HABLEMOS DE LOS BENEFICIOS DE ESCRIBIR... ¡¡POR FIN!!
Dedicar
tiempo a la escritura es, sin duda, una de las decisiones más enriquecedoras
que podemos tomar. Lo digo desde la experiencia personal más profunda e intensa,
pero esta afirmación encuentra, asimismo, un sólido respaldo en distintos
estudios psicológicos, pedagógicos y neurológicos que la corroboran.
Grandes
autores, a lo largo del tiempo, han ensalzado las bonanzas de plasmar por
escrito cualquier creación. Algunos ejemplos son: Viktor Frankl, conocido autor de “El
hombre en busca de sentido” (1946), libro que constituye una muestra
de que plasmar por escrito situaciones tan adversas, nos ayuda a superarlas. De
modo similar, escribir “Paula” (1994) supuso para Isabel
Allende una ayuda para lidiar con el dolor por la muerte de su hija. Son casos
en los que los escritos se realizaron tras pasar por esos duros momentos, pero también
puede ser de utilidad durante la vivencia de los mismos, como es el caso
del “Diario de Ana Frank” (1947). Cuando le preguntaron a Saul Bellow cómo se
sentía después de ganar el Premio Nobel de literatura en 1976, respondió:
“No lo sé. Aún no escribí sobre eso”
En
mi humilde caso particular, rememoro con cariño cómo, ya en mi temprana
adolescencia, allá por la segunda mitad de los años 70, mis pensamientos
encontraban refugio en las páginas de mi diario. Una costumbre que mantuve
fielmente durante muchos años. ¿La razón? No hay una causa única o un motivo
explícito que pueda señalar con precisión. Simplemente, experimentaba una
sensación de profundo bienestar cuando plasmaba en el papel todo aquello que mi
mente barruntaba; a la vez, una singular seguridad me envolvía al releer lo
escrito con anterioridad. Era, para mí, una auténtica vía para el
autoconocimiento, un espejo en el que mi alma se reflejaba.
En
aquellos tiempos, mis ideas tomaban forma sobre el papel con la sencillez de un
humilde bolígrafo. Aunque nunca dejé de escribir del todo, mi afición se
intensificó de manera notable cuando, allá por el año 2004, adquirí mi primer
ordenador. La irrupción de los procesadores de texto fue una revelación,
facilitando enormemente el acto de escribir y liberando un caudal de
creatividad. Fue a partir de ese momento cuando mi pluma (ahora digital) se
volvió mucho más prolífica.
Con
el inexorable paso del tiempo, y gracias también a una formación pedagógica
cada vez más sólida y enriquecedora, fui comprendiendo la magnitud de las
ventajas que la escritura nos ofrece desde múltiples perspectivas. Un cúmulo de
beneficios que, sin duda, transforman nuestra manera de ver y experimentar el
mundo.
No
solo nos dota de herramientas para organizar nuestros pensamientos y manejar
nuestras emociones, sino que también nos capacita para comunicarnos de manera
más efectiva y nos permite prosperar en un mundo interconectado. Yo lo veo como
una especie de inversión personal que produce dividendos incalculables en todas
las facetas de la vida, sobre todo en nuestro bienestar y desarrollo personal.
Desde
un punto de vista cognitivo,
la escritura es un gimnasio para el cerebro. Al escribir, ejercitamos múltiples
funciones cognitivas que, con el tiempo, se fortalecen y refinan.
La
escritura nos obliga a estructurar nuestras ideas de forma lógica y coherente.
Aquello que en nuestra mente puede ser un torbellino de pensamientos inconexos,
al ser escrito, debe ser desglosado, categorizado y presentado de manera
comprensible. Esto mejora nuestra capacidad para pensar con mayor claridad en
cualquier situación. No recuerdo quien dijo que escribir es organizar ideas,
pero no pudo estar más atinado/a. Digamos que facilita acudir al debate ya con
los deberes hechos porque nos ayuda a procesar mejor toda la información que
nos llega. Vivimos tiempos de sobreinformación, por tanto, en mi opinión, necesitamos
actividades que requieran tiempo, tranquilidad, calma y que nos ayuden a
ordenar ideas.
El
acto de escribir refuerza la retención de información. Cuando tomamos notas,
resumimos textos o incluso escribimos sobre lo que hemos aprendido, activamos
procesos de consolidación de la memoria que profundizan nuestro entendimiento y
hacen que la información sea más accesible en el futuro. En mi caso, yo he sido
siempre de los que han estudiado/memorizado escribiendo y reconozco que me ha
dado siempre buenos resultados.
