir a terceros
Distribuir a terceras partes
- Los consumidores
Quienes consumen el producto
- Los promotores empresariales
Quienes promueven la creación de empresas
- El intermediario
La persona intermediaria
- Una formación sin presencia física del interesado
Una formación a distancia
EL USO DE LA BARRA Y EL GUIÓN
Se aconseja la utilización de ambos signos tipográficos en aquellos casos en los que el espacio esté limitado como, impresos, formularios, contratos, cartas y documentos oficiales. Más específicamente, en situaciones en las que no se precisa construir frases como es el caso de formularios o campos de información.
EL USO DE LA ARROBA (@)
La utilización de esta alternativa conviene que sea limitada, dado que la arroba no tiene sonido y resulta imposible su lectura; es más bien un elemento visual muy atrayente en determinados espacios publicitarios fundamentalmente dirigidos a jóvenes.
RECOMENDACIONES A LA HORA DE INCLUIR A LAS MUJERES DE UNA MANERA DIFERENTE EN EL DISCURSO ORAL Y ESCRITO.
Visibilizar a las mujeres utilizando todos los mecanismos que ofrece la lengua, evitando así la utilización del masculino genérico.
Incluir en los discursos, los textos, las memorias, etc. información sobre las mujeres: opiniones, necesidades, datos sobre su presencia...Tener un conocimiento de la realidad que permita reflejar esta información.
Utilizar asociaciones verbales que no minoricen a las mujeres, que no las relacionen sistemáticamente con el “sexo débil”, que no aparezcan en función de su condición de madres y esposas (la esposa de), que no las pongan en un mismo plano que las criaturas (las mujeres y los niños).
Intentar cambiar o alternar el orden jerárquico que nombra a mujeres y hombres anteponiendo siempre a los hombres: esta práctica es muy habitual en los documentos que se rellenan en las entidades o instituciones.
Utilizar las profesiones en femenino para visibilizar su existencia en el mundo público y reconocer su presencia.
Realizar los tratamientos de manera similar; a menudo se suele nombrar a las mujeres por su nombre de pila y a los hombres por su apellido.
Evitar el tratamiento de “señorita” que sugiere que las mujeres no tienen personalidad por sí mismas sino que adquieren la categoría de “señoras” en función de su estado civil.
Somos lo que decimos y hacemos al decir. Y somos lo que nos dicen y nos hacen al decirnos cosas. Por ello, como señala Deborah Tanen, “las palabras importan. Aunque creamos que estamos utilizando el lenguaje, es el lenguaje quien nos utiliza. De forma invisible moldea nuestra forma de pensar sobre las demás personas, sus acciones y el mundo en general”. Por ello, el uso del lenguaje -lo que se dice y se hace al decir y al nombrar el mundo con palabras- es un acto nada inocente, ya que el modo en que utilizamos el lenguaje no sólo afecta al intercambio comunicativo entre las personas, sino también al modo en que designamos la realidad y en consecuencia, a la manera en que accedemos al conocimiento del mundo en que vivimos
ARGUMENTOS, COARTADAS Y PREJUICIOS
Nada impide nombrar el mundo en masculino y en femenino. Como señala Francesca Graziani, “la lengua puede ser de todas y de todos: no es un sistema rígido, cerrado a cualquier mutación sino, al contrario, el cambio está previsto en sus mismas estructuras; es un sistema dinámico, un medio flexible, en continua transformación, potencialmente abierto a escribir en él, infinitos significados y por ello prevé también la expresión de la experiencia humana femenina". Nombrar el mundo en masculino y en femenino no sólo es posible sino también deseable e ineludible, si deseamos contribuir a una mayor equidad entre mujeres y hombres. Pero hay también otros argumentos que no son sólo de naturaleza ética sino estrictamente lingüística.
En efecto, cuando nombramos el mundo en masculino y en femenino utilizamos el lenguaje con una mayor precisión léxica y por tanto con una mayor adecuación referencial.
Al nombrar el mundo en masculino y en femenino no sólo actuamos con una mayor equidad al incluir sin exclusiones a unos y a otras en el escenario de las palabras, sino también con una mayor exactitud y corrección, al no ser posible designar ese mundo sin aludir a la diferencia sexual entre hombres y mujeres.
A menudo, quienes se oponen a estos argumentos lo hacen afirmando que el uso verbal en masculino y en femenino atenta contra la espontaneidad y contra la economía expresiva inherentes al lenguaje humano. Cabe aclarar al respecto lo siguiente:
1) No todos los usos del lenguaje se caracterizan por su espontaneidad. Salvo la conversación espontánea, el resto de los usos lingüísticos exigen un cierto nivel de elaboración textual y por tanto admiten en el contexto de esa elaboración una corrección que tenga en cuenta junto a otros asuntos (ortografía, coherencia del texto, adecuación léxica) la diferencia sexual entre mujeres y hombres. Tanto en el uso formal del lenguaje oral (una clase, una conferencia, un debate) como en la casi infinita diversidad de los textos escritos (un ensayo, un informe, un libro de texto, una crónica) es posible incorporar esa voluntad de nombrar el mundo en femenino y en masculino.