Al
articular nuestros argumentos por escrito, nos vemos obligados a examinar
nuestras propias ideas, identificar posibles lagunas lógicas y considerar
diferentes perspectivas. Sin duda, esto fomenta una actitud más analítica y
reflexiva ante la información y los problemas, es decir, activamos el deseado pensamiento
crítico.
Cuanto
más escribimos, más exponemos y utilizamos nuevas palabras y estructuras
sintácticas. Este proceso natural enriquece nuestro vocabulario y perfecciona
nuestra gramática, haciendo que nuestra comunicación sea más precisa y
elegante.
Escribir
sobre un problema suele ayudarnos a verlo desde una nueva perspectiva. Al
desglosar el problema en sus componentes escritos, a menudo descubrimos
soluciones o enfoques que no habíamos considerado previamente.
Desde
el punto de vista de los beneficios emocionales y psicológicos, la escritura es también una
poderosa herramienta, ofreciéndonos un espacio seguro para la introspección y
la expresión. Tal como veíamos antes, al actuar como un
"diario de desahogo", la escritura permite externalizar
preocupaciones, miedos y frustraciones. Ponerlos por escrito alivia la carga
mental y es algo similar a una sesión de terapia personal. Es una forma eficaz
de procesar emociones difíciles que produce mejoras en nuestra carga de estrés
y ansiedad.
Al
escribir sobre nuestras experiencias, sentimientos y reflexiones, nos
conectamos más profundamente con nuestro mundo interior. Podemos identificar
patrones de comportamiento, comprender mejor nuestras motivaciones y valores, y
reconocer áreas para el crecimiento personal.
Desde
la perspectiva de la psicología positiva, impulsada por mi admirado Martin
Seligman, llevar un diario de gratitud, donde anotamos aquello por lo que
estamos agradecidos, nos ayuda a cambiar nuestra perspectiva y a entrenar
nuestra mente para enfocarnos en lo positivo y eso incluye una mejora en
nuestro estado de ánimo general.
Para
muchas personas (empezando por mí, por supuesto), la escritura es una vía liberadora
para procesar experiencias traumáticas o el dolor de una pérdida. Permite
confrontar y articular sentimientos complejos en un entorno controlado,
facilitando el camino hacia la sanación.
Además,
completar un escrito, ya sea un ensayo, un poema o una historia, genera una
sensación de logro y competencia. Ver nuestras ideas materializadas en palabras
refuerza la confianza en nuestras capacidades.
Desde
el punto de vista de los beneficios sociales y profesionales, los efectos de la escritura impactan
también en nuestras interacciones sociales y nuestro desarrollo profesional.
Una
persona que escribe regularmente tiende a comunicarse de manera más clara y
persuasiva, tanto de forma escrita como verbal. Esta habilidad es de un valor
incalculable en cualquier relación personal o profesional.
En
el entorno laboral actual, la capacidad de escribir informes claros y
estructurados a la vez que complejos, así como presentaciones convincentes, es
fundamental. La escritura de calidad es un diferenciador clave desde un punto
de vista profesional.
Al
intentar escribir desde diferentes perspectivas o desarrollar personajes,
podemos ejercitar nuestra capacidad de entender y sentir lo que otros
experimentan, fortaleciendo nuestra empatía.
La
escritura nos permite dejar un registro de nuestras ideas, experiencias y
conocimientos. Ya sea para nuestra familia, nuestra comunidad o las futuras
generaciones, la escritura es un medio poderoso para compartir y preservar
aquello que consideramos valioso.
Sin
más, lo único que me queda es animar a todo el mundo a escribir. En papel con
bolígrafo, con un teclado o incluso en el móvil. Recuerda:
¡No
necesitas ser un genio ni un profesional! ¡Escribir es para ti, para tus ideas,
para tu bienestar! ¡Es tu espacio, sin juicios! ¡La escritura es tu válvula de
escape! ¡Te ayuda a procesar emociones, reducir el estrés y conocerte a un
nivel más profundo! ¡Es tu confidente!
Empieza,
si quieres, con 5 o 10 minutos al día. No hay reglas, solo exprésate
libremente. El papel en blanco es una oportunidad, no un desafío. ¿Por dónde
empezar? Prueba un diario de gratitud, escritura libre sobre lo que sea que
sientas, o anota tus sueños y preocupaciones.
Fdo.
Diego Bueno Linero