Es innegable que en una conversación espontánea no es fácil nombrar el mundo en femenino y en masculino en todas y en cada una de las ocasiones en que tomamos la palabra, ya que la espontaneidad del intercambio comunicativo en esa conversación y las inercias expresivas nos hacen hablar a menudo exclusivamente en masculino. Pero pese a ello, al hablar de una manera espontánea conviene dejar constancia de vez en cuando de ese afán de equidad en la designación lingüística y de nuestra voluntad de nombrar en femenino lo que es femenino.
En el resto de los intercambios comunicativos (orales y escritos), nada impide -salvo el prejuicio o la pereza expresiva- usar el lenguaje en masculino y en femenino. Cuando escribimos, por ejemplo, solemos revisar varias veces el borrador del texto hasta darlo por bueno. En ese proceso de corrección tenemos en cuenta una serie de criterios ortográficos, sintácticos, léxico-semánticos, pragmáticos e incluso tipográficos. ¿Qué impide, por tanto, tener en cuenta también la diferencia sexual en la corrección del texto escrito? ¿Es más importante invertir el tiempo de la corrección en la elección de un adjetivo, del tipo de letra o del formato del párrafo que en nombrar en femenino y en masculino?
2) No todos los usos del lenguaje se caracterizan por su economía expresiva. Salvo algunos textos como los eslóganes publicitarios, los anuncios por palabras y los mensajes de los teléfonos móviles, la mayoría de los usos lingüísticos tienen una cierta extensión y una cierta complejidad textual. Por tanto, la economía en el uso del lenguaje no es un valor en sí mismo sino algo que tiene sentido o no en función de las intenciones, del canal, de la situación y del contexto de comunicación. No se entiende un coloquio literario, un ensayo filosófico o una clase magistral si no están plagados de ideas, hechos, opiniones y argumentos y si esa urdimbre de ideas, hechos, opiniones y argumentos no están expresados con el mayor acierto y claridad en un aluvión de palabras. ¿Por qué se invoca la economía del lenguaje sólo cuando se quiere incorporar al lenguaje la identidad femenina? Nombrar el mundo también en femenino ¿exige un derroche verbal tan costoso? ¿Por qué tanta tacañería expresiva? (Esta es la pregunta que deberíamos hacernos)
Por otra parte, conviene subrayar que no se derrocha el lenguaje al utilizar términos genéricos tanto masculinos como femeninos que incluyen a los dos sexos ("el ser humano", "el profesorado", "la ciudadanía", "las personas", "la gente"...) ni se duplica el lenguaje al decir "niños y niñas" o "padres y madres" como no se duplica al decir "azul y rosa" o “dulce y salado”. La palabra "niños" no designa a las niñas de igual manera que la palabra "padres" no alude a las madres. No olvidemos que "la diferencia sexual está ya dada en el mundo, no es el lenguaje quien la crea. Lo que debe hacer el lenguaje es, simplemente, nombrarla, puesto que existe. Si tenemos en cuenta que hombres y mujeres tenemos el mismo derecho a ser y a existir, el hecho de no nombrar esta diferencia es no respetar uno de los derechos fundamentales: el de la existencia y la representación de esa existencia en el lenguaje".
De igual manera que se incorporan al diccionario y al uso lingüístico de las personas tantas y tantas palabras procedentes de otras lenguas y de jergas específicas, como el habla de adolescentes y jóvenes o el argot de la informática, es posible también incorporar palabras y usos del lenguaje que incorporen a las mujeres y su derecho a las palabras y a ser nombradas en pie de igualdad con los hombres. No deja de ser significativo que a menudo quienes se ofenden en defensa de la pureza del lenguaje, cuando se nombra en femenino algún oficio de tradición masculina (jueza, médica), sin embargo utilicen en castellano sin ningún pudor ni continencia palabras como “resetear”, “chatear” o “e-mail”.
La educación debería contribuir a evitar cualquier forma de discriminación por razón de sexo, grupo social, origen étnico, raza o creencia. En este contexto, urge una educación lingüística que fomente los conocimientos, las habilidades y las actitudes que hacen posible el aprendizaje de una ética lingüística que evite el influjo de los prejuicios culturales, los estereotipos sociales y sexuales y las inercias expresivas en las formas de hablar y de escribir de las personas. De esta manera, la educación contribuirá a una mayor conciencia en torno a las desigualdades sociales que se construyen a partir de la diferencia cultural y sexual y a alimentar la esperanza de que otro mundo es posible y deseable.
Diego Bueno. Coordinador de coeducación (25/11/2015)